Álvaro Saurina y su esposa Natalia, familia misionera
El existencialismo sin Dios no llenaba su corazón: una visión del amor de Cristo les hizo misioneros
Álvaro Saurina nació en una familia española "desestructurada". Dice que se crió "en un ambiente existencialista", esa filosofía que considera que "el hombre es una pasión inútil" (en palabras de Sartre).
En su juventud despreciaba la idea de Dios y todo lo relacionado con la Iglesia, y se consideraba "existencialista, darwinista y evolucionista".
Sin embargo, a los 24 años esta filosofía le parecía ya árida. En un debate, charlando sobre Dios y la Iglesia, había visto que se quedaba sin argumentos. Y notaba un vacío interior. "Había como un vacío, y algo se me empezó a abrir por dentro. Tenía la sensación de que Dios quería aparecer en mi vida y yo no sabía como facilitarle las cosas", recuerda.
Como decenas de miles de españoles y europeos en búsqueda espiritual, pensó en realizar el Camino de Santiago. Para eso fue a una parroquia a pedir el certificado que se sella en cada parada para demostrar que se está caminando por la ruta.
Y en ese momento el párroco le invitó a unas catequesis del Camino Neocatecumenal.
- ¿Por qué no vienes a estas catequesis? Hay unos cristianos que hacen cómo lo de los primeros siglos, que cantan que bailan, hacen las Eucaristías diferentes... -le dijo el párroco.
Álvaro se lo pensó. Y lo habló con su novia, Natalia, que era de familia católica pero que llevaba mucho tiempo alejada de la fe y sin interés en ello.
- Me ha dicho el párroco que hay unas catequesis, y una eucaristía y...¿por qué no vamos?
- ¿Eh? ¡Pero cómo vamos a ir a eso!
- Oye, pero es que... yo quiero ir.
- Bueno, si tú vas, yo voy -dijo Natalia.
"Y yo a ella ya me la miré con otros ojos", recuerda Álvaro.
Una experiencia transformadora
En esas catequesis iniciales del Camino Neocatecumenal, Álvaro vivió una experiencia transformadora mientras se leía en voz alta un fragmento del Evangelio.
"Yo estaba delante del Señor viendo que él no se defendía. De repente, se me abrió el Cielo. Yo no sabía que se podía amar de esa manera, en esa talla. Se me presentó un Jesús delante. Yo lo estaba viendo. Ellos estaban leyendo el Evangelio, pero yo estaba viendo allí a Jesús, tan íntegro, tan maduro, tan adulto, con ese amor. Me miré a mí mismo. Tenía 24 años, llevaba ocho años saliendo con Natalia. No nos llevábamos bien, no había manera de que nos entendiéramos. Y la culpa siempre la tenía el otro. Y yo, delante de Jesús, me miré como un niño pequeño, me vi como si estuviera de primera comunión, como de 8 años. Vi que yo no tenía esa capacidad adulta de amar. Que debía madurar".
El poder del perdón y la guía de Dios
Fue el inicio de una conversión de vida. Se reconcilió con su padre. Sus padres se habían separado y eso había herido a Álvaro. Pero Álvaro sintió que era él quien debía dar un primer paso y pedir perdón. Con el tiempo, no sólo se sanó la relación con su padre, sino que también él se convirtió.
Y Álvaro ahora tenía conciencia de ser "muy poca cosa" para Natalia. Ella, ¿no merecía alguien mejor? El viejo Álvaro no la había dignificado, no sacaba lo mejor de ella... Ese Álvaro se sentía indigno... y sin embargo Dios parecía insistirle en presentarle a Natalia como ¡esposa!
"El Señor me habló, sentí en mi corazón que me decía que esa era mi mujer", recuerda. Esposa, madre... conceptos tan ajenos a lo que habían estado viviendo, que implicaban un cambio, salir de si mismos...
Pero todo eso se fue dando: se casaron, y descubrió que en el matrimonio no sólo hay una comunión, "carne de mi carne, huesos de mis huesos", sino también "una cruz". Pero todo con el amor entre esposos y con el amor de Dios.
Hijos vivos, hijos perdidos
La vida familiar y matrimonial de Álvaro y Natalia no ha sido fácil. Han vivido 21 embarazos, pero la mayoría de sus hijos no llegaron a nacer. Hoy tienen 7 hijos vivos.
"He llorado mucho los hijos que hemos perdido, que no llegaron a nacer. Pero tiene mucho que ver con la conversión de mi mujer. Después del tercero que perdimos tuvimos tres seguidos, sanos, allí están, altísimos, majísimos. Y luego tres que no. Ahí Natalia ya quedó vencida totalmente por el Señor, ofrecida totalmente al Señor. Fue un cambio: ya pudimos ofrecernos totalmente a evangelizar, con familia y todo".
Misioneros en Rusia
En el año 2004 se ofrecieron como familia misionera y fueron en una de las misiones del Camino Neocatecumenal a Moscú, con 5 hijos.
Rusia les parecía otro planeta. "Yo creo que aterrizas en el planeta de Marte, y es más fácil que se parezca a España que Moscú, porque hasta las letras son distintas. Todo es distinto. Vivíamos en una apartamento de cuarenta metros cuadrados, siete personas, dos habitaciones. Yo trabajaba, a treinta grados bajo cero, con precariedad. Pero no lo cambiaremos por ningún otro momento de nuestra vida".
Dejó huella también en los niños. "El mayor tenía ochos años cuando fue y diez años cuando volvió. Eran pequeñitos, pero yo creo que les ha sellado impronta porque ellos están deseando ser misioneros también. Y misioneros del evangelio, porque nos pasa a veces que cuando vamos a evangelizar, la gente lo relaciona con las obras de caridad".
Hoy buscan seguir siendo evangelizadores y misioneros en España. "España hoy también es tierra de misión", asegura Álvaro.
En su juventud despreciaba la idea de Dios y todo lo relacionado con la Iglesia, y se consideraba "existencialista, darwinista y evolucionista".
Sin embargo, a los 24 años esta filosofía le parecía ya árida. En un debate, charlando sobre Dios y la Iglesia, había visto que se quedaba sin argumentos. Y notaba un vacío interior. "Había como un vacío, y algo se me empezó a abrir por dentro. Tenía la sensación de que Dios quería aparecer en mi vida y yo no sabía como facilitarle las cosas", recuerda.
Como decenas de miles de españoles y europeos en búsqueda espiritual, pensó en realizar el Camino de Santiago. Para eso fue a una parroquia a pedir el certificado que se sella en cada parada para demostrar que se está caminando por la ruta.
Y en ese momento el párroco le invitó a unas catequesis del Camino Neocatecumenal.
- ¿Por qué no vienes a estas catequesis? Hay unos cristianos que hacen cómo lo de los primeros siglos, que cantan que bailan, hacen las Eucaristías diferentes... -le dijo el párroco.
Álvaro se lo pensó. Y lo habló con su novia, Natalia, que era de familia católica pero que llevaba mucho tiempo alejada de la fe y sin interés en ello.
- Me ha dicho el párroco que hay unas catequesis, y una eucaristía y...¿por qué no vamos?
- ¿Eh? ¡Pero cómo vamos a ir a eso!
- Oye, pero es que... yo quiero ir.
- Bueno, si tú vas, yo voy -dijo Natalia.
"Y yo a ella ya me la miré con otros ojos", recuerda Álvaro.
Una experiencia transformadora
En esas catequesis iniciales del Camino Neocatecumenal, Álvaro vivió una experiencia transformadora mientras se leía en voz alta un fragmento del Evangelio.
"Yo estaba delante del Señor viendo que él no se defendía. De repente, se me abrió el Cielo. Yo no sabía que se podía amar de esa manera, en esa talla. Se me presentó un Jesús delante. Yo lo estaba viendo. Ellos estaban leyendo el Evangelio, pero yo estaba viendo allí a Jesús, tan íntegro, tan maduro, tan adulto, con ese amor. Me miré a mí mismo. Tenía 24 años, llevaba ocho años saliendo con Natalia. No nos llevábamos bien, no había manera de que nos entendiéramos. Y la culpa siempre la tenía el otro. Y yo, delante de Jesús, me miré como un niño pequeño, me vi como si estuviera de primera comunión, como de 8 años. Vi que yo no tenía esa capacidad adulta de amar. Que debía madurar".
El poder del perdón y la guía de Dios
Fue el inicio de una conversión de vida. Se reconcilió con su padre. Sus padres se habían separado y eso había herido a Álvaro. Pero Álvaro sintió que era él quien debía dar un primer paso y pedir perdón. Con el tiempo, no sólo se sanó la relación con su padre, sino que también él se convirtió.
Y Álvaro ahora tenía conciencia de ser "muy poca cosa" para Natalia. Ella, ¿no merecía alguien mejor? El viejo Álvaro no la había dignificado, no sacaba lo mejor de ella... Ese Álvaro se sentía indigno... y sin embargo Dios parecía insistirle en presentarle a Natalia como ¡esposa!
"El Señor me habló, sentí en mi corazón que me decía que esa era mi mujer", recuerda. Esposa, madre... conceptos tan ajenos a lo que habían estado viviendo, que implicaban un cambio, salir de si mismos...
Pero todo eso se fue dando: se casaron, y descubrió que en el matrimonio no sólo hay una comunión, "carne de mi carne, huesos de mis huesos", sino también "una cruz". Pero todo con el amor entre esposos y con el amor de Dios.
Hijos vivos, hijos perdidos
La vida familiar y matrimonial de Álvaro y Natalia no ha sido fácil. Han vivido 21 embarazos, pero la mayoría de sus hijos no llegaron a nacer. Hoy tienen 7 hijos vivos.
"He llorado mucho los hijos que hemos perdido, que no llegaron a nacer. Pero tiene mucho que ver con la conversión de mi mujer. Después del tercero que perdimos tuvimos tres seguidos, sanos, allí están, altísimos, majísimos. Y luego tres que no. Ahí Natalia ya quedó vencida totalmente por el Señor, ofrecida totalmente al Señor. Fue un cambio: ya pudimos ofrecernos totalmente a evangelizar, con familia y todo".
Misioneros en Rusia
En el año 2004 se ofrecieron como familia misionera y fueron en una de las misiones del Camino Neocatecumenal a Moscú, con 5 hijos.
Rusia les parecía otro planeta. "Yo creo que aterrizas en el planeta de Marte, y es más fácil que se parezca a España que Moscú, porque hasta las letras son distintas. Todo es distinto. Vivíamos en una apartamento de cuarenta metros cuadrados, siete personas, dos habitaciones. Yo trabajaba, a treinta grados bajo cero, con precariedad. Pero no lo cambiaremos por ningún otro momento de nuestra vida".
Dejó huella también en los niños. "El mayor tenía ochos años cuando fue y diez años cuando volvió. Eran pequeñitos, pero yo creo que les ha sellado impronta porque ellos están deseando ser misioneros también. Y misioneros del evangelio, porque nos pasa a veces que cuando vamos a evangelizar, la gente lo relaciona con las obras de caridad".
Hoy buscan seguir siendo evangelizadores y misioneros en España. "España hoy también es tierra de misión", asegura Álvaro.
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