Venditti ha jugado en el famoso Torneo de las Seis Naciones
El jugador de rugby del Camino Neocatecumenal que quiere formar equipo con el Papa Francisco
Sobre el campo de juego va de frente y siempre buscando la meta. En la vida diaria es un padre, esposo y católico que no oculta su fe. Se trata de Giovanbattista Venditti, 24 años, 1.88 m, conocido y respetado atleta rugbista del Zebre de Parma en la Liga Celta. Sus habilidades y potencia muscular le han ganado por apodo "el Gran Sasso", en homenaje a sus orígenes en Abruzzo.
Venditti nació en Avezzano, en la provincia de L´Aquila, en 1990. El deporte fue el aire que respiró como niño, pues su padre, Luciano, era un boxeador en la categoría de peso pesado. Pero el pequeño pasó por muchas disciplinas antes de volverse hacia el rugby. Comenzó con el fútbol. Luego voleibol, baloncesto y natación. El amor a la pelota ovalada vino cuando tenía nueve años y desde entonces se ha mantenido.
La suya fue una carrera meteórica. Comenzó en el Avezzano. A los 15 años, se trasladó a Roma a la Unión de Rugby Capitalina. Luego vinieron las experiencias con el Gran Parma, Aironi y, finalmente el Zebre (las Cebras) desde 2012. En ese año llegó la primera llamada a la selección Nacional y el debut en el torneo de las Seis Naciones ante Francia.
Dios, la roca firme
Pero en su vida hay algo que pesa más que el rugby... su fe que no se avergüenza de proclamar en un ambiente que no es particularmente sensible al tema.
"Yo no soy alguien que escribe mensajes en la camiseta ni hago actos sensacionalistas. Lo primero antes de un partido, rezo, pero no para pedir ganar o jugar bien. Agradezco al Señor por mi carrera como lo hago con todo lo demás en la vida ", dice el deportista y agrega...
"Para mí, la fe es una fuerza, un impulso extra en todo lo que hago. Dios siempre me hace ver la otra cara de todas las medallas", confiesa.
Una fe honesta la suya, que le ha sido dada por los padres. "La familia -apunta- es todo para mí. Es absolutamente el primer valor que importa, sobre todo ahora que tengo un niño… y la fortuna de ser creyente. Mi madre es una verdadera mujer de iglesia, ora mucho y me ha enseñado a hacerlo. Mi padre, sin embargo, siempre ha sido un hombre que hablaba con las acciones", comenta agradecido.
"Cuando era niño -continúa el rugbista- siempre fui a misa. Nunca lo he dejado, incluso después de la confirmación o cuando, en 2006, me trasladé a Roma. Por supuesto que con los compromisos, los entrenamientos y los partidos no era fácil encontrar tiempo para ir a la iglesia o para orar, pero siempre lo hemos logrado. Como ahora".
El Camino Neocatecumenal
Una etapa importante en su formación de la fe ha sido el Camino Neocatecumenal: "La primera vez que oí hablar de esta experiencia yo era un adolescente, aún vivía en Avezzano. Un amigo mío asistió a un grupo. Más de una vez me había invitado a participar, pero yo no estaba interesado", dice.
Pero las cosas cambiaron para Venditti cuando Alice llegó a su vida, la chica que en 2010 se convirtió en su esposa. Juntos recorrerían el Camino…
"Llevamos casi cinco años en que, juntos, somos parte del grupo de la parroquia de la Santísima Trinidad de Plasencia, la ciudad de mi esposa", dice. "Para mí, el Camino Neocatecumenal es una experiencia única. Somos una verdadera comunidad. Desde el primer día me llamó la atención el gran afecto que existe entre los miembros. Allí conocí a personas que son ejemplos a seguir para mí".
El Papa, signo de humildad
La relación con la religión de un personaje conocido como Venditti atrae a menudo la atención y la curiosidad de muchos de sus colegas. Cuestión que en ocasiones también ha dado frutos. Cuando la revista Credere pregunta por esto, Giovanbattista lo menciona con humildad: "No era más que un compañero de equipo que, hablando y debatiendo conmigo, ha redescubierto el placer de la misa los domingos. Algunos incluso comenzaron a orar".
La fe y el deporte caminan del brazo en Giovanbattista. Un poco “como lo fue para san Juan Pablo II”, dice. "Es el Papa de la excelencia, con que yo crecí. Wojtyla fue una figura extraordinaria, que estuvo una buena parte de mi vida. Hoy Papa Francisco me ha conquistado inmediatamente con su humildad. Cuando se convirtió en Papa en Roma yo estaba en el campo de entrenamiento con el equipo nacional. Fue una emoción fuerte, también compartida con los compañeros de equipo que no tienen una buena relación con la religión. Creo que él (el Papa Francisco) vendría bien como miembro de un equipo de rugby ideal… su rol estaría en el extremo, detrás de los demás porque desde allí puede tener la situación bajo control y guiar a los restantes 14 jugadores en la forma adecuada”.
(Fuente original en italiano: Revista Credere)