Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Austin Ripley, escritor de misterio, fundó «Guest House»

Era alcohólico, venció su adicción, creó una casa de recuperación y ha ayudado así a 9.000 clérigos

El escritor Austin Ripley superó su alcoholismo y decidió ayudar a clérigos heridos por esa adicción, salvando también su vocación
El escritor Austin Ripley superó su alcoholismo y decidió ayudar a clérigos heridos por esa adicción, salvando también su vocación

E. R. / P. J. G / ReL

Hace pocos años, en 2009, la revista católica norteamericana «Catholic Digest» dedicó un amplio espacio a la figura de Austin Ripley y la institución fundada por él, la Guest House (www.guesthouse.org), dedicada a rescatar del alcoholismo y de otras adicciones (droga, juego, desórdenes alimenticios) a miembros del clero, sacerdotes y religiosos y religiosas.

Austin Ripley fue un periodista y escritor de novelas policiacas extraordinariamente popular en los años 30 en Estados Unidos. Se hizo famoso con unas columnas de misterio que el lector debía resolver, llamadas Minute Misteries, que publicaba en 170 periódicos del país. Además eran considerados muy útiles en las escuelas por su inglés sencillo y expresivo.

Pero ese éxito profesional escondía una dura lucha con el alcohol. Ripley logró superar esa dependencia en 1942.

Ayudar  a los clérigos adictos
Era católico convencido y percibió ya en ese momento la necesidad de ayudar a clérigos que padecían ese mismo problema. Cinco años después creó el embrión de una institución que entendió que debía atender las peculiaridades de la vida consagrada y sacerdotal. 



«Salvar a la persona y salvar su vocación»: esa era la intuición que repetía. Con ese objetivo fundó en 1951 la primera de las Guest House (literalmente, «casa de huéspedes»), aunque oficialmente es en 1956, con la inauguración de la sede de Lake Orion (Michigan), cuando se considera que nace la iniciativa. La casa matriz pertenecía a un magnate de la prensa que tuvo que venderla por una décima parte de su valor, y que sufragaron el mismo Ripley y la archidiócesis de Detroit.

Hoy esa iniciativa ha crecido y cuenta con dos casas en Estados Unidos (una para hombres y otra para mujeres) y una tercera en Mangalore, India. La casa de Lake Orion se considera el centro de tratamiento de adicciones que lleva más años funcionando de manera ininterrumpida de Estados Unidos y quizá del mundo. El programa entero cuenta con 68 empleados a tiempo completo y 61 a tiempo parcial.

Miles de personas sanadas
En este medio siglo largo más de 9.000 sacerdotes, religiosos y religiosas (se abrió un centro para ellas en 1994) han sido atendidos en sus diversas casas, con un porcentaje de éxitos en torno al 75%..., mucho mayor que la media en atención a adictos en general en otros centros. De ellos, 2.300 siguen vivos y más de 2.000 siguen activos en su ministerio eclesial.

Las estadísticas de Guest House muestran que los clérigos y religiosas que siguen con éxito el proceso sirven a la Iglesia y a sus comunidades aún 20 años más, e incluso más tiempo. El lema oficial de las casas reza: "Nadie demasiado pronto, nadie demasiado tarde".

No son malos, tienen un transtorno
En el citado número de «Catholic Digest» explicaba su experiencia el padre Bill. Contaba que la Guest House le permitió recuperar la autoestima cuando fue enviado allá por su obispo, como última solución a su problema: «Comprendí que yo no era una mala persona, sino una persona enferma que estaba intentando mejorar».

El padre Bill dejó de beber en 1975, y celebraba con su artículo treinta años de sobriedad, ahora que, ya retirado y aquejado de la enfermedad de Parkinson, echa la vista atrás y evoca sus malos momentos. Aunque también los buenos: en 1985 intervino, como experto en alcoholismo y drogas, en la primera sesión del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, nada menos que ante la madre Teresa de Calcuta. En 1991 el cardenal Fiorenzo Angelini le invitó a contar su caso ante Juan Pablo II.



«La Guest House salvó mi vida», titula el padre Bill su artículo, en un homenaje a Austin Ripley, un hombre que apostó por una labor discreta pero necesaria al servicio de la Iglesia mientras quedaban en el tintero, sin resolver, los múltiples crímenes ideados por su fértil imaginación.
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