Sábado, 02 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Ángel Romero Castellano, 30 años como juez eclesiástico

«No había causa de nulidad, dije a la pareja que luchasen; hoy están juntos y con hijos preciosos»

Ángel Romero ha sido muchos años juez del Tribunal eclesiástico y párroco en el centro de Jerez
Ángel Romero ha sido muchos años juez del Tribunal eclesiástico y párroco en el centro de Jerez
Entramos en el Sancta Santorum de don Ángel, el cura de San Miguel como a él le gusta que le llamen y como es archiconocido en la ciudad. En la renacentista sacristía, siempre impresionante, nos ilumina el halo de luz del mediodía que entra por uno de los ventanales.

Sentado en su sillón predilecto, protegido del frío con un buen abrigo oscuro, este sacerdote forma parte de la entrañas de esta iglesia. No en vano, lleva junto a las añejas piedras de San Miguel 45 años. A sus 86 años de edad acumula reconocimientos: Prelado de Honor de Su Santidad, colegiado de Honor del Colegio de Abogados, miembro del Tribunal Eclesiástico, del que fue su presidente, académico numerario de la de San Dionisio.

Rodeados de una atmósfera que sabe a eterno, charlamos con Ángel Romero Castellano, al que proponen la concesión de Hijo Adoptivo de Jerez. Este lebrijano, de cuya tierra natal le queda mucho, incluso un característico ´deje´ en su habla, llegó a San Miguel el mismo día del Arcángel en 1970 por mandato del Cardenal Bueno Monreal, dejando atrás su segundo y siempre añorado destino: Chipiona



-¿Cuánto guarda de usted esta sacristía?
-De situaciones malas pocas por no decir ninguna. Otra cosa son las confidencias por mi labor sacerdotal, especialmente en la etapa en la que desempeñé la presidencia de Tribunal Eclesiástico. Claro, los problemas matrimoniales llevaba consigo muchas conversaciones con muchas personas que venían a verme para hablar si su problema tenía solución.

-¿Muchas penas?
-Todo esto tiene su parte de pena y su parte de alegría porque no faltan las felicitaciones, la satisfacción de haber podido solucionar situaciones complicadas de la mejor forma. Ha habido de todo.

-¿Cómo se define como cura?
-Soy de los de segunda fila condenado a trabajar mucho. Un cura del montón.

-Pero le gusta ser el cura de San Miguel.
-Cada parroquia tiene su encanto. En la primera que estuve fue la de El Gastor, pequeña de un pueblo pequeño; después estuve en Chipiona y finalmente recalé en Jerez. Con 23 años me estrené en El Gastor con el entusiasmo y la alegría propias del primer destino; con 27 años llegué a Chipiona lleno de ilusión en un momento muy bueno, coincidente con el Concilio Vaticano II.

»La verdad es que tenía la convicción de estar toda mi vida allí como cura propio, o sea, con plaza parroquial en propiedad. Pero Bueno Monreal tiró de mí para traerme a Jerez y eso que lo primero que hice fue tirar de mi plaza en la localidad. No obstante me dijo que me la cambiaba por San Miguel. Yo no vine a Jerez, me trajeron a Jerez. Estaba muy bien en Chipiona por la época que me cogió allí, la vitalidad de la juventud y movimientos parroquiales; todos los grandes cambios en la Iglesia, el cambio de actitud comprometiéndonos con la sociedad, en los movimientos obreros, sindicatos… Nos calentó mucho la cabeza.

-¿Lo que pide ahora el Papa Francisco es echar una mirada atrás a aquellos tiempos?
- Quizás pide reverdecer, remover algo que se había enfriado un poco. El Papa lo viene ahora señalando con el dedo de forma muy cercana y muy humana, que es la forma de ser de él. Pone las cosas tan claras que no queda más remedio que decir "así es" y tirar palante.



-¿Cómo se ve ahora a sus 86 años y cómo ve el futuro?
-Veo el mañana lleno de fe y esperanza, por lo que el futuro no me da miedo ninguno. Estamos viviendo un época de purificación, de dejarnos de lo que es hojarasca y de entrar en la esencia del cristianismo, que es el amor. ¿Cómo me veo yo?, cansado y viejo, falta la energía ya que físicamente e incluso intelectualmente no se llega como antes cuando subía la cuesta del obispado corriendo. Ahora me cuesta un mundo.

-Sin embargo, la experiencia vital está presente.
-Sin duda. Por ejemplo, cuando en el Tribunal me suplió otro por algún tiempo me señalaba un expediente y me consultaba sobre él porque no encontraba el norte en un asunto. Le echaba un ojo al documento y rápidamente le señala un parrafito, "¿no ves este pedacito de aquí?. Es donde está la esencia de este proceso" y se me quedaba mirando extrañado por la agudeza que le mostraba. Claro, después de 30 años en la misma materia te das cuenta rápidamente de lo esencial. Esa experiencia está ahí, pero el cansancio físico e intelectual juega en contra.

-¿Ha deseado en algún momento no haber tenido que pasar por ese largo periodo en el Tribunal Eclesiástico?
-En absoluto, ha sido gratísimo, eso sí con calentamientos de cabeza constantes, porque si eso se toma como un tribunal cualquiera limitándome a ver unos papeles y un proceso para decir al final tú llevas la razón y tú no, eso es frío e inhumano. Pero si miramos detrás de esos papeles vemos a una persona sufriendo y se procura echarle una mano para quitarle de encima un peso ya sea por una causa u otra.

»Recuerdo que dando misa en un pueblo, al terminar se me acercó un señor para darme las gracias por cómo se solucionó un problema con su hija. Aquello no llegó a proceso ya que a la pareja le pedí que lucharan y hoy en día están juntos y con dos niños preciosos. ¿Por qué sucede esto? Porque se encuentran con un consejero que estaba viendo, desde la experiencia de la vida, que no había causa para la nulidad. No obstante, es un trabajo duro y a veces desagradable. Yo me he levantado de la cama a medianoche para repasar cómo se podía solucionar un caso.

-¿Qué le queda de lebrijano?
- Queda todo, ¿ves mi forma de hablar?. Una anécdota, en Salamanca el día del examen de graduación me pidió uno de los profesores del tribunal que hablara en castellano, riéndose de mi acento. Le contesté que fuera a Lebrija porque Antonio de Nebrija, el creador de la primera gramática castellana, nació allí.

-No es cura de una iglesia cualquiera. San Miguel es San Miguel.
-El valor artístico e histórico de este templo pesa muchísimo. Pero San Miguel se me ha muerto en los brazos. Y lo digo porque esta parroquia tenía 12.000 feligreses cuando llegué a ella hace 45 años. Hoy en día se ha quedado vacía. Solo quedan 2.000 de un segmento social y económico bastante endeble y muy mayor en edad. Esta es la realidad, y tiene como consecuencia la falta de vigor en las organizaciones que se puedan movilizar desde la parroquia, falta juventud… Por el contrario, San Miguel es donde se hacen más casamientos y bautizos en todo Jerez. Por esa parte sacramental sí. En cambio, en la parte activa ha experimentando un cambio terrible en las últimas décadas.

-Cuatro décadas y media entre estos muros habrán dado para mucho, incluso para lo más raro o extraño.
-Recuerdo a una señora cuando estaba recién llegado aquí. Me pidió que le diera un certificado de que su hija era miope. Obviamente le respondí que no podía darle lo que quería, que no era médico ni oculista. Casi llorando me insistió y pensé que la buena señora acudió a mí pensando que como era nuevo estaba probando por si colaba. No lo entendió y se fue apesadumbrada. Y todo era porque en aquel tiempo había una campaña de escolarización obligatoria. Su hija era mayorcita y no quería ir a la escuela por lo que certificando pensaba que podía servir. De estas ha habido montones de peticiones incongruentes e insólitas.

- ¿Cómo recibe el inicio del proceso para ser Hijo Adoptivo de Jerez?
-Con mucha alegría, para qué te voy a decir lo contrario. ¿Que lo merezca o no? lo discutirán los demás, llevo 46 años viviendo en Jerez y muy metido en las cosas de esta ciudad; soy colegiado de Honor del Colegio de Abogados, académico numerario de San Dionisio, el Papa me distinguió con el título de Prelado de Honor… y ahora esto. Sinceramente, lo recibo con mucho cariño. Si soy vanidoso, me arrepiento. Insisto, tengo una gran ilusión con este nombramiento.

-Alguna vez le he oído comentar que es el único cura de la cristiandad que da misa delante del diablo, por tener a su espalda la batalla de los ángeles.
-Mejor dicho, tengo seis demonios por encima de mi cabeza mientras estoy dando misa. Pero por encima de los demonios está san Miguel y por tanto no hay que apurarse. Y son tan magníficos que José Cádiz Salvatierra me dijo una vez que si teníamos que casar a la Venus de Milo, canon de belleza de la mujer, tendríamos que hacerlo con el demonio de San Miguel, modelo de belleza masculina.

-Hablemos del mundo cofrade. ¿Cómo lo visualiza?
-Es un movimiento al que hay que prestarle atención indudablemente. Es un campo de apostolado que quizás no sabemos cómo meterle mano. Distinguiría entre dos clases de hermandades. Las tradicionales que están en el Jerez viejo, lo tienen muy difícil si hacemos una comparativa, con lo que sucede, con el despoblamiento en la feligresía de mi parroquia. Estas cofradías están recibiendo el mismo impacto. Sin embargo, las de los barrios están haciendo una labor extraordinaria incluso, prescindiendo del sentido religioso, en lo social, porque llega gente nueva a esas zonas donde hace falta un nexo de conexión que cree barrio. Esas cofradías, además de su función religiosa, crean amistades, tratos entre las personas. En definitiva, crean barrio. Dan bendición verlas tan entusiasmadas y con tantas ganas.

-¿Y de esos otros activos que aportan las cofradías y que tanto se usan como un justificante de su validez?
-La hermandad puede servir para el folklore y el turismo pero tienen que comprender que eso es muy secundario en ellas. Está dándose demasiada cancha a esos aspectos. Lo fundamental es Jesucristo. En esto es en lo que hay que incidir con una formación seria, que tanta falta hace hoy en día sobre las verdades fundamentales de nuestro cristianismo.

-Finalmente, don Ángel ¿podría decirnos si tiene algún referente en su vida más allá de lo espiritual?
-La persona. No caer nunca en el oficio, que debe estar en orden a la persona.
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