Mayra Alejandra y su familia fueron víctimas de la brujería: así fue su «calvario» y liberación
«Cuando el sacerdote rezó en latín, lo que tenía se manifestó y dejé de controlar mi cuerpo»
Desesperación, sentir bichos por el cuerpo, ojos negros, voces que sugieren el suicidio, un odio profundo a la Iglesia… lejos de ser una trama de ficción, estos fueron síntomas del día a día de Mayra, Iván y su hijo. No hubo ouijas ni satanismo declarado: "La ignorancia", relata ella, fue lo que les llevó a adentrarse en la brujería sin tener conciencia de estar abriendo las puertas de par en par a fuerzas "nada normales" y "que no venían de Dios".
Nacida en Colombia y residente en España desde 2006, Mayra Alejandra recibió la fe de su madre que, aunque no eran "muy practicante" se preocupó de que estudiase en un colegio católico y no evitó que su abuela le inculcase "un gran respeto y amor por el Señor" desde la infancia.
Cuando llegó a España empezó a estudiar, a trabajar y conoció a su novio, Iván. Poco a poco se fueron alejando de la fe en que habían sido educados: pese a que "siempre tenía la semilla en el corazón", Mayra se acostumbró a vivir como si Dios no existiese.
Fue entonces cuando en 2019, en plena universidad, Mayra conoció a una compañera recién llegada de Colombia. Pensando que estaría sola o necesitaría compañía, no tardó mucho en comprender las consecuencias que esa nueva amistad tendría en su vida. Ella e Iván estaban a punto de sufrir la brujería en sus carnes.
Baños, sal y limón, ingredientes para una infestación demoníaca
Cuenta al canal El rosario de las 11 pm que todo comenzó cuando en su Instagram, Mayra leyó que su nueva amiga era médium. No hizo caso a "los cuentos" que ella le contaba, pero su pareja Iván, en una situación difícil, se dejó convencer de que la conocida podría ayudarle a encontrar trabajo sin la necesidad de enviar un solo currículum.
O al menos eso era lo que prometía aquella mujer. El precio fue irrisorio, de hecho no cobró nada "por la simpatía" que les tenía y solo exigió poco más de tres ingredientes, -agua, sal y limón- y dos jornadas para "limpiar" su "mala suerte".
El primer día no ocurrió nada. Pero después del segundo baño, Iván comenzó "a sentirse mal, sudando frio y cambiando de colores". Al día siguiente, no podía parar de pensar en el suicidio y en quitarse de en medio en medio de una gran desesperación, agachado en el suelo.
-"Pídele a Dios que te quite lo que sea que tengas", le dijo Mayra.
La joven recuerda con pánico como su novio levantó la cabeza mirándola, dio un fuerte puñetazo sobre la mesa y con los ojos completamente negros, respondió "aquí Dios no tiene nada que ver" antes de marcharse.
Presa del pánico, Mayra solo pudo pensar en llamar de nuevo a aquella mujer para que ayudase a Iván.
Falta de voluntad, hormigueos o ideas suicidas
Ella insistió mucho en hacerle `la contra´ -una especie de ritual que, en teoría, evitaría que volviesen a suceder aquellos episodios- consistente en siete baños en diversas hierbas mientras se rezaban unas oraciones. Y Mayra, que sentía una inexplicable falta de voluntad, accedió a participar con su marido.
"A falta de un baño [para concluir la sesión] también yo empecé a tener los problemas y sentir lo que él sentía, cosas que no tenían nada de normal", relata. Lo recuerda como si le oprimiesen el pecho, con ganas de llorar sin parar y queriendo morirse. "Alguna noche sentía que me murmuraban al oído, que me tocaban la cesárea de mi hijo, las rodillas o el pelo. También tenía hormigueos, me sentía observada y al coger el coche me quemaba el corazón y sentía que unas voces me decían: `muérete, quítate de en medio, circula en sentido contrario…´", añade.
Podría resultar evidente que aquella "amiga" no les estaba ayudando. De hecho ella comenzaba a sospecharlo y tenía pánico cada vez que la veía -lo recuerda como ver al demonio mismo- pero ambos recuerdan tener "la mente nublada".
Durante un tiempo les convenció de que era la única que tendía la solución a sus problemas y que sus males solo podían quitarse con nuevos rituales, pero el dinero que gastaban en ellos era directamente proporcional a cómo aumentaba el terror en las vidas de Mayra e Iván.
"Creía que ni el mismo Dios podría ayudarme"
En el punto álgido de aquel "Calvario", Mayra recuerda a su novio suplicar ayuda rezando de rodillas mientras ella se arrastraba por el suelo con cada palabra del padrenuestro o del avemaría que pronunciaba Iván. "Era como si me cogieran del cuello y no pudiese ni hablar", expresa mientras recuerda las lesiones que le producía en la espalda aquellos movimientos involuntarios.
En pleno confinamiento durante la pandemia, los sucesos comenzaron a ocurrir durante todos los días y noches de la semana.
Mayra regresó al trabajo, retomó los estudios y reunió toda la fuerza y el valor que pudo para prohibir a la mujer que regresase a su hogar. Su falta de voluntad, como por arte de magia, comenzó a disiparse tras hablar con ella.
"Hablé con Iván, le dije que no quería ver más a esa mujer y comenzamos a tirar todos los amuletos que nos había colocado en casa. Lo tiramos todo, las pulseras, piedras, jerseys, muñecos… ¡hasta la cama!", pues una extraña sensación recorría el cuerpo de Mayra cada vez que tocaba alguno de los objetos que pertenecieron a la que ya sabían que era una bruja.
Pero por aquel entonces, alejados de la fe y exceptuando alguna oración puntual, Mayra pensó que "ni si quiera el mismo Dios" podría ayudar a su familia. "Había perdido tanto la relación y confianza en Dios que desconfiaba de Su poder", admite.
Hacia la sanación y liberación por la oración
Desesperada e infestada por extraños síntomas, Mayra pidió ayuda a una amiga, y esta le recomendó ir a la iglesia: "Sentí como si una mano fría me cogiese el cuello, sentí asco y dije: `Voy a ir a la iglesia´, porque sabía que lo que sentí era para tener miedo y no ir".
Gracias a su amiga, Mayra conoció a dos sacerdotes. El primero le confirmó que casos como el de aquella mujer eran todo lo contrario a Dios, que debía revisar que no quedase ninguna pertenencia de la bruja en su hogar.
Al verla, el segundo religioso acompañó a Mayra a una capilla y comenzó su liberación. "El padre rezó unas oraciones, empezamos rezando normal y a medida que fue rezando en latín, lo que yo tenía se manifestó y se enfadó, fue un completo espectáculo y veía las cosas pero no podía controlar mi cuerpo", relata.
Cuando concluyó la liberación, solo quedaba la sanación de Iván, que pasaba por recibir la ayuda del sacerdote, abandonar otras prácticas ocultistas y porque la familia al completo regularizase sacramentalmente su estado. Convencido de que a través del péndulo estaba contactando con su padre, su mente "hizo el click" cuando Mayra le preguntó cómo podía saber que "aquello" era su padre.
"Así empezó el cambio. Dijo que sentía que tenía que ir a Misa, empezamos a ir a Misa los domingos y a conocer más de Dios, Jesús y la Virgen y ahora es su adoración", afirma.
Iván, que bajo ningún concepto quería casarse, comenzó a recibir catequesis para recibir la comunión, la confirmación y junto a Mayra, también para el matrimonio. Se casaron el pasado 13 de mayo.
"Nada se puede comparar con el amor de Dios, nada da tanto gozo y felicidad. No le puedo pedir más. La bendición del matrimonio es impresionante y si antes nos queríamos y apoyábamos, ahora es con el amor y la bendición de Dios y no tiene comparación", concluye.