Randy Hain es hoy un evangelizador entusiasta
Había sido agnóstico, con 40 años decidió ir a misa... y Dios le tocó con una experiencia tumbativa
Randy Hain tiene un cargo gerente en una importante empresa norteamericana, y también es un evangelizador entusiasta mediante libros e internet. Sin embargo, no siempre fue así. Durante su juventud se alejó de Dios y se declaró agnóstico. No fue hasta 2006 que entró en la Iglesia católica, con una experiencia asombrosa que vivió en una misa. Cuenta su historia en inglés en ChNetwork.org.
De niño baptista a agnóstico alejado de Dios
Randy fue educado por unos padres cristianos y trabajadores, que le enseñaron “valores que aún hoy vivo”. A los 9 años, la familia llegó a un pueblo pequeño en el sur de Georgia y empezó a asistir a una iglesia protestante baptista. Él recuerda haber sido bautizado a esa edad y haber salido en una “llamada al altar” para “recibir la salvación” del Señor.
Pero en la adolescencia se alejó de Dios. Los oficios religiosos no le interesaban, y le parecía que el predicador “se inventaba cosas, buscando el espectáculo, y no el mensaje de Dios”. A los 16 años anunció que no pensaba ir más a la iglesia. Hubo discusión con sus padres, pero al final ellos cedieron, pensando que él pronto recuperaría el interés por las cosas de Dios. Y así se alejó de la fe... durante décadas.
Como estudiante en la Universidad de Georgia, Randy se dedicó sobre todo a divertirse con los amigos. “Ignoré todo lo que me habían enseñado de niño en la iglesia y abracé casi todo lo que en mi corazón sabía que estaba mal”. A los amigos les decía que era agnóstico.
Un trabajadicto con éxito
En 1989 se graduó con un título de Ciencias Políticas pero enseguida encontró trabajo como ejecutivo en el mundo de la distribución. Dedicaba muchas horas, viajaba mucho, era un auténtico adicto al trabajo y le iba bien.
En 1993 conoció a una chica llamada Sandra, que tenía una gran familia italo-polaca neoyorquina. Aunque había sido bautizada católica, sus padres nunca la llevaron a misa, ni la confirmaron. Randy a estas alturas ya no se consideraba agnóstico, le parecía que Dios debía existir, pero eso no le afectaba en casi nada. Se casaron en 1994 en una iglesia metodista y hablaron sobre si debían ir a alguna iglesia, sin que de verdad les interesara a ninguno y sin tomar ninguna decisión.
Un hijo especial
En 1997 nació su primer hijo, Alex. Randy ganaba dinero, Sandra podía estar en casa… pero el niño, descubrieron, tenía autismo. Entraron en una espiral emocional: por qué nosotros, qué vamos a hacer, qué es esto… No sabían rezar y se sentían desesperados. Finalmente tomaron conciencia de que en vez de centrarse en sus sentimientos, debían centrarse en su hijo, en ayudarle, darle lo mejor…
Volvieron a hablar acerca de integrarse en alguna iglesia, de nuevo sin decidirse. Sentían que necesitarían a Dios, pero no sabían cómo acercarse a Él. Mientras tanto, en 2001 nació su segundo hijo.
Conduciendo, una parroquia bonita
En 2005 Sandra vio una parroquia bonita, con un terreno alrededor, cerca de casa: la parroquia católica Saint Peter Chanel. Se la describió con emoción a Randy y se plantearon la posibilidad de conocerla. Antes Sandra preguntó a amigos acerca del catolicismo y leyó sobre el tema.
A Randy le interesaba saber más de la historia y las tradiciones del catolicismo, pero estaba muy precavido respecto a la idea de hacerse católico. Pensó que valía la pena al menos explorar la parroquia. El párroco, el padre Frank, les recibió amablemente y les presentó a otros parroquianos. Decidieron empezar a ir a misa allí los domingos. Sandra se apuntó al curso de iniciación cristiana para adultos.
Por el momento era sólo un acercamiento exploratorio, pensaba Randy. Pero en una de esas misas en octubre de 2005 vivió una experiencia que lo transformó.
Una experiencia en misa
Se había despertado inquieto esa mañana, y nada más empezar la misa se le puso la cara “blanca como una sábana, sudando, con gran ansiedad. Mi familia pensó que me estaba dando un ataque al corazón. Duró unos 10 minutos”.
“Recuerdo que pensé, por primera vez en mi vida: ‘Jesús, ya no sé qué hacer y necesito tu ayuda. Me rindo. Por favor, condúceme y te seguiré’. Y tan pronto pensé esas palabras, sentí como un empujón fuerte por detrás… y me sentí absolutamente bien”.
Al día siguiente habló con un diácono de la parroquia que le explicó que probablemente se trataba de un “empujón” del Espíritu Santo para hacerle superar “23 años de tozudez, orgullo y ego que me habían estado alejando de Cristo”. Ahora, con 40 años, había llegado por fin su momento de entregarse, de rendirse a Cristo, “de ponerle a Él por delante de mí”.
“Experimenté un morir a mí mismo en el mismo momento en que reconocí que yo ya no estaba al mando de mi vida; me asombra que nunca me sentí más fuerte y vivo que en ese momento en que escogí confiarme y entregarme a Su voluntad”, afirma.
Un nuevo católico
Lleno de fervor, Randy se volcó en leer sobre la fe, acudir a hablar con los sacerdotes y diáconos, aprender apologética, recibir clases de Biblia, leer sin cesar… “Mi despertar espiritual tomó por sorpresa a mi familia y mis amigos”. Bautizaron a los niños en 2006, y se apuntó al curso de iniciación cristiana de adultos.
Hoy mantiene su cargo directivo en una importante empresa y lo combina con muchas actividades evangelizadoras, como la web e iniciativa The integrated catholic life, la Convención Anual Católica de Negocios de Atlanta, el Catholic Business Café y el Ministerio Asociación Empresarial Saint Peter Chanel. Además, escribe libros y folletos sobre la fe, liderazgo, familia, capital humano y uno sobre niños con necesidades especiales. Este años 2016 cumple una década como católico.
De niño baptista a agnóstico alejado de Dios
Randy fue educado por unos padres cristianos y trabajadores, que le enseñaron “valores que aún hoy vivo”. A los 9 años, la familia llegó a un pueblo pequeño en el sur de Georgia y empezó a asistir a una iglesia protestante baptista. Él recuerda haber sido bautizado a esa edad y haber salido en una “llamada al altar” para “recibir la salvación” del Señor.
Pero en la adolescencia se alejó de Dios. Los oficios religiosos no le interesaban, y le parecía que el predicador “se inventaba cosas, buscando el espectáculo, y no el mensaje de Dios”. A los 16 años anunció que no pensaba ir más a la iglesia. Hubo discusión con sus padres, pero al final ellos cedieron, pensando que él pronto recuperaría el interés por las cosas de Dios. Y así se alejó de la fe... durante décadas.
Como estudiante en la Universidad de Georgia, Randy se dedicó sobre todo a divertirse con los amigos. “Ignoré todo lo que me habían enseñado de niño en la iglesia y abracé casi todo lo que en mi corazón sabía que estaba mal”. A los amigos les decía que era agnóstico.
Un trabajadicto con éxito
En 1989 se graduó con un título de Ciencias Políticas pero enseguida encontró trabajo como ejecutivo en el mundo de la distribución. Dedicaba muchas horas, viajaba mucho, era un auténtico adicto al trabajo y le iba bien.
En 1993 conoció a una chica llamada Sandra, que tenía una gran familia italo-polaca neoyorquina. Aunque había sido bautizada católica, sus padres nunca la llevaron a misa, ni la confirmaron. Randy a estas alturas ya no se consideraba agnóstico, le parecía que Dios debía existir, pero eso no le afectaba en casi nada. Se casaron en 1994 en una iglesia metodista y hablaron sobre si debían ir a alguna iglesia, sin que de verdad les interesara a ninguno y sin tomar ninguna decisión.
Un hijo especial
En 1997 nació su primer hijo, Alex. Randy ganaba dinero, Sandra podía estar en casa… pero el niño, descubrieron, tenía autismo. Entraron en una espiral emocional: por qué nosotros, qué vamos a hacer, qué es esto… No sabían rezar y se sentían desesperados. Finalmente tomaron conciencia de que en vez de centrarse en sus sentimientos, debían centrarse en su hijo, en ayudarle, darle lo mejor…
Volvieron a hablar acerca de integrarse en alguna iglesia, de nuevo sin decidirse. Sentían que necesitarían a Dios, pero no sabían cómo acercarse a Él. Mientras tanto, en 2001 nació su segundo hijo.
Conduciendo, una parroquia bonita
En 2005 Sandra vio una parroquia bonita, con un terreno alrededor, cerca de casa: la parroquia católica Saint Peter Chanel. Se la describió con emoción a Randy y se plantearon la posibilidad de conocerla. Antes Sandra preguntó a amigos acerca del catolicismo y leyó sobre el tema.
A Randy le interesaba saber más de la historia y las tradiciones del catolicismo, pero estaba muy precavido respecto a la idea de hacerse católico. Pensó que valía la pena al menos explorar la parroquia. El párroco, el padre Frank, les recibió amablemente y les presentó a otros parroquianos. Decidieron empezar a ir a misa allí los domingos. Sandra se apuntó al curso de iniciación cristiana para adultos.
Por el momento era sólo un acercamiento exploratorio, pensaba Randy. Pero en una de esas misas en octubre de 2005 vivió una experiencia que lo transformó.
Una experiencia en misa
Se había despertado inquieto esa mañana, y nada más empezar la misa se le puso la cara “blanca como una sábana, sudando, con gran ansiedad. Mi familia pensó que me estaba dando un ataque al corazón. Duró unos 10 minutos”.
“Recuerdo que pensé, por primera vez en mi vida: ‘Jesús, ya no sé qué hacer y necesito tu ayuda. Me rindo. Por favor, condúceme y te seguiré’. Y tan pronto pensé esas palabras, sentí como un empujón fuerte por detrás… y me sentí absolutamente bien”.
Al día siguiente habló con un diácono de la parroquia que le explicó que probablemente se trataba de un “empujón” del Espíritu Santo para hacerle superar “23 años de tozudez, orgullo y ego que me habían estado alejando de Cristo”. Ahora, con 40 años, había llegado por fin su momento de entregarse, de rendirse a Cristo, “de ponerle a Él por delante de mí”.
“Experimenté un morir a mí mismo en el mismo momento en que reconocí que yo ya no estaba al mando de mi vida; me asombra que nunca me sentí más fuerte y vivo que en ese momento en que escogí confiarme y entregarme a Su voluntad”, afirma.
Un nuevo católico
Lleno de fervor, Randy se volcó en leer sobre la fe, acudir a hablar con los sacerdotes y diáconos, aprender apologética, recibir clases de Biblia, leer sin cesar… “Mi despertar espiritual tomó por sorpresa a mi familia y mis amigos”. Bautizaron a los niños en 2006, y se apuntó al curso de iniciación cristiana de adultos.
Hoy mantiene su cargo directivo en una importante empresa y lo combina con muchas actividades evangelizadoras, como la web e iniciativa The integrated catholic life, la Convención Anual Católica de Negocios de Atlanta, el Catholic Business Café y el Ministerio Asociación Empresarial Saint Peter Chanel. Además, escribe libros y folletos sobre la fe, liderazgo, familia, capital humano y uno sobre niños con necesidades especiales. Este años 2016 cumple una década como católico.
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