La Virgen le habló de la persecución que se acercaba
Concepción Cabrera, «Conchita», madre de familia y mística de los cristeros : su obra sigue viva
De 1926 a 1929 México arde. El Presidente de la República, el general Plutarco Elías Calles (18771945), ha empujado hasta el fondo el acelerador de la persecución religiosa llevando al culmen la política laicista incluida, incluso aprobada, por la Constitución de 1917, pero que los gobernantes precedentes no habían tenido el valor de exacerbar.
La población católica, exasperada, agotada, decide rebelarse y abraza las armas al grito de «¡Viva Cristo Rey!», desencadenando la “nueva Vendeé” de los cristeros.
En este clima ardiente y absurdo, en 1926 una viuda de 64 años, hija de una familia que gozaba de un cierto bienestar pero que no era ciertamente rica, madre de 9 hijos, famosa por su conmovedora devoción a la Eucaristia desde que era una niña, se prepara para recibir los ejercicios espirituales de manos de Mons. Luis María Martínez y Rodríguez (18811956), obispo auxiliar de Morelia, su director espiritual desde el año anterior. Es la primera vez y así será hasta del día de la muerte de ella.
Se llama Concepción Cabrera de Armida (18621937), conocida por todos como “Conchita'”. Es una de las grandes místicas católicas del siglo XX, declarada venerable el 20 de diciembre de 1999 por San Juan Pablo II (1920-2005).
Sus escritos suman unas sesenta mil páginas redactadas a mano por un total de casi doscientos volúmenes; grosso modo, lo que en vida escribió Santo Tomás de Aquino, pero esto no ha impedido en absoluto su circulación rápida y capilar gracias a la red garantizada por las Obras de la Cruz, es decir, las cinco instituciones fundadas por ella:
-el Apostolado de la Cruz dirigido a todos los fieles (1895),
-las Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús, dedicadas a la vida contemplativa (1897);
-la Alianza del Amor para quienes buscan la santificación en el espíritu de la Cruz (1909);
- la Unión o Liga Apostólica para los sacerdotes diocesanos (1912)
-y los Misioneros del Espíritu Santo (1914).
Todas ellas están activas aún hoy.
Esos ejercicios espirituales de 1926, impartidos por Mons. Martínez del 16 al 25 de julio, forman hoy un pequeño y rico volumen, Amare lo Spirito Santo. Esercizi spirituali 1926 (Amar el Espíritu Santo. Ejercicios espirituales 1926), publicado por Città Nuova de Roma (pp. 90) en la colección “Meditazioni” ("Meditaciones"), a cargo de Sor Clara Eugenia Labarthe, mexicana, de las Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús cabrerianas. Ésta ha editado también el volumen precedente de la venerable “Conchita”, Nell’intimità del cuore di Gesù. Esercizi spirituali 1929 (En la intimidad del corazón de Jesús, Ejercicios espirituales 1929) (Città Nuova, Roma 2007).
Pues bien, el 18 de julio de 1926, segundo día de los ejercicios, “Conchita” oye a la Virgen María hablar directamente de la tragedia de las persecuciones en México a causa de la verdadera fe y ella − «por obediencia», puntualiza dulce y caritativa Sor Clara en la introducción a Amare lo Spirito Santo −, escribe rápidamente: «Jesús quiere eliminar toda la suciedad y aumentar las virtudes en el corazón de los suyos [de los sacerdotes]. Vendrán días peores, pero el fruto será óptimo, en la Iglesia y en los corazones. Dios no permite nada que no sea para su gloria; y si bien los hombres no lo entienden, Él es glorificado en todo».
Porque «estas persecuciones limpian y depuran. México tiene mucho que expiar, también en su Iglesia, pero la religión y la fe triunfarán». Y de nuevo, cada vez de manera más precisa: «Mira, hija, – me dijo Jesús – [quiero] que todos los corazones sean puros, que todos los Míos se unan a María, para hacer de contrapeso a tanta maldad. De este modo, mi corazón ultrajado será consolado.
«Que griten al Padre, que quiere perdonar pero al que le faltan las víctimas, como te he dicho. Que se haga reinar al Espíritu Santo, antagonista de Satanás. Sólo Él puede transformar lo que es materia en espiritual y en puro lo que no lo es a gloria de la Trinidad. Que los obispos sufran pero con fe y esperanza: es justo que la cabeza sufra a causa de los miembros podridos, dislocados y enfermos (¿acaso yo no he expiado y expío cada día y en cada momento las culpas de mis hijos?). Pero ellos [los obispos] serán premiados y coronados con sobreabundancia».
Un episodio poco recordado
En las notas Sor Clara recuerda oportunamente un episodio "olvidado" del México católico y perseguido.
En la ciudad de Silao, al sureste de la llanura en la base del Cubilete donde, en la cima de una montaña, se alza una estatua colosal de Cristo Rey: el 14 de noviembre de 1921 «un desconocido, haciendo ver que iba a depositar un ramo de flores a los pies de la venerable imagen de Santa María de Guadalupe hizo explotar una bomba que causó grandes daños al altar, pero que milagrosamente no dañó a la imagen, de la cual no se rompió ni siquiera el cristal que la cubría. Las vidrieras de la iglesia se rompieron en mil pedazos y también parte del altar; el crucifijo que estaba sobre él se curvó. La noticia del atentado y del milagro provocó en todo México una explosión de rabia contra el culpable y de reconocimiento a María.
La historia de los cristeros y de su fe no común, como también la del gobierno mexicano y de su impiedad que tiene pocos iguales, no se explica sólo a través de categorías humanas. La sobrenaturalidad gratuita es un pecado igual y contrario al puro materialismo, pero ¿quién ha dicho que la historia no pueda escribirse teniendo constantemente presente, según la escuela de la venerable “Conchita”, la indispensabilidad de «amar el Espíritu Santo»?
(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)
La población católica, exasperada, agotada, decide rebelarse y abraza las armas al grito de «¡Viva Cristo Rey!», desencadenando la “nueva Vendeé” de los cristeros.
En este clima ardiente y absurdo, en 1926 una viuda de 64 años, hija de una familia que gozaba de un cierto bienestar pero que no era ciertamente rica, madre de 9 hijos, famosa por su conmovedora devoción a la Eucaristia desde que era una niña, se prepara para recibir los ejercicios espirituales de manos de Mons. Luis María Martínez y Rodríguez (18811956), obispo auxiliar de Morelia, su director espiritual desde el año anterior. Es la primera vez y así será hasta del día de la muerte de ella.
Se llama Concepción Cabrera de Armida (18621937), conocida por todos como “Conchita'”. Es una de las grandes místicas católicas del siglo XX, declarada venerable el 20 de diciembre de 1999 por San Juan Pablo II (1920-2005).
Sus escritos suman unas sesenta mil páginas redactadas a mano por un total de casi doscientos volúmenes; grosso modo, lo que en vida escribió Santo Tomás de Aquino, pero esto no ha impedido en absoluto su circulación rápida y capilar gracias a la red garantizada por las Obras de la Cruz, es decir, las cinco instituciones fundadas por ella:
-el Apostolado de la Cruz dirigido a todos los fieles (1895),
-las Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús, dedicadas a la vida contemplativa (1897);
-la Alianza del Amor para quienes buscan la santificación en el espíritu de la Cruz (1909);
- la Unión o Liga Apostólica para los sacerdotes diocesanos (1912)
-y los Misioneros del Espíritu Santo (1914).
Todas ellas están activas aún hoy.
Esos ejercicios espirituales de 1926, impartidos por Mons. Martínez del 16 al 25 de julio, forman hoy un pequeño y rico volumen, Amare lo Spirito Santo. Esercizi spirituali 1926 (Amar el Espíritu Santo. Ejercicios espirituales 1926), publicado por Città Nuova de Roma (pp. 90) en la colección “Meditazioni” ("Meditaciones"), a cargo de Sor Clara Eugenia Labarthe, mexicana, de las Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús cabrerianas. Ésta ha editado también el volumen precedente de la venerable “Conchita”, Nell’intimità del cuore di Gesù. Esercizi spirituali 1929 (En la intimidad del corazón de Jesús, Ejercicios espirituales 1929) (Città Nuova, Roma 2007).
Pues bien, el 18 de julio de 1926, segundo día de los ejercicios, “Conchita” oye a la Virgen María hablar directamente de la tragedia de las persecuciones en México a causa de la verdadera fe y ella − «por obediencia», puntualiza dulce y caritativa Sor Clara en la introducción a Amare lo Spirito Santo −, escribe rápidamente: «Jesús quiere eliminar toda la suciedad y aumentar las virtudes en el corazón de los suyos [de los sacerdotes]. Vendrán días peores, pero el fruto será óptimo, en la Iglesia y en los corazones. Dios no permite nada que no sea para su gloria; y si bien los hombres no lo entienden, Él es glorificado en todo».
Porque «estas persecuciones limpian y depuran. México tiene mucho que expiar, también en su Iglesia, pero la religión y la fe triunfarán». Y de nuevo, cada vez de manera más precisa: «Mira, hija, – me dijo Jesús – [quiero] que todos los corazones sean puros, que todos los Míos se unan a María, para hacer de contrapeso a tanta maldad. De este modo, mi corazón ultrajado será consolado.
«Que griten al Padre, que quiere perdonar pero al que le faltan las víctimas, como te he dicho. Que se haga reinar al Espíritu Santo, antagonista de Satanás. Sólo Él puede transformar lo que es materia en espiritual y en puro lo que no lo es a gloria de la Trinidad. Que los obispos sufran pero con fe y esperanza: es justo que la cabeza sufra a causa de los miembros podridos, dislocados y enfermos (¿acaso yo no he expiado y expío cada día y en cada momento las culpas de mis hijos?). Pero ellos [los obispos] serán premiados y coronados con sobreabundancia».
Un episodio poco recordado
En las notas Sor Clara recuerda oportunamente un episodio "olvidado" del México católico y perseguido.
En la ciudad de Silao, al sureste de la llanura en la base del Cubilete donde, en la cima de una montaña, se alza una estatua colosal de Cristo Rey: el 14 de noviembre de 1921 «un desconocido, haciendo ver que iba a depositar un ramo de flores a los pies de la venerable imagen de Santa María de Guadalupe hizo explotar una bomba que causó grandes daños al altar, pero que milagrosamente no dañó a la imagen, de la cual no se rompió ni siquiera el cristal que la cubría. Las vidrieras de la iglesia se rompieron en mil pedazos y también parte del altar; el crucifijo que estaba sobre él se curvó. La noticia del atentado y del milagro provocó en todo México una explosión de rabia contra el culpable y de reconocimiento a María.
La historia de los cristeros y de su fe no común, como también la del gobierno mexicano y de su impiedad que tiene pocos iguales, no se explica sólo a través de categorías humanas. La sobrenaturalidad gratuita es un pecado igual y contrario al puro materialismo, pero ¿quién ha dicho que la historia no pueda escribirse teniendo constantemente presente, según la escuela de la venerable “Conchita”, la indispensabilidad de «amar el Espíritu Santo»?
(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)
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