Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Es dominico y formó parte de la Oficina del Presidente de Alemania con cuatro presidentes

Lucas Wieshuber, sacerdote con 47, no se ve como vocación tardía: «Dios llama cuando y como quiere»

El sacerdote dominico Lucas Wieshuber.
Lucas Wieshuber, el día de su ordenación sacerdotal en la iglesia dominica de Santa María Rotonda, en Viena. Foto: portal de la Orden de Predicadores de Viena.

José M. García Pelegrín

El pasado 20 de mayo, el cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena, ordenó en la iglesia de Santa María Rotonda de la capital austriaca, confiada a la Orden de Predicadores, a tres frailes dominicos

Uno de ellos, Lucas Wieshuber, de 47 años, enfermero de formación, tenía tras de sí una amplia experiencia en el ámbito político como miembro de la oficina del presidente de Alemania para las relaciones con las distintas confesiones religiosas. Trabajó con cuatro presidentes. Ha vivido en América y Asia y, como teólogo, está especializado en espiritualidad oriental y diálogo interreligioso. 

-¿Cómo se decidió a ingresar en la orden con más de 40 años? ¿Se considera como una “vocación tardía”?

-La palabra “vocación tardía” me resulta extraña, pues sugiere que Dios llama según un “patrón”: a unos “temprano”, a otros “tarde”. Dios llama cuando, donde y como quiere, y llama a diversas vocaciones, no sólo al sacerdocio o a la vida religiosa. La relación de Dios con cada individuo es muy personal e íntima. No me parece tan extraordinario haber elegido a los dominicos a mis cuarenta y pocos años. 

-Usted había estudiado Teología en Múnich; sin embargo, se decidió a abandonar el seminario. ¿Por qué?

-Después del bachillerato pasé dos años en Latinoamérica, primero en un voluntariado (“misionero temporal”) de los Misioneros del Verbo Divino; después viajé por diversos países. Al ingresar después en el seminario de mi diócesis natal de Múnich y Freising, experimenté un “choque” entre dos mundos completamente distintos. El entorno de un seminario alemán me parecía muy limitado en comparación con la labor pastoral que había vivido en Latinoamérica. Probablemente era demasiado joven o demasiado libre de espíritu; tal vez no dediqué suficiente tiempo a los diferentes pasos. En cualquier caso, es parte de mi propio camino personal.

-Y este camino le llevó años más tarde a la orden dominicana…

-Durante años, la idea de mi vocación estuvo en un segundo plano. Finalmente, la descubrí como miembro de la comunidad laica de la Familia Dominicana (antes conocida como la "Tercera Orden"). A partir de ahí, no tardé mucho en tomar el camino como dominico con los tres votos religiosos completos: pobreza (yo prefiero llamarlo sencillez), celibato y obediencia. Mi experiencia es que muchas cosas en la vida se hacen poco a poco. “Se hace camino al andar”, dice el refrán.

Lucas Wieshuber, dominico a los cuarenta y sacerdote casi a los cincuenta.

Lucas Wieshuber, dominico a los cuarenta y sacerdote casi a los cincuenta. Foto: Dominicos de Viena.

Mis compañeros espirituales en el camino contemplativo me recalcaban que nuestra única o primera vocación es estar cerca de Dios. Todo lo demás es secundario. Jesús nos mostró esta conexión viva, cercana e íntima con Dios, a quien llamaba cariñosamente, incluso con ternura, “Abba” (papá); de ahí se deriva todo lo demás. 

-Pero antes, durante bastante tiempo, estuvo trabajando en el gabinete del presidente de la República, bajo cuatro presidentes. ¿En qué consistía ese trabajo?

-El Gabinete del Presidente es la autoridad federal suprema de menor tamaño. Allí era responsable sobre todo de las áreas de iglesias y comunidades religiosas, así como del diálogo intercultural e interreligioso. Era un trabajo muy interesante y variado, y tuve el placer de trabajar en un equipo estupendo. Me ocupaba del correo del presidente, de preparar discursos y de organizar reuniones en este campo. La visita del Papa Benedicto XVI a Alemania en 2011 fue especialmente impresionante; para mí, fue una de las actividades más interesantes de mi carrera profesional. 

-¿Hubo alguna circunstancia concreta que le llevó a dejar este puesto de responsabilidad e ingresar en la orden?

-Sí, la ruptura de una relación estable. Aunque tenía una buena posición tanto profesional como privada, quizá me había obsesionado demasiado en cierta perspectiva de la vida. Por otro lado, sentía un gran vacío interior, una profunda tristeza y no encontraba consuelo en ninguna parte. No era depresión; siendo enfermero de formación, conocía bien los síntomas. Aunque muchas personas se preocupaban por mí, mi corazón no encontraba consuelo. Lo peor era que tampoco lo encontraba en la oración ni en la lectura espiritual. Dios parecía muy distante; mi fe, que creía construida sobre cimientos sólidos, parecía haberse disuelto por completo y nada me sostenía durante este tiempo. Era terrible, francamente horrible.

»Después de varios meses, un amigo benedictino del monasterio suizo de Einsiedeln me recomendó el libro Ejercicios de contemplación. Introducción a la vida contemplativa y a la infocación de Jesús de Franz Jálics. Aunque pensé que las teorías no me habían ayudado en absoluto, adquirí el libro y lo leí de un tirón en el tren de Einsiedeln a Baviera. Me decidí a hacer un retiro contemplativo. Durante estos retiros, se me abrió una nueva dimensión: pude experimentar a un Dios vivo. Comprendí el ideal monástico de “vacare Deo [vaciarse para Dios]". Estaba tan “vacío” por dentro, que el Dios vivo pudo llenar ese “vacío”. 

-¿Qué aspectos de la espiritualidad dominicana destacaría? ¿Qué tienen que decir al mundo de hoy los grandes dominicos, desde Domingo, pasando por Alberto Magno y Tomás de Aquino, Garrigou-Lagrange o Yves Congar?

-Para mí reviste especial importancia el lema de la orden “contemplari et contemplata aliis tradere”, basado en Santo Tomás de Aquino: “Contemplar /penetrar algo en su profundidad /esencia y transmitir a otros lo que has visto /penetrado”. Contemplativos y místicos de la Orden de los Dominicos, como Catalina de Siena, el Maestro Eckhart, (1260-1328), Johannes Tauler [Juan Taulero, 1300-1366], Heinrich Seuse [Enrique Susón, 1295-1361] y otros expresaron con palabras estas experiencias.

-¿Qué aspectos de la Orden de Predicadores son de particular importancia en el mundo de hoy y para la sociedad actual? 

-Creo que lo decisivo, lo único importante, es seguir el camino de Jesús que Él nos mostró, entregarse por completo a la voluntad del Padre, vivir la propia vida completamente desde la confianza plena en el amor y el “poder” de Dios. Parafraseando al Maestro Eckhart, “la hora más importante es siempre el presente, la persona más importante es siempre la que tienes delante en ese momento y la obra más necesaria es siempre el amor”. 

-El 20 de mayo fue ordenado sacerdote por el también dominico cardenal Schönborn. ¿Cuáles son sus tareas actuales? 

-Estoy en la fase final de mi formación pastoral, en las prácticas pastorales. Pude trabajar durante casi tres meses en una parroquia de nuestra orden en Nueva Delhi y también conocer el trabajo de la parroquia católica y protestante de habla alemana que hay allí. Otros tres meses los pasé en la capellanía de habla alemana en el extranjero con un hermano dominico de mi provincia religiosa, que es sacerdote en Bangkok y responsable de los católicos de habla alemana en Tailandia, Laos, Camboya y Myanmar.

El cardenal Schoenborn ordena sacerdote a Lucas Wieshuber.

El cardenal Schoenborn ordena sacerdote a Lucas Wieshuber. Foto: Dominicos de Viena.

»Completaré el curso pastoral cuando regrese a Alemania en enero de 2024. Coincide con el capítulo de mi provincia religiosa, que suele celebrarse cada cuatro años y durante el cual se toman decisiones en materia de personal. Veremos qué tareas se me asignan.

-Como miembro de la Orden de Predicadores, ¿qué le gustaría especialmente "predicar", en el sentido más amplio, es decir, comunicar a la gente de hoy?

-En cuanto a qué deseo predicar, suelo decir medio en broma que “el silencio es la forma más elevada de predicación”. Puede sonar paradójico, y en cierto modo lo es, al menos desde un punto de vista racional. Sin embargo, he descubierto que la realidad sólo puede insinuarse con imágenes o comparaciones paradójicas, porque va más allá de lo que podemos captar con la mente y, por tanto, nunca puede transmitirse sólo con palabras. Las paradojas son a menudo la mejor manera de expresar esta realidad o, mejor dicho, de referirse a ella.

»En pocas palabras: me gustaría ayudar a la gente a entrar en silencio, a entrar en contacto consigo misma y con la dimensión profunda que hay en su interior y, por tanto, con la realidad. Por supuesto, esto también incluye acompañar a las personas en su camino hacia esta realidad y esto normalmente sólo es posible con palabras. Los impulsos y las conversaciones pueden ser útiles aquí, pero todo el asunto no debe permanecer en el nivel de la mente, sino conducir más allá de ella.

-Antes hablaba de "contemplación cristiana“. ¿Qué entiende como tal?

-Thomas Keating dijo al respecto: “El don del ser es nuestro verdadero yo. Al creer que Cristo ha nacido en nosotros, Él y nuestro verdadero yo se hacen uno. Nuestro despertar a la presencia y a la obra del Espíritu es el despliegue de la resurrección de Cristo en nosotros... El Espíritu ora en nosotros. Nosotros sólo estamos de acuerdo. Esto es contemplación" (La oración centrante, 1987, 25 y s.). Se podría responder de forma más científica, pero lo más importante de la contemplación no es la teoría, sino la experiencia, el ponerse en camino, descubrir y practicar.

»El Cura de Ars, San Juan-María Vianney, relata cómo entró un día en la iglesia y vio a un sencillo campesino arrodillado. No le dio importancia, pues mucha gente acudía a su iglesia durante el día para contarle sus preocupaciones al “buen Dios”. Pero cuando volvió a la iglesia una hora más tarde y vio al campesino todavía arrodillado, se acercó a él y le preguntó: “¿Qué le dices a Dios todo este tiempo?”. El campesino respondió simplemente: “En realidad, nada, Padre”. Señalando el sagrario, prosiguió: “Yo le miro... y Él me mira". Es una manera de resumir la oración de contemplación.

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