El Santísimo le llamaba con fuerza; tras años de labor policial, Ernesto Piraino optó por Dios
Cuando era policía, decía a su novia que iba al gimnasio cuando iba a adoración; hoy es sacerdote
TG2000, TV200it y otros medios han publicado vídeos en italiano contando la historia de vocación de Ernesto Piraino. En 1999, con 20 años, ya vestía el uniforme de policía nacional en Bérgamo (Italia). Sirvió en diversas localidades del sur de Italia, en Campobasso, Reggio Calabria, en Sicilia, Gela y Messina.
En Reggio Calabria, en año 2006, se dio cuenta de que necesitaba pasar tiempo con Dios a solas. En Sicilia, aprovechando que trabajaba con jóvenes de una parroquia en tareas de prevención contra el crimen, trataba de pasar el máximo tiempo posible ante el Santísimo Sacramento. Era una necesidad, dice.
Su novia, con quien llevaba ya dos años de relación, le decía en broma que si quería ser sacerdote se lo dijese claramente. Él respondía que sólo quería “ratos de silencio y meditación”. Pero para que ella no se molestase, empezó a esconder su frecuencia a la adoración. A ella le decía que iba al gimnasio cuando en realidad iba a orar a la iglesia.
Deseo creciente de entregarse a Él
“El Señor comenzó a hablarme al corazón de manera cada vez más clara. Día tras día, creció en mí el deseo de entregarme a Él en el sacerdocio”. Su director espiritual en ese momento no le presionó en absoluto, algo que agradece. Esa discreción, dice, "hizo que la semilla madurara con el tiempo".
En 2007 dejó los estudios de derecho que había iniciado y se matriculó para ir realizando estudios en la Facultad de Teología del Instituto Santo Tomás de Messina, sin dejar la policía. Tres años después, una noche de febrero del año 2010, estando en la capilla del seminario, sintió, dice, "un fuerte deseo de dejarlo todo para entregar mi vida al Señor en el sacerdocio”. Era la confirmación definitiva.
Tras 18 años siendo policía, el 11 de febrero de 2017, fiesta de Nuestra Señora de Lourdes a quien confió su ministerio, Ernesto fue ordenado sacerdote por el obispo de San Marco Argentano-Scalea, Leonardo Bonanno. Su primer destino fue la iglesia de San Pedro Apóstol en Roggiano Gravina en la provincia de Cosenza (Calabria)
“El don que me ha llegado es indescriptible -concluye Ernesto- precisamente porque es un don de Dios. Ya tenía una vida plena con una interesante carrera laboral, además de una hermosa y significativa vida emocional, pero el Señor evidentemente tenía otros planes".
(Una versión previa de esta historia la publicó en español el digital Portaluz)