Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Lo explora el periodista y misionero salesiano Alberto López Herrero

Con los niños de los grupos armados: la Ciudad Don Bosco de Medellín construye perdón y vidas nuevas

"En la Ciudad Don Bosco los menores aprenden a respetar a los demás y a corresponder al cariño que reciben"
"En la Ciudad Don Bosco los menores aprenden a respetar a los demás y a corresponder al cariño que reciben"

ReL

Alberto López Herrero es un periodista salmantino del departamento de Comunicación de Misiones Salesianas, que se encuentra en Medellín (Colombia) para rodar un documental sobre el trabajo que realizan los religiosos de esta congregación con niños que han estado vinculados grupos armados.

En marzo del 2016 comenzó su viaje a Colombia para conocer la labor que los Salesianos realizan con Ciudad Don Bosco de Medellín. El portal Salamanca al día, recoge su testimonio y vivencias.

Por y para los demás
Vinculado desde niño al ambiente salesiano, Alberto López ha sido voluntario y cooperante en Bolivia, Venezuela, Paraguay, Perú, Argentina y Brasil. 

“Cuando viajas a sitios realmente necesitados, sin agua potable, sin electricidad nada más que unas horas al día, con menores que, con suerte, comen una vez al día y ves la alegría y el optimismo de los misioneros te das cuenta de lo realmente importante y de todo lo que queda por hacer, pero sobre todo, comprendes que no hay mal en el mundo que el amor no pueda curar", explica Alberto.

Hace más de un siglo que los Salesianos llegaron a Medellín. Cuando Ciudad Don Bosco se instaló en una de las zonas altas de la ciudad, en el barrio Aures, atendían in situ o en otras partes de la ciudad, más de media docena de programas de protección y prevención destinados a la infancia y juventud en riesgo.

En Ciudad Don Bosco nunca hay tiempo para descansar. Es una ciudad en la que siempre hay chicos de un lugar para otro yendo a sus clases técnicas, jugando en las canchas deportivas o haciendo talleres al aire libre. Los menores, adolescentes y jóvenes a los que atiende este centro necesitan atención.


Jóvenes de la Ciudad Don Bosco

La paz no puede imponerse, requiere un largo proceso que va desde la sinrazón de la violencia, pasando por el sufrimiento del dolor hasta el diálogo, el perdón y la reconciliación. Y para Alberto la única diferencia respecto a anteriores ocasiones es que ahora, gracias a los salesianos, "la ven posible y cercana".

La historia de Verú
"Mientras vamos desde el aeropuerto hasta Ciudad Don Bosco charlo con James Areiza, coordinador de los Programas de Protección de Ciudad Don Bosco. Hay una hora de camino para conocer las novedades del proceso que está viviendo Colombia en estos días", dice Alberto.

"Me cuenta que siguen llegando chicos pertenecientes a las guerrillas al CAPRE (Casa de Protección Especializada) de Ciudad Don Bosco. Sin embargo, como la situación es cambiante por las negociaciones de paz, los que llegan ahora son o porque los ponen en libertad o porque logran huir".

Recuerda el periodista que un día llegó un chico muy bien vestido que había huido del ELN (Ejército de Liberación Nacional). "Entre sus pertenencias traía 200.000 pesos colombianos, una inmensa fortuna para su edad que había conseguido de cobrar las ‘vacunas’ (extorsiones)”.

En este punto los menores son los que mejor saben explicar lo que la paz puede suponer para sus vidas y para su país. "Uno de los menores desmovilizados de los grupos armados era Verú", cuenta.


Alberto López, en el centro, junto a algunos de los jóvenes que reciben la ayuda de los Salesianos en Ciudad Don Bosco

El chico desde muy pequeño se fue a vivir con su hermano a la calle, pero nunca robaron ni consumieron drogas durante esa etapa. Trabajaban en lo que podían para sobrevivir. Esa unión fraternal se acabó cuando cada uno fue llevado a un hogar distinto y sus vidas se separaron.

Años después se reencontraron y, como tantos menores seducidos por cosas materiales entraron a formar parte de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). 

"El hermano mayor de Verú siempre fue un alma libre al que le gustaba pasear por la selva, tener sus ratos para él y que no llevaba muy bien lo de acatar órdenes. Fue avisado varias veces y hasta le hicieron un consejo de guerra. Ésa fue su última oportunidad, porque la siguiente decisión no fue el castigo, ni la tortura, sino directamente el fusilamiento", explica Alberto.

Dice Alberto recordando las palabras del joven que cuando el comandante, en la siguiente formación, dio la noticia de la muerte de su hermano, todos miraron a Verú. "Ese día todo cambió y dejó de tener sentido estar allí". Verú pensó en huir.

La vida de Verú cambió con aquella decisión, aunque todavía le quedaba un largo camino por recorrer. Pasó varios días desorientado por la montaña, llamó a familiares y se entregó a un batallón de militares que lo llevaron al centro que atienden los Salesianos en Medellín. Así llegó a la Ciudad Don Bosco.


Sacerdotes salesianos reunidos en la Ciudad Don Bosco

Desde aquel día, Verú, gracias a su esfuerzo, ha conseguido ponerse al nivel académico de cualquier adolescente de su edad. "En los últimos años ha pasado de creer, decir y defender que «un arma te daba la vida y no tenerla te la quitaba en cualquier momento» a «la paz empieza por uno mismo»”, cuenta el periodista.

El CAPRE cambia vidas
Traspasar las puertas del CAPRE supone entrar en la diversidad: allí conviven más de medio centenar de menores entre 14 y 18 años, chicos y chicas de todas las razas unidos por experiencias traumáticas relacionadas con la violencia y el conflicto armado de Colombia.

Todos han tenido un fusil en sus manos, todos han pasado frío, hambre, han sentido soledad, se han arrepentido mil veces de su decisión de alistarse con los grupos armados.

Los chicos fueron entrenados para infligir dolor, para matar, para descuartizar cuerpos sin miramientos. Las chicas saben lo que es desear morirse tras haber sufrido abusos de todo tipo y abortos.

Gracias a las actividades y terapias que el CAPRE organiza para estos jóvenes, van aprendiendo a comportarse, a valorar la oportunidad que tienen por delante, a respetarse y, de esa forma también, a respetar a los demás y a corresponder al cariño que reciben.
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