Ocho personas explican cómo les cambió la vida
«Tras la muerte de mi hijo, encontré la felicidad en un cursillo de cristiandad»
Miles de personas encuentran en los cursillos de cristiandad el consuelo que andaban buscando. Ocho personas, que asistieron a uno de estos cursos, cuenta su experiencia. Si en algo coinciden los testimonios de los entrevistados es que el que decide pasar por esta experiencia cristiana, no queda jamás inmune.
Muchas veces, ante un duro golpe en nuestras vidas, reaccionamos con el dolor de la desesperación. Algunos tienen la suerte de encontrar ese consuelo que tanto anhelan. Es el caso del matrimonio formado por Juan de Pazos y su mujer Pilar que, tras ver truncadas sus vidas por la repentina muerte de su hijo, encontraron el consuelo en un cursillo de cristiandad. Y no sólo el consuelo; hallaron de nuevo la felicidad. «Nosotros somos un matrimonio marinero, con todo lo implica: 40 años de convivencia, 6 hijos y más de 16 traslados. Cuando mi hijo Juancho falleció, mi familia se desmoronó. Pero el Señor, que siempre provee, nos regaló un cursillo de cristiandad. Desde entonces, hay un antes y un después en nuestras vidas. Hoy Jesucristo es el origen de nuestra felicidad», explican.
Alumbrar el túnel
Para Cristina Delgado, una estudiante, el cursillo sirvió para alumbrar el túnel en el que estaba metida tras la muerte de su padre. «No sabía por qué luchar ni adónde ir y entonces encontré el sentido de mi vida: Dios. Luchar por ser mejor cristiana cada día, por llenar de amor y paz mi casa. El cursillo fue alegría, esperanza. Dios contaba conmigo, a pesar de estar rodeada de un mundo donde Dios no está de moda. Dios me quería para ser su testigo por el mundo. Desde entonces, mi vida ha cambiado y nunca me he sentido más feliz», afirma.
El caso de Fernanda Tamayo es diferente. Ecuatoriana, llegó a España hace dos años en busca de ilusiones y sueños. Sin embargo, la realidad fue bien distinta. Se dio cuenta de que estaba en un país extraño y de que se encontraba sola. «Entonces comprendí que la ilusión que me había traído aquí se había convertido en mi gran dolor: no podía perdonarme haberme separado de mi hijo. Me sentía fracasada como persona, como mujer y como madre.
Cuando fui a mi cursillo, no tenía ni la más mínima idea de lo que iba a representar en mi vida. Jesús me abrió sus brazos para consolarme, me dio su amor por medio de la gente que formaba parte de esa comunidad. Hoy, mis problemas no han terminado, pero ahora es distinto, porque gracias a Él, he recuperado la fe, la ilusión y la esperanza. Cristo ha hecho conmigo un verdadero milagro», subraya Fernanda Tamayo.
A veces ni siquiera hace falta motivo para ansiar la plenitud. «Estaba terminando mi carrera de Arquitectura y lo tenía todo: una vida organizada y un proyecto de futuro al que hacer frente», explica Fernando Muga Gómez. de 38 años. «Pensé que lo tenía todo, sin embargo, a raíz de asistir a un cursillo de cristiandad, me di cuenta de que había dejado al margen una pieza fundamental de mí mismo: mi alma. Fue hace diez años y esos tres días cambiaron mi vida. Fui consciente del vacío que producía aquella ausencia en el momento en que me encontré con el que, hoy en día, se ha convertido en el centro de mi vida: Jesucristo. Esa experiencia me descubrió el desconocimiento que tenía acerca de lo que representa ser cristiano y la cantidad de prejuicios, frutos de la ignorancia, que tenía hacia la Iglesia».
Cambio radical de vida
A otros, los cursillos de cristiandad les cambian de forma radical su manera de vivir. Es el caso de Patricia, de Pedro y de Jordi, que tras pasar por esa experiencia, optaron por adquirir un compromiso mayor con su fe. Patricia, una enfermera de 33 años, realizó su primer cursillo hace quince años. «En esos tres días, Cristo vino a mi encuentro y me invitó a seguirle. Desde entonces, el Señor ha sido mi camino, mi verdad y mi vida», comenta. Tal es así, que tras acudir una temporada a la República Dominicana a colaborar con una misión, decidió consagrar su vida al Señor y tomar los hábitos.
Del cuartel a la sacristía
Pedro Ignacio Pérez Lozano, presbítero, inició su primer cursillo hace 18 años. Entonces era militar destinado en la base aérea de Jerez de la Frontera: «En el cursillo me presentaron a un Cristo vivo; encontré una Iglesia viva, donde me vi seducido por los testimonios valientes que me contaron allí. Acepté unirme a ellos y finalmente me ordené sacerdote. Sé que los cursillos están dirigidos a la evangelización del hombre de hoy, y lo sé porque lo he comprobado en mi propio cuerpo».Jordi Girau Reverter, responsable del Movimiento de Cursillos en la archidiócesis de Madrid, vivió una similar experiencia. «Yo me reencontré a Jesús en mayo del 68, cuando acudí a un cursillo de cristiandad.
Desde que nací, mi familia me educó en la fe. Sin embargo, con el tiempo, mi fe se había perdido. El cursillo me presentó a Jesús de manera nueva». En 1980 se ordenó sacerdote. El Movimiento de Cursillos nació en Mallorca como resultado de la espiritualidad que se vivió en la peregrinación a Santiago en la segunda mitad de la década de los 40. De esa espiritualidad peregrinante nacieron los Cursillos de Cristiandad.
En su página web oficial está toda la información sobre este movimiento. La sede del secretariado nacional está en Madrid, en la Calle Magallanes, 25, 4º, 28015 - MADRID (ESPAÑA). Tlf: 914476595.
Alumbrar el túnel
Para Cristina Delgado, una estudiante, el cursillo sirvió para alumbrar el túnel en el que estaba metida tras la muerte de su padre. «No sabía por qué luchar ni adónde ir y entonces encontré el sentido de mi vida: Dios. Luchar por ser mejor cristiana cada día, por llenar de amor y paz mi casa. El cursillo fue alegría, esperanza. Dios contaba conmigo, a pesar de estar rodeada de un mundo donde Dios no está de moda. Dios me quería para ser su testigo por el mundo. Desde entonces, mi vida ha cambiado y nunca me he sentido más feliz», afirma.
El caso de Fernanda Tamayo es diferente. Ecuatoriana, llegó a España hace dos años en busca de ilusiones y sueños. Sin embargo, la realidad fue bien distinta. Se dio cuenta de que estaba en un país extraño y de que se encontraba sola. «Entonces comprendí que la ilusión que me había traído aquí se había convertido en mi gran dolor: no podía perdonarme haberme separado de mi hijo. Me sentía fracasada como persona, como mujer y como madre.
Cuando fui a mi cursillo, no tenía ni la más mínima idea de lo que iba a representar en mi vida. Jesús me abrió sus brazos para consolarme, me dio su amor por medio de la gente que formaba parte de esa comunidad. Hoy, mis problemas no han terminado, pero ahora es distinto, porque gracias a Él, he recuperado la fe, la ilusión y la esperanza. Cristo ha hecho conmigo un verdadero milagro», subraya Fernanda Tamayo.
A veces ni siquiera hace falta motivo para ansiar la plenitud. «Estaba terminando mi carrera de Arquitectura y lo tenía todo: una vida organizada y un proyecto de futuro al que hacer frente», explica Fernando Muga Gómez. de 38 años. «Pensé que lo tenía todo, sin embargo, a raíz de asistir a un cursillo de cristiandad, me di cuenta de que había dejado al margen una pieza fundamental de mí mismo: mi alma. Fue hace diez años y esos tres días cambiaron mi vida. Fui consciente del vacío que producía aquella ausencia en el momento en que me encontré con el que, hoy en día, se ha convertido en el centro de mi vida: Jesucristo. Esa experiencia me descubrió el desconocimiento que tenía acerca de lo que representa ser cristiano y la cantidad de prejuicios, frutos de la ignorancia, que tenía hacia la Iglesia».
Cambio radical de vida
A otros, los cursillos de cristiandad les cambian de forma radical su manera de vivir. Es el caso de Patricia, de Pedro y de Jordi, que tras pasar por esa experiencia, optaron por adquirir un compromiso mayor con su fe. Patricia, una enfermera de 33 años, realizó su primer cursillo hace quince años. «En esos tres días, Cristo vino a mi encuentro y me invitó a seguirle. Desde entonces, el Señor ha sido mi camino, mi verdad y mi vida», comenta. Tal es así, que tras acudir una temporada a la República Dominicana a colaborar con una misión, decidió consagrar su vida al Señor y tomar los hábitos.
Del cuartel a la sacristía
Pedro Ignacio Pérez Lozano, presbítero, inició su primer cursillo hace 18 años. Entonces era militar destinado en la base aérea de Jerez de la Frontera: «En el cursillo me presentaron a un Cristo vivo; encontré una Iglesia viva, donde me vi seducido por los testimonios valientes que me contaron allí. Acepté unirme a ellos y finalmente me ordené sacerdote. Sé que los cursillos están dirigidos a la evangelización del hombre de hoy, y lo sé porque lo he comprobado en mi propio cuerpo».Jordi Girau Reverter, responsable del Movimiento de Cursillos en la archidiócesis de Madrid, vivió una similar experiencia. «Yo me reencontré a Jesús en mayo del 68, cuando acudí a un cursillo de cristiandad.
Desde que nací, mi familia me educó en la fe. Sin embargo, con el tiempo, mi fe se había perdido. El cursillo me presentó a Jesús de manera nueva». En 1980 se ordenó sacerdote. El Movimiento de Cursillos nació en Mallorca como resultado de la espiritualidad que se vivió en la peregrinación a Santiago en la segunda mitad de la década de los 40. De esa espiritualidad peregrinante nacieron los Cursillos de Cristiandad.
En su página web oficial está toda la información sobre este movimiento. La sede del secretariado nacional está en Madrid, en la Calle Magallanes, 25, 4º, 28015 - MADRID (ESPAÑA). Tlf: 914476595.
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