Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

«La alegre precariedad»: Blaise, el sacerdote que desde niño ha superado todo unido a la providencia

Blaise Olok Njama Muteck, sacerdote de Camerún
Blaise es sacerdote y en estos momentos se forma en Roma para impulsar proyectos evangelizadores en su diócesis de Camerún

ReL

Blaise es un joven sacerdote de Camerún que proviene de una familia católica muy pobre y que pasó muchas dificultades para poder llegar a ser sacerdote. Él lo llama una "alegre precariedad" y con esta fe ha vivido todos estos acontecimientos de pobreza primero en su infancia y luego en su vida sacerdotal.

La "alegre precariedad" va intensamente unida a la "providencia". Y así ha sido como ahora está pudiendo formarse en Roma para luego impulsar proyectos en su diócesis gracias a una beca del CARF (Centro Académico Romano Fundación). Este es el testimonio en primera persona de este joven y feliz sacerdote:

Blaise, sacerdote de Camerún y su “alegre precariedad”

Soy Blaise Olok Njama Muteck, tengo 35 años, y soy sacerdote de la Diócesis de Bafang (Camerún) desde hace 4 años. Soy el pequeño de una familia de 6 hermanos: 3 niños y 3 niñas.

Mi vida siempre ha transcurrido en una alegre precariedad, lo que me ha hecho experimentar bien cuán importante es la Providencia de Dios.

Y esa precariedad comenzó muy pronto en mi vida: al día siguiente de mi nacimiento, mi papá perdió su trabajo, pero esta lamentable situación no me impidió ir a la escuela, ya que provengo de una familia arraigada en la fe católica que nunca ha dejado de fomentarme en tener una buena formación.

Durante mi infancia, mientras asistía a la escuela primaria, recibí los sacramentos de iniciación cristiana que me permitieron practicar mi fe en la parroquia Nuestra Señora del Buen Consejo en Tombel como niño de coro durante más de 5 años. Fue durante este período que sentí la llamada a  convertirme en sacerdote que se hizo más clara con el tiempo.

El sacerdote Blaise, en su misión en Camerún

Después de la escuela primaria, papá me preguntó qué quería llegar a ser en la vida. Le respondí: ser sacerdote. No sé si mi respuesta le gustó, pues en seguida me mandó a la cama.

Excluido por falta de medios

Dos semanas después, me hizo la misma pregunta y mi respuesta fue la misma. Así que, finalmente me matriculó en el Petit Séminaire Saint Michel de Melong, donde pude estudiar por un año a pesar de la escasa pensión de jubilación de mi padre.

Después de un año fui excluido del seminario debido a la falta de pago de mi matrícula. Dos años después, mi padre murió y todo se complicó aún más, ya que nadie podía hacerse cargo de mi formación.

«Mi hermana se sacrificó»

Pero la Providencia trabajaba por nosotros y lo hizo todo más fácil, ya que mi hermana mayor, la primera hija de la familia, fue contratada en un banco: fue ella, pues, quien se sacrificó por mí lo suficiente como para completar mis estudios primero en el Seminario Menor y luego en el Seminario Mayor “Pablo VI”, en la ciudad de Douala.

Después de mi formación, fui ordenado diácono y asignado como vicario en la parroquia de St. Paul de Nkondjock (en las afueras de la ciudad) donde, además de la falta de agua potable y la inestabilidad de la electricidad, me encontré una vez más, y esta vez como sacerdote, en la alegre precariedad de la cual ya había hablado.

Fue una experiencia difícil, obviamente, pero al igual fue hermosa y rica. Pasé dos años en este pueblo y allí mismo fui ordenado sacerdote, el 30 de enero de 2016. Así, al año siguiente, el obispo me confió un nuevo cargo: pastor de una parroquia de lengua inglesa, en Bafang y director del colegio de St. Paul, además de capellán de los colegios St. Paul y St. Mary.

Blaise Olok Njama Muteck, sacerdote de Camerún

Una diócesis joven

Hay que saber que en mi país la precariedad también se expresa a través de la presencia de dos idiomas oficiales: el francés y el inglés, además de los idiomas locales. Así que todos tenemos que ser capaces de hablar en varios idiomas.

Me quedé, pues, tres años en este oficio, antes de que mi obispo decidiera mandarme a Roma para estudiar.

Nuestra diócesis, de hecho, es muy joven, pobre (tan solo tiene ocho años) y rural. Su población es campesina y vive de la pequeña agricultura. Pero mi obispo es muy carismático y visionario, de ahí su deseo de crear estructuras que puedan darle a la diócesis cierta autonomía para impulsar su desarrollo.

Una universidad católica

Durante los últimos 3 años, pues, ha establecido una Universidad Católica “St. John Paul II”, ya que su deseo es guiar a los jóvenes de nuestra diócesis desde el jardín de infancia hasta la universidad dándoles sacerdotes que puedan ser sus mentores para perpetuar el catolicismo que está al borde de la extinción debido a la secularización que está en pleno apogeo.

Y éste es otro reto: en un país pobre, secularizado y además con la emergencia del coronavirus en todo el mundo, ¿cómo era posible pensar en ir a Roma, y quién estaría dispuesto a ayudarnos en esta tarea?

Gracias a CARF

La respuesta de la Providencia, en este caso también, no tardó: el CARF, Centro Académico Romano Fundación, me otorgó una beca de estudio y así, superando los obstáculos de la cuarentena, he podido llegar a Roma a tiempo para empezar mis estudios de Comunicación.

Mi obispo, pues, quiere dar a sus sacerdotes una formación de calidad para que puedan volver a enseñar en la universidad que él mismo estableció hace poco tiempo, haciéndola más competitiva y también capaz de impulsar una formación que tenga un alma y valores de calidad, o sea que influencie el mundo  con su originalidad.

Radio Lumen gentium

Además, el año pasado mi obispo fundó una radio: radio Lumen gentium, que es una herramienta de comunicación imprescindible y necesaria para la evangelización de hoy: en su opinión,  esta estructura tiene que dirigida a largo plazo por sacerdotes bien formados en la comunicación, de ahí mi razón de estar en Roma.

Como sacerdote joven y aprovechando esta oportunidad, puedo asegurarles a todos mis benefactores del CARF que daré lo mejor de mí para poder formarme y servir a la Iglesia y a mi diócesis.

Soy muy consciente de los desafíos de mi diócesis y de los sacrificios hechos por mis bienhechores, a quienes ya deseo expresar mi profunda gratitud, pero tengo confianza en Dios y en su Providencia, como siempre he hecho en mi vida gracias a la alegre precariedad que tanto ha sido preciosa para experimentar la misericordia y la ayuda del Señor.

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