La eslovaca Dária Miezgová
Era una apasionada comunista, pero la lectura de San Francisco de Sales le cambió: hoy es adoradora
Apostaba a que era posible situarse en un camino de vida donde felicidad y plenitud se dieran la mano. Pasaron décadas para comprender y aceptar que no estaba en la ideología ni menos en los liderazgos del Partido la guía, la meta clara
“Mi búsqueda de Dios, que es ir hacia la plenitud de la vida y la felicidad, se encuentra todavía en proceso”, cuenta a TV Lux desde su natal Eslovaquia Dária Miezgová, quien alguna vez fuera una apasionada y activa militante comunista en la capital, Bratislava.
Pero no siempre transcurrió en “el Partido” su vida. Nuestra protagonista confidencia que se crió en una familia cristiana… con una madre creyente, aunque poco fervorosa. Concretamente la recuerda como “racional, amorosa, pero estricta”. Dária, desde adolescente soñaba con salir pronto de casa. Estaba convencida, apunta, que su vida sería fascinante si lograba “entregarla por grandes ideales”.
Activista atrapada en los ideales
Así, para poder estudiar en la escuela secundaria tuvo que adaptarse y vivir en un dormitorio de la escuela, en Bratislava. “Era la época del comunismo cuando se nos decía todo: qué hacer, qué pensar, lo que debía gustar, etcétera. Pero siempre en mi interior vivía la rebelde que necesitaba saber lo que había más allá, por qué cosas quería luchar yo, simplemente era una idealista (o quizás ingenua) y una extremista al mismo tiempo”.
Dária se apuntaba a cuanta actividad le fuere posible. Con poco sesgo, recuerda que le atraían tanto las discotecas más en boga de la época, como la literatura clandestina, a la par que gustaba también textos clásicos de Marx o Stalin. “Así es como, convencida y libremente, me convertí en una miembro del partido comunista. A pesar de que iba a la Iglesia y creía en Dios. No lo sentía como una contradicción. Los ideales comunistas parecían ser los mismos que los ideales cristianos. Vivía intensamente... Si no entendía algo podía escribir a Moscú. Hoy agradezco a mi madre, que estuvo conmigo, aunque no me entendía en absoluto, pero permaneció en silencio conmigo.”
Movida por este entusiasmo idealista Dária postuló para estudiar economía política en una universidad. La idea de recibir favores especiales para lograrlo (una cosa común en ese momento) ni siquiera entraba en su mente,dice… “yo era una honesta comunista”.
Cuando la universidad rechazó la postulación de esta apasionada joven, reaccionó con sus propias armas discursivas. Sendas cartas de protesta al Presidente, al Comité del Partido Comunista, entre otras, dieron por resultado que le ofertaran matrícula en dos facultades diferentes. Fue entonces, dice, que comenzaron sus primeras dudas sobre el camino que estaba recorriendo. Finalmente, en lugar de incorporarse a la Facultad de Economía Política por la que había dado la pelea, optó por estudiar en la Facultad de Ciencias Aplicadas.
En la angustia clamó al Señor
“Pero las cosas empezaron a cambiar. Durante mis estudios universitarios entendí que el partido comunista era para todos básicamente sólo un trampolín hacia una carrera y que el objetivo principal de las reuniones en los locales del partido comunista, era reprimir la religión. Por otra parte, en ese momento mi mamá había sido diagnosticada de cáncer. Así, de improviso, me encontré en la encrucijada de la vida. Y para hacerlo aún más desafiante me rompí la pierna cuando estaba participando en una de mis primeras actividades de política... Mamá estaba en el hospital, la maquinaria del partido también estaba lejos y me quedé sola.”
En aquella soledad nada lograba calmar la ansiedad existencial que en algunos momentos, confiesa, era un tormento en su espíritu. “¿Qué debo hacer para encontrar la paz? ¿Cuál es la raíz de mis turbulencias?”, se preguntaba.
La lectura de un libro le cambia la vida
En ese momento alguien le dio el libro Filotea (guía para una vida religiosa piadosa) de San Francisco de Sales. Ya tras leer las primeras líneas quedó prendada y fue como si un velo se descorriera de sus ojos… “Me gustó y al leerlo sentí paz, alegría… nostalgia de Dios. Esta era una forma de experiencia completamente nueva y maravillosa para mí. De repente comprendí que yo debía decidir entre servir a Dios o al partido político o dedicarme a mi incipiente carrera... Gracias a la misericordia de Dios me decidí por él. Devolví mi tarjeta de miembro y renuncié (al partido).”
Pero no sería todo llegar y abrazarse, confiesa. A quienes gustaban de controlarlo todo no les sentó en gracia la decisión de esta mujer. “Vino una década compleja para mí, nada fácil, porque me obligaron a dejar la universidad, fui perseguida e interrogada en las oficinas de la policía”.
Tampoco tenía un buen trabajo ni posibilidad alguna de emigrar al extranjero. “Sin embargo doy testimonio de que Dios ha estado siempre conmigo. Él nunca me ha abandonado”. Pasar tiempo junto a Él en Adoración Eucarística, gustando la oración íntima, como el rosario -que hoy lleva regularmente, a la mano y visible como signo de pertenencia, enrollado en su muñeca- la sostenía y afirmaba su esperanza
“En muchas ocasiones he debido volver a tomar opción por el Señor, pero en todas aprendí que si una persona busca sinceramente a Dios finalmente vendrá a Él, porque Él no se esconde de nosotros. ¡Él viene a nuestro encuentro!”.
Pero no siempre transcurrió en “el Partido” su vida. Nuestra protagonista confidencia que se crió en una familia cristiana… con una madre creyente, aunque poco fervorosa. Concretamente la recuerda como “racional, amorosa, pero estricta”. Dária, desde adolescente soñaba con salir pronto de casa. Estaba convencida, apunta, que su vida sería fascinante si lograba “entregarla por grandes ideales”.
Activista atrapada en los ideales
Así, para poder estudiar en la escuela secundaria tuvo que adaptarse y vivir en un dormitorio de la escuela, en Bratislava. “Era la época del comunismo cuando se nos decía todo: qué hacer, qué pensar, lo que debía gustar, etcétera. Pero siempre en mi interior vivía la rebelde que necesitaba saber lo que había más allá, por qué cosas quería luchar yo, simplemente era una idealista (o quizás ingenua) y una extremista al mismo tiempo”.
Dária se apuntaba a cuanta actividad le fuere posible. Con poco sesgo, recuerda que le atraían tanto las discotecas más en boga de la época, como la literatura clandestina, a la par que gustaba también textos clásicos de Marx o Stalin. “Así es como, convencida y libremente, me convertí en una miembro del partido comunista. A pesar de que iba a la Iglesia y creía en Dios. No lo sentía como una contradicción. Los ideales comunistas parecían ser los mismos que los ideales cristianos. Vivía intensamente... Si no entendía algo podía escribir a Moscú. Hoy agradezco a mi madre, que estuvo conmigo, aunque no me entendía en absoluto, pero permaneció en silencio conmigo.”
Movida por este entusiasmo idealista Dária postuló para estudiar economía política en una universidad. La idea de recibir favores especiales para lograrlo (una cosa común en ese momento) ni siquiera entraba en su mente,dice… “yo era una honesta comunista”.
Cuando la universidad rechazó la postulación de esta apasionada joven, reaccionó con sus propias armas discursivas. Sendas cartas de protesta al Presidente, al Comité del Partido Comunista, entre otras, dieron por resultado que le ofertaran matrícula en dos facultades diferentes. Fue entonces, dice, que comenzaron sus primeras dudas sobre el camino que estaba recorriendo. Finalmente, en lugar de incorporarse a la Facultad de Economía Política por la que había dado la pelea, optó por estudiar en la Facultad de Ciencias Aplicadas.
En la angustia clamó al Señor
“Pero las cosas empezaron a cambiar. Durante mis estudios universitarios entendí que el partido comunista era para todos básicamente sólo un trampolín hacia una carrera y que el objetivo principal de las reuniones en los locales del partido comunista, era reprimir la religión. Por otra parte, en ese momento mi mamá había sido diagnosticada de cáncer. Así, de improviso, me encontré en la encrucijada de la vida. Y para hacerlo aún más desafiante me rompí la pierna cuando estaba participando en una de mis primeras actividades de política... Mamá estaba en el hospital, la maquinaria del partido también estaba lejos y me quedé sola.”
En aquella soledad nada lograba calmar la ansiedad existencial que en algunos momentos, confiesa, era un tormento en su espíritu. “¿Qué debo hacer para encontrar la paz? ¿Cuál es la raíz de mis turbulencias?”, se preguntaba.
La lectura de un libro le cambia la vida
En ese momento alguien le dio el libro Filotea (guía para una vida religiosa piadosa) de San Francisco de Sales. Ya tras leer las primeras líneas quedó prendada y fue como si un velo se descorriera de sus ojos… “Me gustó y al leerlo sentí paz, alegría… nostalgia de Dios. Esta era una forma de experiencia completamente nueva y maravillosa para mí. De repente comprendí que yo debía decidir entre servir a Dios o al partido político o dedicarme a mi incipiente carrera... Gracias a la misericordia de Dios me decidí por él. Devolví mi tarjeta de miembro y renuncié (al partido).”
Pero no sería todo llegar y abrazarse, confiesa. A quienes gustaban de controlarlo todo no les sentó en gracia la decisión de esta mujer. “Vino una década compleja para mí, nada fácil, porque me obligaron a dejar la universidad, fui perseguida e interrogada en las oficinas de la policía”.
Tampoco tenía un buen trabajo ni posibilidad alguna de emigrar al extranjero. “Sin embargo doy testimonio de que Dios ha estado siempre conmigo. Él nunca me ha abandonado”. Pasar tiempo junto a Él en Adoración Eucarística, gustando la oración íntima, como el rosario -que hoy lleva regularmente, a la mano y visible como signo de pertenencia, enrollado en su muñeca- la sostenía y afirmaba su esperanza
“En muchas ocasiones he debido volver a tomar opción por el Señor, pero en todas aprendí que si una persona busca sinceramente a Dios finalmente vendrá a Él, porque Él no se esconde de nosotros. ¡Él viene a nuestro encuentro!”.
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