Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Florian Boucansaud jugó en la Primera División francesa

Vivía muy bien como futbolista pero no era feliz, y le pidió a Dios ayuda: «Hoy Cristo es mi tesoro»

Florian Boucansaud.
Florian Boucansaud, con la camiseta del Troyes, uno de los equipos de la Primera División francesa en los que militó en labores de defensa central.

Nacido en 1981, a los veinte años había conseguido su sueño: convertirse en jugador de fútbol profesional en la Primera División francesa, donde jugó en el Niza y en el Troyes antes de retirarse en 2017. Sin embargo, no era feliz. Hoy, después de la travesía del desierto y su encuentro con Cristo, Florian Boucansaud ha cambiado de vida. Éste es el relato de su vida explicada por él mismo:

Un sueño: ser futbolista profesional

Desde que era muy pequeño era un apasionado de fútbol y creció en mí un sueño: convertirme en futbolista profesional. A los 16 años abandoné el nido familiar para entrar en un centro de formación. Y a los veinte años, mi sueño se hizo realidad. Había fantaseado mucho sobre la vida del futbolista pero rápidamente sentí que la presión de los resultados sería difícil de soportar. Había que funcionar al 100% para el fútbol, los partidos.

Era consciente de que mi sensibilidad no lo aguantaría y corría el riesgo de que me afectara psicológicamente. Pero no podía dar marcha atrás, había luchado por ello. Si el fútbol se había convertido en mi profesión, tenía ganas de hacer una carrera lo más bonita posible, para ganar dinero, ser famoso, etc. He jugado en los niveles más altos durante algunos años. Ganaba decenas de miles de euros al mes, tenía una casa preciosa, coches, salía en la televisión… Pero a pesar de mi pequeña gloria, algo me faltaba.

En 2009 dije: basta

En la primavera de 2009, después de una temporada agotadora moralmente, elevé mi grito al cielo, yo que no me había interesado nunca en Dios: "No puedo más, ¡sácame de aquí! Aceptaré todo. ¡Quiero ser feliz ahora!"
 
Dos-tres meses más tarde mi contrato con el club de Caen concluyó y, contra toda previsión, me encontré en el paro. Aunque tuve que enfrentarme a numerosas pruebas, me sentía liberado. Con mi esposa Sandra decíamos: "Si perdemos todos, nadie en cambio podrá quitarnos nunca nuestro amor ni nuestro pequeño".

Un año más tarde, mi hermano, residente en Paray-le-Monial, me sugirió: "Si quieres volver a encontrarte con el fútbol de tu infancia y si no te importa lo que ganes, propón tus servicios al club de Montceau-les-Mines, en el que tengo amigos". ¡Y ha sido así como me he encontrado en quinta división, ganando treinta veces menos pero sintiéndome muy bien entre estas personas sencillas!

Un momento de desesperación

Paralelamente, al salir de la burbuja centrada en el dinero, los partidos, el éxito, tomé conciencia de la perfidia del mundo y esto me llevó a una desesperación profunda. Me revelaba contra la injusticia y me angustiaba el futuro.

A final de 2012, a través de vídeos en Internet, oí por primera vez un discurso cristiano. Esas personas compartían mi análisis sobre el mundo, pero su conclusión era completamente distinta. Llamaban a la conversión y a confiar en Dios. Ellos aludían a Satán como fuente del mal. Por fin yo podía "entender" todo el mal de mi alrededor. Y si Satán existía, aún más creía yo en la existencia de un Dios Amor, creador de todo.

"Quería conocer a Jesús"

A partir de entonces la persona de Jesús suscitó mi interés: quería conocerle, conocer a Dios, mi sed era inmensa. Una mañana le dije a mi esposa: "Creo que Dios existe y pienso que los horrores de este mundo tienen explicación. El domingo voy a ir a misa". Esto no había sucedido en más de veinte años, desde mi primera comunión. De entrada me sentí bien, los cantos me transportaban, las lecturas y la homilía me absorbían. Poco a poco tuve la sensación de que las escamas caían de mis ojos.



Tengo necesidad de construir mi fe de una manera intelectual. He leído mucho y he pasado mucho tiempo delante del Santísimo Sacramento. Y después de descubrir el amor infinito y eterno de Dios, me confesé. Me despojé de toda mi vida pasada, mis pecados, mi orgullo, mi egoísmo. Y toda mi vida ha cambiado.

He encontrado mi tesoro: Jesús

Ahora sé porqué vivo, de dónde vengo, adónde voy. He encontrado la esperanza, la paz, una alegría profunda. Nuestro hijo Gabin ha sido bautizado en junio, Sandra y yo recibimos la confirmación y nos casamos en septiembre. Estoy feliz en una vida sencilla. Y si hoy me propusieran jugar en el PSG (Paris Saint-Germain) por todo el oro del mundo pero renunciando a mi fe, no aceptaría. He encontrado mi tesoro: Cristo.

(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)

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