Novato como obispo pero superveterano como peregrino en la JMJ: fue a la de 1985, a la de 1991...
Es difícil tener un currículum jotaemejotero superior al de Andrea Migliavacca, de 55 años, desde hace 11 meses obispo de Arezzo-Cortona, en Italia. Ha estado en muchas JMJ, incluyendo las primeras, y en cada una, con un status eclesial distinto: estudiante, diácono, sacerdote organizador... y ahora obispo de Arezzo, en Toscana (antes fue obispo de San Miniato, una diócesis de 170.000 habitantes).
De adolescente, en la primera JMJ de todas
Ha contado su veteranía al diario Avvenire. Él estuvo en la primera JMJ de todas, la de 1985 en Roma, cuando aún no se llamaban oficialmente así: fue parte de la ola de jóvenes que animó a Juan Pablo II a perseverar en la idea, y hasta hoy.
"Yo estaba en la escuela secundaria y fui con amigos del oratorio. Todavía recuerdo el encuentro en la Plaza de San Pedro y la hospitalidad en las parroquias de la capital", explica.
Casi 4 décadas después, es obispo, y recuerda aquellos días mientras acompaña a 300 jóvenes de su nueva diócesis. Salieron de la región de Toscana en autobús, hicieron escala en Lourdes y luego se dirigieron a Portugal.
Como obispo novato, Migliavacca quiere aprovechar para conocer a los muchachos de su diócesis y "comenzar a caminar junto a ellos", dice.
Cuando él conducía el microbús
En el autobús es un pasajero más, pero recuerda la JMJ de 1991 en Czestochowa, Polonia, recién caído el Muro de Berlín, encuentro de jóvenes de ambos lados del Telón de Acero. "Yo ya era diácono, iba con una delegación de mi diócesis de origen, Pavía, al volante de unos microbuses. Era una participación que hoy definiría artesanal en comparación con las posteriores", comenta.
Luego llegó la gigantesca JMJ de Roma del Jubileo del año 2000, con sus dos millones de jóvenes en Tor Vergata. Para entonces no sólo era sacerdote, sino responsable de pastoral en Pavía. "Preparamos la recepción de invitados extranjeros en la diócesis con una maravillosa participación de jóvenes voluntarios; luego vino la peregrinación a Roma, que quedó grabada en la mente".
La JMJ cuando uno es obispo
Cuando uno es obispo y acude a una JMJ, su ritmo es distinto: pierde algo de cercanía con los chicos porque tiene que atender reuniones y citas con otros obispos. Pero, en cambio, puede impartir catequesis a los peregrinos, lo que es un momento de encuentro importante. Además, explica, "en la JMJ no solo hablamos con los jóvenes sino que debemos escucharlos".
De los jóvenes de hoy, dice que son "genuinos, están en búsqueda, abiertos, llenos de humanidad". Pone el caso de un chico de 16 años que hace un par de semanas, en Arezzo, "rescató a un hombre que sufría un infarto: fue a buscar el desfibrilador y así le salvó la vida. ¿Un solo caso? Más que nada, el espejo de una generación que sabe lo que son los auténticos valores".
Más experiencias de Iglesia y de compartir
Para acercar a los jóvenes y a la Iglesia propone más "experiencias de compartir".
"A veces la amistad se vive de forma restringida, dentro del propio grupo; en cambio, la Jornada Mundial ofrece la posibilidad de abrazar a jóvenes de diferentes continentes, forjar relaciones, ampliar horizontes y experimentar que hay un denominador común capaz de unir más allá de las afiliaciones geográficas y culturales. Y luego pienso que la JMJ es una llamada, diría una aventura vocacional. Aquí se tiene una fuerte experiencia de Iglesia que es más difícil de vivir en la vida cotidiana", añade, con la amplitud de visión que tiene el haber participado en muchas.