Sábado, 21 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Su hermana y su cuñado recuerdan los últimos meses del joven carmelita salmantino

Fray Pablo esperaba una «noche oscura» y llegó días antes de morir: pero «el Señor hizo su obra»

La imposición de hábito de fray Pablo, en el día de su profesión solemne, tres semanas antes de morir.
La imposición de hábito de fray Pablo, en el día de su profesión solemne, tres semanas antes de morir. Foto: Diócesis de Salamanca.

ReL

Han pasado casi dos semanas desde el fallecimiento, el pasado 15 de julio, víspera de la Virgen del Carmen, de Pablo Alonso Hidalgo. El joven de 21 años, perteneciente a una comunidad del Camino Neocatecumenal en Salamanca, había dejado a su novia porque quería ser carmelita y se le autorizó a hacer su profesión solemne in articulo mortis. Fue así como el 25 de junio se convirtió en fray Pablo María de la Cruz. Su funeral fue una celebración de la alegría de acudir al encuentro del Amado.

El impacto de su vocación y muerte no acabó ahí, porque tanto quienes ya le conocían como quienes han conocido su testimonio a través de los medios y las redes han llegado al punto que él quería: hacerse preguntas.

Tocar el corazón de los jóvenes

"Cuando Pablo dejó todo preparado, tenía dos ideas", recuerda su hermana Miriam: "La primera, que el funeral fuera una fiesta porque estábamos celebrando su vida y que se iba con su Amado. Y la segunda era tocar el corazón de los jóvenes; y el velatorio y el funeral le han hecho cuestionarse a mucha gente: 'Si nosotros podemos estar así ante la muerte, quizá exista algo más'..."

Miriam Alonso y su esposo Daniel (que en 2019 se fueron como misioneros a Argentina) fueron entrevistados el pasado domingo en Radio María por un hermano de Daniel, el sacerdote Jesús Colado, quien les interrogó sobre algunos detalles de los últimos meses de vida de Pablo y de su forma de afrontar la muerte.

La obra del Señor

Miriam sintetiza los últimos seis años de vida de su hermano pequeño: "El Señor lo eligió para confiarle la cruz de tener un cáncer y esta cruz le ha ido evolucionando como persona hasta que ha fallecido de una manera excepcional, en el sentido de que ha abrazado este sufrimiento que el Señor le ha mandado y ha llegado a dar gracias por él".

Miriam, hermana de Pablo, y su esposo Daniel.

Miriam, hermana de Pablo, y su esposo Daniel, junto con uno de sus hijos, en la época en la que se fueron como misioneros.

Pero no fue un camino de rosas, no solamente desde el punto de vista físico, sino tampoco espiritual. Al cabo de un mes de terminar con la quimioterapia, tuvo una recaída y eso le provocó "una crisis de fe muy profunda y se enfadó mucho con Dios". Lo superó porque "durante todo este tiempo, la obra que el Señor ha estado haciendo en él ha sido la de la aceptación de esta cruz".

Es aceptación, que fue también gratitud, tenía un motivo: "Gracias a esta enfermedad se ha encontrado con Cristo y gracias a ella se va al cielo con Él, y esto le hace inmensamente feliz", explica su hermana.

Felicidad que quedó colmada cuando supo que le concedían la excepción, inédita en dos siglos en Salamanca, de hacer los votos solemnes in articulo mortis: "La alegría le llenaba la cara, no podía parar de sonreír".

A consecuencia de los dolores estuvo ingresado varias veces en paliativos, y su consuelo fue que el capellán le permitió tener el Santísimo expuesto en la habitación. "Eso le ayudó mucho", dice su hermana, que es enfermera: "A mí me impresionaba que, cuando tenía dolores fuertes, siempre lo quería ofrecer todo. En una ocasión le pregunté si esos dolores le estaban mermando la fe, y él me decía que estaba tranquilo porque si Jesús y su madre María, que son las personas que más le quieren, permitían esto, es que tenía que ser muy necesario, y él vivía aceptándolo".

La noche oscura

Aconsejado por su director espiritual, Pablo rezaba mucho -y pedía que se rezase- "por la noche oscura que vendrá". Y se le puede poner fecha concreta: "La noche oscura llegó la tarde-noche del 11 de julio. Nos lo dijo el pobre en la habitación del hospital. Estaba bastante afectado, bastante triste".

Pidió a sus familiares que le sostuvieran con la oración, y "el Señor no le falló": "Fue en el transcurso de esa noche y en la siguiente mañana cuando el Señor hizo su obra, y fue pasar de verle llorando y angustiado y con miedo (su director espiritual le decía: '¡No vas a ser tú menos que Nuestro Señor, que las pasó canutas en el huerto de Getsemaní!') a estar animado y deseando estar con su Dios".

La Cruz florecida

Este sentido de aceptación, de decirle a Dios "Señor, tú sabes más, vamos con ellos", ha sido la característica fundamental de los últimos meses de Pablo. Los asistentes al velatorio y al funeral lo vieron reflejado en un símbolo que estuvo presente: la Cruz florecida. "Es el secreto que nos ha querido explicar él: que la Cruz, que es un trozo de madera ensangrentado y que te mata, si la abrazas, si abrazas ese sufrimiento y lo aceptas, el Señor lo hará florecer", explica Miriam.

El día antes de la sedación previa a su muerte, hubo una misa familiar que Daniel recuerda como "preciosa, muy emotiva y una acción de gracias completa". Con su buen humor característico, cuando el sacerdote le preguntó durante la celebración si amaba a Jesús, Pablo respondió sonriendo: "¡Bueno, me he casado con Él, así que imagínatelo!"

Pudo despedirse brevemente de todos sus seres queridos y su cuñado percibió algo que le impresionó: "Estaba en paz. En esa lucha del cuerpo que esta sufriendo y por eso necesitaba la sedación, pero no expresaba ningún tipo de desesperación ni de miedo, al revés, decía que estaba preparado y listo. Quería dejar un mensaje claro a los jóvenes y a la gente de su alrededor: que la vida no acaba aquí y que la muerte no tiene que darnos miedo".

El impresionante mensaje de aceptación del dolor y de la muerte que dejó Pablo. 

La huella de Pablo

La huella que ha dejado Pablo se está dejando ya sentir. Daniel cuenta que una compañera de trabajo suya, que no es creyente, le dijo, emocionada: "No sé qué hay más allá, lo que sí sentí es muchísima paz y muchísimo amor".

Para el propio Daniel, la muerte de su cuñado es toda una lección, y le comentaba a su madre: "He visto que la muerte no da miedo siempre y cuando se lleve así, agarrado a Jesucristo, agarrado a todos los dones que el Señor te da en ese momento. Me gustaría morirme así".

Y el influjo es también en la propia vida de su hermana. Así lo desvela Miriam: "Todo este tiempo ha sido una carta de amor del Señor para mí, un toque de atención, porque ha llegado en un momento de mi vida en el que estaba siendo muy mezquina, me estaba guardando muchas cosas para mí en todos los ámbitos de mi vida. A mí el Señor me estaba diciendo con esto: 'Bueno, le he dado este regalo a tu hermano, ¿cuál es tu excusa para no convertirte hoy? ¿Cuál es tu excusa? Si te quiero dar esta paz, esta alegría... abraza la cruz conmigo, no tengas miedo'".

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