«Sueño con contar a la gente lo importante, lo que tenemos dentro de nosotros, la imagen de Dios»
Alina-Maria Balaj tiene 24 años y es de Rumanía. Proviene de una familia cristiana comprometida y guarda desde la infancia experiencias extraordinarias de la cercanía de Dios en su vida. Estudia Comunicación Institucional en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma, una Institución a la que ayuda CARF (Centro Académico Romano Fundación). Su reto es ofrecer formación a los jóvenes de su país desde una óptica cristiana. Este es su testimonio:
"Tuve claro en seguida que Dios tenía un plan mejor para mí"
"Tengo muy buenos recuerdos de mi infancia, sobre todo de mi abuela que me enseñó a rezar. Recuerdo el camino que recorría con mi abuela todos los domingos por la mañana para ir a la Iglesia. A la ida se me hacía muy largo, pero a la vuelta, corto. El pueblo donde veraneábamos está pie de montaña y el trayecto para ir a misa me parecía muy lindo: con mi abuela, las vacaciones, el aire fresco, el olor a heno recién secado, ese color verde de los árboles. Recuerdo también cómo sonaba ese buen día que le dábamos a todos los que conocíamos en la calle, la única calle del pueblo que, para todos, tenía una sola dirección los domingos: hacia la Iglesia.
Otro de los recuerdos que guardo en mi alma son las oraciones que rezaba cada noche con mi abuela, antes de acostarme: de hecho, ella me enseñó a orar con toda el alma abierta. La oración era y es algo algo esencial para mi abuela, forma parte de su vida. Antes de comenzar cualquier actividad, se persigna (la señal de la cruz); antes de viajar invoca a Jesucristo, y cuando recibe algún regalo de Dios, se lo agradece a Nuestra Señora. Dios estuvo presente en su vida desde joven y logró transmitirnos esta fe, este optimismo, esta alegría de vivir con Dios. Siempre será un modelo para mí. Quedan en mi corazón y en mi vida algunas palabras de ella que me dijo antes de que me viniera para Roma: “Qué el Señor ponga en tu camino solamente personas buenas, con fe y benditas». Y pues, sin duda alguna puedo decir que sus palabras se cumplen en mi vida todos los días.
La fe en Dios me lleva a pensar que nada es por casualidad, que todo es parte de un plan divino, aunque somos nosotros quienes tenemos la libertad de elegir esos caminos o no. Pero el final siempre los encontramos cuándo y dónde debemos de encontrarlo. Me gusta pensar que Dios trabaja a través de cada uno de nosotros. De hecho, somos las herramientas más hermosas que Él usa para diseñar esta gran y hermosa imagen de la historia de la humanidad. Todos somos importantes de una manera especial para Dios.
El deseo profundo de vivir en Roma
Llegué a Roma con una beca Erasmus de una universidad pública. Fue una experiencia bastante agradable, pero muy muy difícil. Fue como una prueba. No obstante, después de regresar a mi país, seguía teniendo en mi corazón el deseo de vivir en Roma, pero en un sentido mucho más profundo. Un sacerdote rumano destinado en Milán, un hombre de gran fe, me aconsejó que continuara mis estudios en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, una universidad que él mismo había frecuentado muchos años antes. Y acepté este desafío y regresé a Roma.
Tuve claro en seguida que Dios tenía un plan mejor para mí, en un lugar que no es una institución, sino una familia: la Universidad Pontificia de la Santa Cruz . Comencé aquí a estudiar Comunicación Social Institucional y no tengo palabras suficientes para describir esta experiencia, primero por el alto nivel de enseñanza, por la recepción por parte de todos los profesores, luego también por el pequeño mundo que se encuentra en mis clases. Sí, de verdad un pequeño mundo, porque mis compañeros vienen de todas partes. Aquí he descubierto la verdadera universalidad de la Iglesia que se vive todos los días, y es una forma de entender y aprender cuán pequeño y grande es el mundo al mismo tiempo.
Con mis estudios sueño con comunicar y contarle a la gente, sobre todo a los jóvenes, lo importante que es lo que tenemos dentro de nosotros, o sea la imagen de Dios, y también qué hermoso regalo puede ser el conocimiento, la formación, ya sea a través de los libros o a través de los nuevos medios de comunicación. Lo importante es que sea una formación verdadera, libre y con un sentido crítico, a partir de nuestra historia, de nuestras raíces, de quiénes somos, de dónde venimos y de cuál es nuestro destino.
Los sacrificios de los mártires de Rumanía
Sobre mi país puedo decir que no podemos vivir en el presente y pensar en el futuro sin conocer cuántos sacrificios han hecho los que nos precedieron, especialmente en mi país y especialmente en un momento no muy lejano a nuestro presente, un tiempo vivido por nuestros padres y nuestros abuelos, hace más de 30 años, en un período negro para nuestra Iglesia rumana, un momento en que 7 obispos y muchos otros sacerdotes, hombres de fe y cultura, sacrificaron sus vidas por nuestra fe.
Los 7 obispos son hoy el modelo vivo, un testimonio para todo el país, sobre todo después de su beatificación celebrada por el Santo Padre en junio de este año. Éste es un trabajo por hacer: recordar y enseñar a las personas el pasado, para que podamos perdonar y construir el futuro.
Siendo mujer, justamente, y guardando mis sueños, podré contribuir para hacer un mundo mejor. Tal vez este pensamiento pueda parecer un poco idealista, pero también trato de mantener los pies en la tierra, y no olvido que vivimos en una época secularizada. Por eso estoy tratando de hacer al menos lo que mi familia me enseñó y lo que ella misma está haciendo, tanto para la vida de la Iglesia como para la sociedad misma: no pensar solamente en mi misma, sino dedicarme a una comunidad, enseñar, capacitar a los jóvenes, abrir alas y ventanas.
Entre dos fronteras
Rumanía es un país que siempre se ha encontrado en la frontera entre los mundos occidental y oriental. Nunca ha sido fácil y todavía es un gran desafío, y lo veo sobre todo ahora que tengo la suerte de vivir, digamos, en dos dos lugares al mismo tiempo: Roma y Rumanía. Volviendo a la realidad de mi país, hay tantos retos en Rumanía, retos que tal vez no se ven ahora, pero que se verán quizás en 20 años: ante todo, el presente y el futuro de los jóvenes.
Sí, porque si no pensamos en su presente, su futuro ya está perdido, y en el presente de los jóvenes sobre todo está la educación y la formación cristiana que siguen siendo una tarea para toda la sociedad y, sin embargo, ahora no nos estamos dando cuenta de que sirven tanto.
Los jóvenes siempre tienen sueños, pero cada día tienen menos coraje de luchar para hacerlos realidad. En su profundo, esconden una fe muy fuerte, pero los desafíos de la vida cotidiana no les permiten manifestarla. Es una fe bastante pasiva, que necesita algún estímulo del exterior.
La visita del Papa Francisco
La visita del Santo Padre, por ejemplo, fue un gran mensaje para todo el pueblo cristiano rumano: católicos, greco-católicos e incluso ortodoxos. Recuerdo a mis amigos (que tal vez en la vida de la Iglesia no son muy activos) que me llamaron por teléfono porque estaban viendo los acontecimientos en la tele, mientras yo misma estaba trabajando para cubrirlos como periodista, y me dijeron lo impresionados que estaban y ese mensaje de paz y fe lo ha transmitido “este hombre sencillo”.
Hay mucho por hacer, y se puede hacer, porque vemos que somos las herramientas de Aquel que nos ayuda a superar todos los pasos de nuestra vida, y que sobre todo nos da la alegría de vivir cada día con serenidad.