Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Adicto y suicida fracasado, sintió la presencia de Dios

De cultivador de marihuana a predicador católico: la asombrosa sanación de Peter Lipták

Peter Lipták predica el evangelio, cuenta su experiencia y anima a todos a invitar a Cristo en su vida
Peter Lipták predica el evangelio, cuenta su experiencia y anima a todos a invitar a Cristo en su vida

Pablo J. Ginés/ReL

Peter Liptak nació en una buena familia católica y tradicional en Eslovaquia, pero en su juventud él sólo veía la religión como una serie de normas morales, y se rebeló contra “esas normas de mis padres”.

“Yo era fan de grupos pop satánicos. También quedaba con amigos con los que bebíamos mucho, y mezclábamos alcohol con pastillas. Me interesaba la filosofía del anarquismo. Y empecé a fumar marihuana, y después a cultivarla”.

Probando con más drogas: adicción
A los 19 años empezó con la heroína, aunque sólo la fumaba, no se atrevía a inyectarla. Después probó la pervitina y el LSD. Cuando un tiempo después recibió atención médica le diagnosticaron un nivel F19, que significa “adicción a los narcóticos y psicotrópicos”. “Lo que yo quería era salir de la realidad mala y gris”, explica.

En 1997, con 23 años, tuvo su minuto de gloria en los telenoticiarios, cuando la policía le detuvo con 2 kilos de marihuana y entró en su cabaña de campo donde estaban sus plantas y producía otros 8 kilos.

Fue un momento especialmente bajo para él. En cuanto pudo, tomó una dosis enorme de alcohol y pervitina y trato de suicidarse, buscando electrocutarse en una caja de voltaje. Pero sobrevivió.

“Hoy pienso que sobreviví porque Dios me protegía, pero entonces pensé que ni siquiera la muerte me quería”, recuerda.

En vez de cárcel, le tocó asistir a 3 meses de terapia antinarcóticos y un par de estancias psiquiátricas. Hizo propósito de cambiar de vida… y no duró nada: a los cinco días de volver a su entorno se reenganchó a la droga. No podía vivir sin ella.

Un encuentro de oración carismático
Unos meses después, ya en 1998, le invitaron a un encuentro de evangelización llamado “Fuego”, de la comunidad católica carismática Maranatha (www.maranathapo.sk), en Présov.

Cuando entré en el lugar, inmediatamente sentí la presencia de Dios. Y durante la alabanza, era incluso más fuerte. Sentí que aquello era el paraíso, no el que tenía en las drogas”, recuerda.

En cierto momento, dejó que otras personas rezaran por él, acompañándose del gesto de imponer las manos, una forma de presentar a Dios a la persona por la que se intercede.

“En ese momento, entendí que Jesús estaba allí, ante mí. No era una alucinación. Tampoco algo que se podía percibir con los sentidos físicos. Entendí su presencia mediante mi espíritu, en mi corazón, llamadlo como queráis, pero mi percepción de Dios era más realista para mí que cualquier cosa que hubiera llamado real hasta ese momento”.

“Empecé a llorar bajo el poder de Su Amor”, recuerda. “Yo me mantenía de pie, en la verdad de mi pura indignidad, y al mismo tiempo sentía Su enorme amor. Sentí que todo el mal de mi vida se fundía, se deshacía. Dije en mi corazón: Jesús, te quiero. Quiero ser tuyo. Por favor, cámbiame”.

Un cambio milagroso y constatable
Dios le cambió, de una forma drástica y comprobable: desapareció de golpe toda su adicción al alcohol, a las drogas e incluso al tabaco. Peter lo define como “curado sobrenaturalmente”.

“Al marchar del encuentro, tiré mi paquete con cigarrillos. No tuve que hacer ningún compromiso, ni forzarme a mí mismo. De repente, tenía la sensación de no haber fumado nunca, de no haberme drogado nunca. Era una persona nueva”.

Incluso asegura que en ese momento quedó “liberado” también de la fornicación y de adicciones sexuales y que “gracias a Dios nunca he vuelto a estos pecados”.

Peter no quiere presumir de nada suyo, y al dar su testimonio se remite a las palabras de San Pablo (Gal 6,14) que sólo se gloriaba de la Cruz de Cristo. Pero insiste en que “los psiquiatras dicen a los drogadictos que sólo se curarán completamente cuando les entierren. Lo admito, es cierto, pero es que en mí se confirma la Palabra de Dios que dice ‘con Él somos enterrados para que así como Cristo resucitó de entre los muertos, también nosotros tengamos nueva vida (Rom 6,4).”

De adicto a predicador, en una semana
Peter empezó a atender los encuentros de Maranatha. Apenas una semana después de su curación y conversión, le pidieron que diera su testimonio ante unas 100 personas. Y después le llamaron de colegios, parroquias, grupos de confirmación, de Radio Lumen… (en la foto, un ejemplo de retiro de jóvenes con Maranatha).



Enseguida, la Hermana Helena, religiosa de las Hermanas Enseñantes de San Francisco de Asís, y responsable de la comunidad Maranatha, vio que Peter tenía no sólo un testimonio hermoso sino dones de predicación.

“Así que unos 3 años después de mi sanación me matriculé para estudiar teología católica y me gradué en 2006”, explica Peter.

El legado de una jeringuilla
Pero se dio un momento muy duro en esa época. Cuando llevaba 4 años de vida cristiana los médicos descubrieron en su sangre el virus de la Hepatitis C. Era una herencia de su pasado y de una jeringa contaminada. Peter se enfadó con Dios: “¿por qué me presentas esa factura después de 4 años, por qué no me curaste esto?”

El tratamiento era duro: unas píldoras que le causaban depresión y ponían su temperatura corporal a 38 grados de forma continuada. Llegó un momento en que se dejó caer en la cama, muy deprimido, y sintió algo que nunca había sentido, ni en su época de drogadicto, “y no podía haber nada peor”.

Una experiencia oscura
“Era como si en un segundo todos mis seres queridos hubiesen muerto, y no hubiese nada por lo que vivir. Tuve la sensación de que Dios se había perdido, como si no existiese. Pero si era claro que vivir no tenía sentido, también lo era que imaginar que no fuese a vivir, también lo era. Y así estuve una hora, o lo que pareció mucho rato. Pero en ese vacío, me llegó a la mente un argumento filosófico de Santo Tomás de Aquino: hay una razón para cada movimiento, que está causado por otro ente que se mueve, y al final debemos admitir que hay un primer motor, perfecto, que siempre ha existido: que es Dios”.

A su mente vino un segundo pensamiento: el versículo de Romanos 1,20: “desde la creación del mundo, la existencia invisible de Dios y su poder eterno han sido vistos con claridad en la mente y entendimiento de las cosas creadas”.

Y un tercer pensamiento, el más claro y fuerte: “Yo sé que mi Defensor está vivo” (Job 19,25).

“Y de nuevo volví a estar envuelto en la hermosa presencia de Dios, como el sol sale de las nubes oscuras”, explica Peter, que se vio reforzado en la fe por esta experiencia. Al cabo de un año, además, el tratamiento surgió efecto y quedó curado.

Casado, con hobby, evangelizador
En 2012 se casó con Verónica, una chica que conoció en un encuentro de evangelización y le ayuda en su tarea como predicador y evangelizador en la comunidad Maranatha.

Por su testimonio especialmente impactante para los jóvenes, tentados por la soledad, la droga y la rebeldía, Peter suele detallar a los chicos que “Jesús no nos quita los hobbies que están bien”. En su caso, por ejemplo, le gusta ir en moto, “mi único hobby normal de los viejos tiempos”. En su moto tiene inscrita una frase bíblica: “quien crea en mi, aunque muera, vivirá” (Juan 11,25). Dice que mucha gente que encuentra, al ver la frase le pregunta sobre ella: es una oportunidad para contar su experiencia de Dios.

Y anima “a quien no lo haya hecho aún” a que pruebe con una breve oración y diga: “Señor Jesús, gracias por morir por mí en la Cruz, y por resucitar para darme vida eterna; pongo mi vida en tus manos; condúceme en la vida, y después, hacia ti en el cielo. Amén”.

“Creo que quien escribió hace 3.000 años lo de ‘tengo sed de Dios, del Dios vivo’, no era un fanático, sino que simplemente recogía el clamor de cada alma humana”, concluye Peter.
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