Se convirtió al judaísmo por amor: arrepentida acaba de profesar públicamente su fe en la parroquia
La malagueña de 42 años Sonia Grymierski Jiménez ha vuelto recientemente al catolicismo, la religión en la que nació, y que abandonó por amor para convertirse al judaísmo. Con una vida en la que al final pesaba el sufrimiento y el matrimonio roto, entonces se acordó de aquella fe de niña y gracias a la providencia se encontró con un sacerdote que la ha ido guiando en este proceso de vuelta a la Iglesia.
Pero una vez de nuevo en la Iglesia, Sonia necesitaba hacer algo más. Sentía por dentro que debía hacer un gesto concreto de adherencia a la fe católica, y entonces fue cuando este sacerdote le propuso que hiciera una profesión pública de su fe en el templo. Y así fue como recitando el Credo desde el ambón hizo ‘oficial’ su regreso al catolicismo. En esta entrevista con Beatriz Lafuente para la Diócesis de Málaga explica todo este proceso:
- ¿Qué la llevó a hacer una profesión pública de fe?
- Soy católica desde que nací. Estudié en el colegio de las Adoratrices, del que tengo un recuerdo estupendo. Las hermanas eran buenísimas y, recuerdo concretamente a la hermana María Dolores, que fue mi profesora de Religión y la que me preparó para hacer la confirmación. Pero, para poder casarme, decidí convertirme al judaísmo, lo que hoy considero un error, porque puedes cambiar físicamente pero el interior no cambia. Fue una época en la que viví muchos conflictos internos porque para mí la figura de Cristo siempre ha sido muy importante y sentía en todo momento como si hubiera traicionado a un íntimo amigo.
- ¿Fue una decisión difícil?
- Así es. Conocía al que fue mi marido desde pequeña, pero era una relación imposible, por eso decidí convertirme. Tras estudiar su religión intensamente durante 7 años, nos casamos. Ahora pienso que todo eran señales de que no estaba haciendo algo bien, pero con 20 años no te das cuenta de esas cosas, ni de lo importante que era la fe en mi vida. La religión hebrea es muy bonita y muy familiar, pero no era la mía.
- ¿Cómo lo vivió su familia?
- Mi madre sufrió mucho, porque ella es católica practicante y creía que me estaba equivocando, pero no sabía qué más hacer para hacerme ver que por amor no se tiene que renunciar a nada y menos, a algo tan importante como es la fe. Si regalas lo más íntimo que tienes en tu ser, ese regalo nunca debería ser aceptado, porque lo haces sin ser consciente de lo que regalas. Es lo más importante que tenemos cada uno, a lo que acudimos en los malos momentos. Es como un íntimo amigo que siempre te saca de un apuro. Sentía que estaba traicionando, no solo a madre, sino también a Cristo.
- ¿Cómo fue el proceso?
- Cuando tomé la decisión de volver al catolicismo, hablé con el presidente de la comunidad judía y le expuse mi caso y le dije que quería volver a mis orígenes. Fueron muy cariñosos y me dijeron que no pasaba nada, que siguiera el camino que me pedía el corazón. Pero yo no me quedé tranquila, porque una cosa que me costó tanto ¿cómo podía dejarla así? Sentía que Cristo no se merecía que yo mirara para otro lado como si no hubiera pasado nada. Necesitaba demostrarle a Jesús que yo estaba con Él otra vez. Entonces me crucé con un sacerdote que fue la luz en el camino, que me enseñó que Jesús no necesita ninguna prueba para saber que yo estoy con Él, pero que sería bonito para mí y para mi familia hacer algo especial, como profesar mi fe públicamente. Fue uno de los momentos más emocionantes que he vivido en mi vida.
- ¿Cómo vivió este día?
- Fue muy bonito, cuando subí al altar y profesé el Credo. Fue lo más emocionante que he leído en mi vida. También confesarme y recibir el cuerpo de Cristo fue muy especial. Gracias a esto puedo mirar la vida de otra manera. Mi madre lo vivió muy emocionada y creo que se lo debía, por todas las veces que me dijo: “no lo hagas”, y por todas las lágrimas que derramó, en esta ocasión, eran lágrimas de alegría.