Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Miles de miembros del Camino Neocatecumenal asisten este jueves al funeral por Carmen Hernández

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Carmen Hernández tenía 85 años. Inició el Camino Neocatecumenal junto a Kiko Argüello.
Carmen Hernández tenía 85 años. Inició el Camino Neocatecumenal junto a Kiko Argüello.

Este jueves 21 de julio a las 18.00 horas se celebra en la catedral de la Almudena el funeral por Carmen Hernández, iniciadora del Camino Neocatecumenal junto a Kiko Argüello, fallecida este martes a los 85 años de edad en su residencia de Madrid.
 
La ceremonia estará presidida por el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, y concelebrarán, entre otros, los cardenales Stanislaw Rylko, presidente del Pontificio Consejo para los Laicos; Ricardo Blázquez, presidente de la Conferencia Episcopal Española y arzobispo de Valladolid; Antonio María Rouco Varela, arzobispo emérito de Madrid; y Carlos Amigo, arzobispo emérito de Sevilla, así como el nuncio de Su Santidad en España, Renzo Fratini.
 
Según informa en nota de prensa el Camino Neocatecumenal, al acto acudirán miles de personas del Camino Neocatecumenal procedentes de todo el mundo, en especial los equipos de catequistas itinerantes que llevan adelante la evangelización en todo el mundo. También participarán numerosos representantes de movimientos, asociaciones así como de otras realidades eclesiales de la Iglesia.
 
Carmen Hernández, una vida de misión
Carmen Hernández nació en Ólvega (Soria, España) el 24 de noviembre de 1930. Era la más joven de ocho hermanos (cuatro hombres y tres mujeres) y vivió su infancia en Tudela.
 
En Javier frecuentó la escuela que la Compañía de Jesús (Jesuitas) tenía en Javier. Bajo la influencia del espíritu misionero de San Francisco Javier, desde muy joven sintió la vocación de partir en misión a la India, y con 15 años quiso hacerlo con la certeza de la importancia de la evangelización en su vida.
 
Gracias al padre Sánchez, un jesuita de Extremadura, profundizó en el estudio de la Escritura y de la espiritualidad.
 
Por voluntad de su padre en 1954 comienza a estudiar Químicas en Madrid, donde se licencia con las máximas calificaciones en 1958.
 
Durante un tiempo trabaja con su padre en la industria alimentaria en una fábrica que la familia tenía en Andújar (Jaén), pero decide dejarlo para trasladarse de nuevo a Javier. Allí habían surgido las Misioneras de Cristo Jesús, un instituto misionero con el propósito de evangelizar en todo el mundo. Carmen, conocedora de esta nueva realidad, acude a visitarlas y comienza a vivir junto a ellas el espíritu misionero que tanto anhelaba.
 
Después del noviciado, estudia Teología en la casa de formación teológica para religiosos en Valencia. Allí, gracias al padre Suárez O.P., que participó en el Concilio Vaticano II como consultor, conoció las principales corrientes de cristología y de filosofía tomista.
 
En 1960 fue destinada a la India, para lo que antes tuvo que prepararse en Londres (en aquel entonces el país asiático pertenecía a la Commonwealth), donde permaneció un año. En ese tiempo, se da un cambio de dirección en las Misioneras de Cristo Jesús que limitaba su apertura a la misión, por lo que Carmen regresa de Londres a Barcelona.
 
Allí entra en contacto con el arzobispo de entonces, Gregorio Modrego y con el padre Morán, un profesor de Teología Moral de Barcelona. Este tiempo fue para Carmen un tiempo de “descendimiento” o “kenosis”, pero también de gracia.
 
En Barcelona conoce también al padre Pedro Farnés Sherer, profesor en el Instituto Litúrgico de París que trabajaba por la renovación litúrgica que preparaba el Concilio.
 
En sus clases, el padre Farnés presentaba las fuentes pascuales de la Eucaristía y una eclesiología renovada que presentaba a la Iglesia como luz de las naciones. El vivo contacto de Carmen con los autores de esta renovación conciliar tuvo una gran influencia, más tarde, en la formación de las catequesis del Camino Neocatecumenal.
 
En 1963 Carmen se establece en Tierra Santa durante dos años, recorriéndola completamente, trabajando en casas de hebreos y de árabes. Particularmente para ella fueron importantes algunos lugares: el Monte de las Bienaventuranzas, la roca del Primado de Pedro, Ein Karem, Jerusalén…
 
A su regreso a Madrid comienza a trabajar en las barracas de la periferia pensando ir de misionera a Bolivia con otros laicos célibes. Allí conoce a Kiko Argüello, que vivía en las cercanas barracas de Palomeras Altas, una de las zonas más marginadas de la capital. Allí, en medio de los pobres, ambos descubrieron la fuerza del Misterio Pascual y de la predicación del Kerigma (la Buena Noticia de Cristo muerto y resucitado) y vieron nacer la primera comunidad.
 
Gracias a la confirmación de esta nueva realidad por el entonces arzobispo de Madrid, Casimiro Morcillo, Carmen colabora con Kiko llevando a las parroquias –primero a Madrid, después a Roma y a partir de entonces a otras ciudades y naciones– esta obra de renovación de la Iglesia.
 
En 1974, el Papa Pablo VI recibió personalmente a Carmen junto a Kiko y al padre Mario Pezzi y la revista Notitiae publicó un elogio de la obra evangelizadora iniciada por ellos, dando por primera vez el nombre de “comunidades neocatecumenales”.
 
En 1990, el Papa San Juan Pablo II reconoció el Camino como “un itinerario de formación católica válido para los tiempos y para la sociedad de hoy” y en 1997 el Camino inició una nueva etapa con la preparación del Estatuto que tuvo su primera aprobación ad experimentum en 2002 y su aprobación definitiva en 2008.
 
El Estatuto del Camino Neocatecumenal confirma la obra de Carmen Hernández como co-iniciadora y responsable a nivel mundial del Camino Neocatecumenal.
 
En 2002 fue aprobado el Directorio Catequético del Camino, donde se plasma también toda la vida de Carmen: su amor al Papa, el cuidado por el contacto de las comunidades neocatecumenales con el magisterio papal y la fidelidad al magisterio de la Iglesia, el estudio incesante de los Padres y Doctores de la Iglesia antigua y moderna…
 
Carmen es sobre todo la autora de las catequesis del Camino sobre la Palabra de Dios, el sacramento de la penitencia, las fuentes de la Eucaristía y el dinamismo del Misterio Pascual, con la riqueza de referencias litúrgicas de la Iglesia a las tradiciones y liturgias judías.

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