El español que fundó Sao Paulo en el siglo XVI
Hizo de todo: milagros, colegios, hospitales, poesía, ciencia... José de Anchieta será santo
El jesuita español José de Anchieta, fundador de la ciudad de Sao Paulo en Brasil en el s.XVI, que fue también poeta, actor de teatro, dramaturgo, diplomático, maestro, filólogo, gramático, naturalista, enfermero, promotor de hospitales, asceta, hacedor de milagros, misionero y profeta, será canonizado este año 2014, con una ceremonia en Roma, aunque no en la Plaza de San Pedro, según los obispos brasileños.
Así, el Papa Francisco quiere dar relevancia a la figura de otro jesuita, como él. Anchieta encarna el nacimiento del Nuevo Mundo y la llegada de la fe al continente americano.
El arzobispo de Aparecida y actual presidente de los obispos brasileños Episcopado brasileño, Cardenal Raymundo Damasceno Assís, informó en conferencia de prensa que la canonización José de Anchieta, conocido como el “Apóstol de Brasil” se realizará posiblemente en abril (la fecha exacta la dará la Santa Sede).
El cardenal dijo que “José de Anchieta dejó profundas marcas en el inicio de la colonización y la evangelización de Brasil. Creo que él merece recibir el culto de toda la Iglesia. Es una persona que marcó nuestra historia desde el inicio”, dijo el Purpurado brasileño. De hecho, Anchieta fue uno de los patrones de la reciente Jornada Mundial de la Juventud Río de Janeiro 2013.
Nacido en Canarias de padre vasco
José de Anchieta nació en San Cristóbal de la Laguna, en Tenerife, el 19 de marzo de 1534. Era el mismo año que San Ignacio fundaba la Compañía de Jesús.
José tenía un padre rico, un hidalgo vasco que había participado en el levantamiento de los comuneros contra Carlos I. Cuando el joven José tenía 15 años, fue enviado a la por entonces prestigiosa Universidad de Coimbra junto con su hermano Pedro, mayor que él.
Allá estudió latín, retórica y filosofía en la Escuela de Bellas Artes. Ya en Portugal destacaba como un gran poeta. Componía versos latinos con extrema facilidad y era llamado el "Canario de Coimbra".
Con mala salud, a las misiones de Brasil
De temprana vocación religiosa, en 1551 ingresó en la orden jesuita recientemente creada. Tenía 17 años. Era de salud más bien frágil. Desde niño sufría escoliosis, que no le impedía ser estricto en sus ejercicios ascéticos.
Sus superiores pensaron que el clima de Brasil le beneficiaría y fue enviado allá junto con otros seis hermanos de orden, llegando a Bahía en el año 1553.
A los dos meses de su llegaba a Brasil, se le envió a San Vicente, hoy Santos, situada en el sur del país. Una tormenta hizo zozobrar su barco y mientras se arreglaba el navío, el jesuita naufragado contactó con indígenas amistosos y se dedicó a aprender su idioma.
Al año siguiente, Anchieta fundó junto al padre provincial Manuel de Nóbrega una aldea misional en Piratininga, que habría de ser el germen de la ciudad más grande de Sudamérica en nuestros días. Lo que él fundó como un colegio en 1555 se convertiría en Sao Paulo, que actualmente supera los 20 millones de habitantes.
En el colegio Anchieta enseñaba gramática tanto a los hijos de los portugueses como a los nativos.
El primer filólogo guaraní
Anchieta aprendió rápidamente el tupí-guaraní hablado por los indios. En filología tupí fue el primero en casi todo. Él escribió:
- la primera gramática de la lengua tupí
- el primer diccionario de lengua tupí
- el primer catecismo en lengua tupí (hay quien lo considera el primer catecismo cristiano escrito en una lengua nativa del continente americano, aunque otros dirían que ese honor corresponde al catecismo en español, quechua y aymara de 1584 en Lima).
Él, que ya escribía poesía y teatro en portugués y latín no tuvo problemas para usar el tupí-guaraní en estos géneros... y también en canciones y sermones.
Naturalista, escritor médico...
Ya con una salud más estable, Anchieta es incansable. Estudia todo lo relacionado con las plantas y la fauna de la región, e incluso aprende a usar con éxito la medicina natural practicada por los indígenas.
Se le considera el primer autor de literatura médica en Brasil, por sus extraordinarias descripciones de enfermedades y técnicas indígenas de curar.
También enseñó a los nativos a fabricar casas de adobe y a obtener fibras textiles de los cardos con las que fabricar alpargatas.
Testimonios sobrenaturales
Se recogieron testimonios de hechos sobrenaturales alrededor de su persona. Algunos jesuitas dijeron que Anchieta llegaba a levitar en sus momentos de oración.
Los indígenas le tenían por mago o taumaturgo porque vieron que en varias ocasiones logró amainar fuertes tormentas con su oración.
Una escena de la película brasileña de 1977, con cabezas cortadas en postes para ambientar.
Sin todavía haber sido ordenado sacerdote, se jugaba la vida intentando combatir algunas de las costumbres más salvajes de los indios.
Un día, al ver que sus amigos indígenas habían atrapado a un miembro de una tribu enemiga y se disponían a comérselo, se lanzó en medio de ellos para disuadirles de tal acción.
A menudo conseguía evangelizar antes a los niños y adolescentes que a los padres. Inspirados por Anchieta, los muchachos en varias ocasiones derramaban la chicha fermentada que tenía alcoholizada a buena parte de la población, como gesto de transformación del pueblo.
Piratas protestantes traen guerra
Su trabajo y sus comunidades se vieron amenazados en 1555 por la llegada del hugonote francés Villegagnon. Establecidos contra la voluntad de los portugueses en la región cercana a la actual Río de Janeiro, los protestantes franceses se alían con la tribu de los indios tamoios, o tamoyas, a quienes incitan a lanzar un ataque contra la población fundada por Anchieta.
Empieza entonces una guerra que parece no tener fin y el Provincial, Manuel de Nóbrega, se hace acompañar de José como embajador de paz.
Retenido en Iperoig, capital de la tribu india enemiga, José es usado como rehén en las conversaciones de los tamoyas con los portugueses.
El jesuita aprovecha la ocasión para predicarles el evangelio durante los siete meses que fue retenido. Una predicación que es acompañada de milagros, algunos espectaculares como la resurrección de un niño pequeño.
Componiendo para la Virgen
El tiempo libre que le quedaba lo dedicaba a escribir poemas en la arena de la playa con una rama. Allá compone su famoso poema o Canto a la Virgen titulado “De Beata Virgine Dei Matre María”, pero al no disponer de papel para escribirlo, lo memoriza.
José de Anchieta escribe un himno a la Virgen en la arena de la playa en Brasil.
Ordenado sacerdote en 1566, acompaña de nuevo a Nóbrega en la fundación de Río de Janeiro. Muerto el Provincial, Anchieta se convierte en rector del Colegio de Río, funda el Hospital de la Misericordia y evangeliza a nuevas tribus indígenas, algunas ciertamente violentas como la de los tapuyas. Roma le nombra Provincial de todos los jesuitas de Brasil en 1577.
Señales y milagros
Desde entonces hasta su muerte, su labor apostólica fue inmensa, recorriendo la “provincia” a pie en varias ocasiones, a pesar de que nuevamente la dolencia de su espalda le había dejado muy incapacitado. Profecías cumplidas, señales y milagros siguieron acompañando su ministerio en estas fechas, como reforzando la promesa de Jesucristo en Juan 14,12: "El que cree en mí, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará".
Murió el 9 de junio de 1597. Tenía 63 años. El 10 de agosto de 1736 el Papa Clemente XII declaró al Padre Anchieta como Venerable. El jesuita canario fue beatificado por Juan Pablo II el 22 de junio de 1980 y se celebra su memoria el 9 de junio.
Una pieza teatral al aire libre recuerda al misionero José de Anchieta.
José de Anchieta en Brasil, como Vasco de Quiroga y Juan de Palafox en México o José de Acosta en Perú, fue uno de esos asombrosos humanistas cristianos que vieron los siglos XVI y XVII.
Los años siguientes en Sao Paulo
Al morir José de Anchieta, Sao Paulo tenía unos 2.000 habitantes blancos. Se convirtió en una ciudad especializada en la "bandeira", es decir, la caza de indios en masa para vender como esclavos. Los jesuitas de la ciudad no podían hacer nada para frenar a las bandeiras pese a las continuas denuncias que efectuaban en Asunción y en España.
A partir de 1610 los jesuitas, dirigidos por el padre Ruiz de Montoya, establecen unas 15 misiones de indios en la zona de Guayra, a medio camino entre la Asunción española y el Sao Paulo portugués. Los bandeirantes paulistas violaron las leyes de la Corona española una y otra vez llevándose miles y miles de indios, vaciando ciudades españolas como Vila Rica, Ciudad Real y las misiones jesuitas.
En 1641, con autorización del Rey y después de años de solicitarlo, los jesuitas armaron y organizaron a los indios de sus reducciones como un ejército e infligieron una gran derrota a los bandeirantes paulistas en la Batalla de Mbororé. Se salvaron así durante otros 150 años las misiones del interior.
En cambio, las aldeas indias de los jesuitas en la costa y cerca de Sao Paulo -herederas del trabajo de José de Anchieta- fueron desmanteladas con la expulsión de los jesuitas de esa región entre 1640 y 1653. Los indios que pudieron huyeron a las reducciones del Paraguay y Argentina.