Las oraciones del P. Ghislain Roy fueron decisivas
Crónica de una inusual posesión demoníaca: el poder de la Eucaristía liberó a una mujer de 24 años
Angélica tiene 24 años y aún vive con sus padres en la ciudad chilena de Quilpué. Nada en su vida hacía presagiar que padecería la directa agresión del demonio y menos que -cosa rara en estos casos- estaría consciente en todo momento de las manifestaciones de esa presencia maligna, especialmente durante los momentos en que se oró por su liberación.
La razón del por qué padecía esta posesión demoníaca aún no la entiende… Sabe que por ignorancia pudo haberse visto expuesta. Cuenta que siendo adolescente y por decisión de su madre, juntas visitaron a un pseudo sanador quien practicaba la curación a distancia. Nada más recuerda de aquella experiencia.
Mayor conciencia de posibles factores de riesgo atribuye a que siempre fue una “católica tibia”. Se había construido un concepto de Dios y relación con él, señala, a la medida del mínimo esfuerzo de crecimiento en la fe. Pero en ello sentía que nada malo había… la mayoría de las chicas y varones de su edad hacían lo mismo.
El don de la salud que no consideró ni agradeció
Al finalizar el 2012, cuando estaba próxima a viajar al sur de Chile por tres meses para preparar su tesis de título, que la consolidaría como profesional, los dolores provocados por una hernia discal de columna se acentuaron. Ya la habían operado en el 2009 pero con poco éxito, y el Neurocirujano Patricio Yokota no dudó en cursar la orden para una segunda operación.
Viéndola amargada por ese diagnóstico, un matrimonio amigo de sus padres les sugirió acudir a un retiro de la Renovación Carismática Católica que predicaba el psiquiatra argentino Marcelo Dezzi (en la imagen inferior), para que él rezare a Dios pidiendo por su sanación. Angélica pensó que era un poco descabellada la idea. No tenía fe en que sirviera de algo…
“Pero me insistieron tanto que fui. No sentí nada, ninguna mejoría, cuando me rezaron. Luego de eso partí al sur de Chile para hacer mi tesis. Estuve ahí casi cuatro meses y sin haber hecho nada poco a poco los dolores comenzaron a cambiar… disminuían pudiendo hacer movimientos y actividades físicas que antes no me era posible”.
A fines del mes de mayo luego de explotar por nada en acalorada discusión con una amiga, fue consciente por primera vez que algo no andaba bien. Todo la irritaba a un grado extremo. Por ello la invitación de un matrimonio amigo de su familia para acudir al retiro de un sacerdote canadiense llamado Ghislain Roy que visitaba Chile, la enfrentó como una posibilidad de tomarse un par de días para revisar su vida.
Allí re-encontró al psiquiatra y predicador argentino Marcelo Dezzi y la frase que este le dijo sobre sus dudas respecto de que Dios pudiere haberle sanado fue lo más significativo para ella de aquél fin de semana: “¿Por qué dudas de Dios si ya Él te ha sanado?”, fue el categórico mensaje.
“Al regresar a mi hogar y acudir a la consulta del Dr. Yokota, el médico me evaluó y para mi sorpresa el examen de Resonancia Nuclear Magnética determinó que ya no era necesario que me operase”. Angélica cuenta que a pesar de esta significativa señal su vínculo con Dios continuaba siendo frágil en la oración, en sus certezas de fe y no era tampoco asidua a los sacramentos.
El demonio muestra su rostro
En agosto de 2013, recuerda, comenzó a vivir lo que sería la peor pesadilla de su vida. Al comienzo ni ella ni sus padres comprendían qué le ocurría. Pero lo peor era que en distintos momentos del día -estando totalmente consciente de lo que ocurría- un ‘algo que sentía maligno’ se manifestaba repentinamente llenándola de rabia, llanto, una voz que no era propia profiriendo palabras que no deseaba decir, atrapando su cuerpo en contorsiones inimaginables para la anatomía de cualesquier ser humano…
Sus padres acudieron entonces al matrimonio amigo, buenos samaritanos, que en el pasado les había aconsejado sobre la salud de la joven. Y oraron por ella, pero las “manifestaciones” se sucedían con fuerza en aquellos momentos.
Cualesquier palabra sagrada que escuchara u objeto sagrado que se acercase a ella, desataba la furia incontenible de aquello que la poseía, recuerda. Angélica desesperaba, pues para su pesar –dice- en aquellos momentos siempre era consciente de lo que ocurría con ella como si fuere una observadora que estuviera presa e imposibilitada de hacer o decir nada. Ni ella ni sus padres lograban comprender a qué se enfrentaban.
Sería necesario que ella participase en la lucha, retornando a la vida sacramental y de oración, para poder ser liberada.
La batalla final
La batalla final “con el demonio que la poseía” -testimonia-, ocurrió en el transcurso de tres días de retiro (1 al 3 de noviembre de 2013), segunda visita del sacerdote Ghislain Roy a Chile (en la imagen inferior). El relato de lo que vivió nos lo cuenta en sus propias palabras:
“Cuando iba el viernes primero de noviembre hacia el lugar de retiro estaba muy inquieta. En mi mente los pensamientos se sucedían: ‘¿Podrán sacarme inmediatamente lo que tengo?’, pensaba primero y luego dudaba de que fuere a salir en el retiro. Pero en el fondo de mi ser quería que saliera… ¡que me dejara estar en paz y poder seguir de mejor forma el camino a Dios!
Al comenzar la misa con que iniciaba el retiro y luego cuando estábamos en Adoración Eucarística empezó a manifestarse. Le podía sentir en mí. Yo no paraba de llorar porque no tenía paz en mi alma. Vinieron los laicos servidores que apoyaban a Padre Ghislain, y porque al parecer así estaba planificado, me llevaron a una salita lateral donde comenzaron a rezar oraciones de liberación.
Las manifestaciones de los bichos (demonios) que tenía en mí se acentuaron. Cuando terminaron de rezar para liberarme, yo podía sentir que aún estaban en mí. Pero igual me daba ánimos y mentalmente me repetía ‘¡Va a salir, tienen que irse, sigamos adelante!’
No sé cómo viven otras personas las liberaciones. Pero yo sentí todo ese fin de semana. Estuve consciente de cada manifestación y la mayor parte de todas las liberaciones que fui experimentando.
Luego regresé a la capilla y esperé mi turno para que padre Ghislain me rezara y bendijera. Cuando me senté en el lugar, él se acercó… y dijo que aún necesitaba más oración.
Volvieron a rezarme en la salita contigua y las manifestaciones fueron tan intensas agotando mi cuerpo que estuve largo rato tendida en el suelo. Cuando terminó el proceso y me sentí con fuerzas para moverme me fui ante el Santísimo. Jamás en mi vida había experimentado la presencia viva de Jesús. Supe, ¡sentí que Jesús está vivo!, porque para mayor gracia, mientras miraba al Santísimo, orándole, suplicando, pude ver el rostro de Jesús. Mi agotamiento se desvaneció y aún sabiendo que tenía demonios dentro, ese regalo de su rostro me dio fortaleza para seguir.
Pasaban ya las dos y treinta de la madrugada. Salí de la capilla, me tomé un té y –con un hambre espiritual por Cristo inaudita en mí- regresé y estuve contemplando al Señor Sacramentado hasta las cuatro de la madrugada, hora en que me fui a dormir.
Al día siguiente (sábado), el demonio seguía aún en mí y a más lo sentía, trataba de poner mi mente en Dios diciéndole ¡que se haga tu voluntad, que sea ahora mi liberación y si no después! Pero al mismo tiempo que yo le hablaba a Dios, las dudas hablaban en mi mente, me atormentaban.
Reaccioné, tomé el librito guía “Para liberarse y sanar” y como el padre Ghislain es el autor, me fui a pedirle un autógrafo. Cuando estuve ante él mi malestar interior se hizo patente y entre sollozos le extendí el libro pidiéndole una dedicatoria mientras le decía que yo sentía que el demonio no había salido aún.
Bueno, el padre sólo habla francés así es que la traductora me leyó lo que estaba escrito que lo interpreté como un mensaje de Jesús… ‘Confía, la liberación ha empezado, vuélvete hacia Mí con confianza, te bendigo’, decía en la contratapa del libro.
Iniciaron las actividades de aquel día y llegó un momento culmen para mí. Todos estábamos adorando en la capilla y el padre avanzaba con el Santísimo imponiéndolo sobre las cabezas de las personas; la mayoría caían en lo que se conoce como descanso espiritual. Cuando llegó hasta mí, al momento de la imposición pude sentir cómo parte de esa presencia maligna salía de mí, pero al poco rato nuevamente pude percibir su presencia indeseable, aunque menos fuerte.
Me fui frente al Santísimo (que el padre había retornado al altar) para rezar y al contemplarle, como si todo se aquietara, Jesús desde la custodia me invitaba. Era irresistible, yo quería estar cerca, a sus pies en el altar. Pero cuando sentí esto, un pensamiento funesto comenzó a repetirse en mi mente… diciendo que era irrespetuoso ir porque el lugar estaba siempre ocupado con personas que acudían hasta los pies del Santísimo a orar una vez que el padre Ghislain les había rezado.
Era una lucha entre mi sed por ir y el pensamiento que me retenía haciéndome creer que no se debía hacer. Justo en ese momento, vi que alguien a quien el padre no le había rezado, fue hasta los pies del altar. Salí yo también, como impulsada por una fuerza ajena… Puse mis manos en el Santísimo y lloré, pero no como en las manifestaciones que expresaban la convulsión del espíritu maligno atormentando mi alma. Esta vez era un llanto sereno, de descanso. Calmada sentía cómo, tan sólo tocando el Santísimo, el Señor me iba regalando sus bendiciones y fuerza.
Luego el padre Ghislain bendijo a todos con el Santísimo y yo sin darme cuenta, por primera vez experimenté un largo descanso de mi alma y mi cuerpo, todo mi ser reposó en paz. Cuando me incorporé sentí un leve estremecimiento, y me dije ‘¿qué será?’ Por un instante temí que fuera un nuevo ataque del demonio, pero no. Percibía como si ráfagas de viento me impactaran, suaves, pero firmes y me dije… ‘es el Espíritu Santo’.
Entré en un estado como de sopor y los ayudantes de padre Ghislain me rodearon y comenzaron a rezar por mi liberación… yo rezaba con ellos, en especial con intensidad el Ave María en latín y luego me llevaron con padre Ghislain quien comenzó a rezar, mediando por mi liberación…
El poder de Dios emanaba y tuve la imagen de espíritus malignos siendo desplazados a los pies de la cruz de Cristo por la imprecación del sacerdote cuya voz se me confundía como si fuere la del mismo Señor Jesús. De pronto mi cuerpo se fue como arrodillando hasta los pies de Padre Ghislain y ahí, ¡pude sentirlo! salió un demonio de mí.
Después de eso, estaba con mucha paz y de repente sentí un movimiento fuerte y me volví a preguntar ‘seré yo o no’, porque uno comienza a sugestionarse y me preguntaba si era yo quien se movía o si era otro demonio que estando aún en mí movía a su antojo mi cuerpo. Olvidé mis dudas, miré al Santísimo y supe que debía ir en ese instante a sus pies. Mientras me incorporaba, como si ya supiera lo que venía, escuché la voz de un servidor de padre Ghislain que me dijo ‘¡vamos, falta poco!’
Al llegar a los pies del altar, me puse en cruz y no recuerdo mucho lo que pasó. Sé que en un momento, posé mis manos en el Santísimo y a la par que la dulce fuerza del Señor me llenaba iban saliendo de mí los restos de mal y demonios que quedaban. Luego sólo hubo paz, finalmente estaba liberada”.