Contrajo VIH, su familia lo repudió, en una casa de la Iglesia halló acogida y una fe más grande
Sofía Lobos en VaticanNews y RadioVaticana difunde el testimonio de Samuel Tugrí, residente de la "Casa-Hogar El Buen Samaritano", en Panamá, que fue visitada por el Papa Francisco durante la pasada JMJ.
Samuel es de etnia indígena de la comarca Ngäbe Buglé. Como tantos jóvenes de origen rural, dejó su poblado buscando trabajo en Ciudad de Panamá. Encontró trabajo, pero también se enmarañó en una vida de desenfreno durante la cual contrajo el VIH, el virus del sida.
Para él fue un "auténtico terremoto emocional", dice. “Se me vino el mundo abajo. Se te derrumban los sueños. Sólo piensas en la muerte”.
Peor que la enfermedad, explica, fue sufrir el rechazo, la marginación social y en su caso personal incluso el repudio de su propia familia.
Una casa-hogar para sentirse acogidos y reponerse
Raúl fue recibido en la casa-hogar “El Buen Samaritano”, una residencia en la periferia de la capital, dirigida por la Iglesia católica. Esta casa ayuda desde 2005 a enfermos de VIH-SIDA.
Al principio, el impulso de la Casa-Hogar lo aportaba la Parroquia Santa María del Camino con la acogida a personas que vivían con esta enfermedad, dándoles orientación espiritual y ayuda en alimentos. Después la obra fue creciendo: sus residentes, además de recibir los cuidados médicos correspondientes, encuentran allí un hogar donde refugiarse y no sentirse juzgados.
El Papa Francisco visitó "El Buen Samaritano" durante la JMJ de enero de 2019. Días antes, Raúl explicó a VaticanNews como era su nueva vida.
Cumplir reglas y aprender a luchar
"Aquí llevamos una vida con normas, con horarios y actividades. Nos levantamos temprano, nos aseamos, leemos la Palabra de Dios, esperamos las actividades de terapia ocupacional, etc. La vida fácil que tuvimos antes de llegar a este centro nos trajo consecuencias así que ahora tenemos que esforzarnos, cumplir las reglas y seguir luchando ya que en el camino siempre vamos a encontrar obstáculos y limitaciones", afirma el joven de 31 años.
"Nunca es tarde para cambiar"
Raúl afirma, con emoción, que no importa el pasado que uno pueda haber tenido, porque "nunca es tarde para cambiar porque Dios nunca se cansa de perdonarnos".
"El Señor mira nuestros corazones y los transforma. Estoy feliz de saber que el Papa viene a vernos, cuando aquí a veces no vienen ni nuestros familiares. Él se ha fijado en nosotros, que somos pequeños, y eso conmueve mi corazón", dijo Raúl.
"Necesitamos cariño, que nos muestren el amor de Dios"
Raúl tejió con sus manos para el Papa una chácara, que es como se denomina en Panamá a las bolsas colgantes de hilo que usan indígenas y campesinos.
"Tejer me ayuda a olvidar un poco mis problemas y sufrimientos. Cuando a uno le diagnostican esta enfermedad se encierra en un círculo de negatividad en el que no puede ver nada más que la muerte como destino y esto hace que te sientas inútil. Lo cierto es que nosotros necesitamos mucho cariño, mucha fuerza para seguir adelante y necesitamos ese empuje de alguien como el Papa, para que nos muestre ese amor incondicional de Dios", concluye con su voz llena de esperanza.
El vídeo de VaticanNews explica cómo es la vida en el centro Buen Samaritano, cómo se sale de la negatividad acompañado de la fe, la acogida y la esperanza cristiana