A sus 27 años profesa como monja clarisa en Valdemoro: «El Señor me fue enamorando poco a poco»
Pese a la secularización y el problema vocacional que sufre Occidente sigue produciéndose un goteo continuo de jóvenes que dicen sí a entregar su vida a Cristo ya sea a través del sacerdocio o la vida religiosa en sus distintas ramas.
Este pasado fin de semana se vivió uno de estos momentos que siguen llenando de esperanza a la Iglesia con la profesión temporal de Sor Inmaculada María del Espíritu Santo, una joven toledana de Quismondo de 27 años, en el convento de la Encarnación de las Hermanas Clarisas de Valdemoro (Madrid).
La celebración –tal y como recoge la Diócesis de Getafe- fue presidida por el vicario episcopal del Cerro de los Ángeles, Manuel Vargas, el sacerdote que ha acompañado espiritualmente a esta joven en su llamada a la vida contemplativa.
Dios también se acuerda de la familia
En su homilía Vargas explicó que “la vida religiosa no es una renuncia a lo hermoso de la vida sino que, al revés, consiste en haber encontrado en Cristo el ‘tesoro escondido’, que ya no hace necesarios otros tesoros -de ahí el voto de pobreza-, ni otros amores -de ahí abrazar la virginidad- ni ocuparse de decidir según uno -de ahí el voto de obediencia-.”
De este modo, el sacerdote recordó que “Dios recompensa no solo a la joven que dice sí a la vocación: también a sus padres, que aceptan esta vocación y renuncian a los planes que tenían sobre su hija”.
Una llamada surgida en una peregrinación
Sor Inmaculada de María ha decidido dar este importante paso tras madurar con tiempo la llamada que asegura que recibió en una peregrinación con el grupo de la Hospitalidad de Lourdes en Toledo.
Esta joven toledana de 27 años, la pequeña de tres hermanos, participó también en el grupo de ‘Hijas de María’ de la Parroquia Santo Domingo de Silos (Pinto), donde también descubrió su vocación contemplativa la joven pinteña Rocío Navarro, que recibió el hábito en Soria el pasado 9 de octubre.
Sor Inmaculada relata que fue en el año 2015, a través de una amiga como conoció la vida contemplativa y le llamó la atención “la alegría que se veía en las monjas”.
Fue dos años después, ya en 2017, cuando percibió claramente que quería entrar en el convento. “El Señor me fue enamorando poco a poco”, asegura esta joven.
El testimonio de su familia ha sido también muy importante en su camino vocacional, sobre todo el de su madre “que vive con una gran fe su enfermedad”.
Esta profesión ha supuesto para ella “la vida entera”, pues afirma que se trata de “ser esposa de Cristo y donarme a la humanidad. Dar plenitud a mi vida como cristiana que se inició en el Bautismo y llevar mi vida de consagrada a plenitud hasta que pueda reunirme con el Esposo, Cristo, definitivamente”.