Era centrocampista del Bolonia
De futbolista a fraile franciscano: «Ahora juego con el mejor equipo», dice fray Graziano
Tenía ante sí un futuro prometedor en el fútbol y no le faltaba de nada: dinero, coches, fiestas. Pero se sentía vacío, y empezó a pasar largos ratos de silencio.
Desde pequeño, el sueño de Graziano Lorusso había sido ser futbolista profesional. En 1990, con 16 años, consiguió realizarlo, al ser fichado como centrocampista por el Bolonia, después de haber jugado en otros equipos regionales del sur de Italia. Un año después jugó el Mundial sub 17 con la selección italiana junto a Alex del Piero.
Tenía ante sí un futuro prometedor en el fútbol y no le faltaba de nada: dinero, coches, fiestas. ¡Todo lo que un joven de su edad podía desear!
Un año después de ser fichado por el Bolonia le concedieron varios premios por la calidad de su juego y otros equipos empezaron a interesarse por él.
Sin embargo, “se sentía triste, vacío, desilusionado”. Y comenzó a buscar “algo más”, a pasar largos ratos solo y en silencio. Poco a poco aquel ambiente se le hizo insoportable y decidió volver a casa de sus padres, cerca de Bari, en el sur de Italia.
Allí, en su ciudad natal, empezó a frecuentar la iglesia de San Francisco y a compartir con un fraile franciscano conventual lo que le estaba ocurriendo…
Hasta que descubrió que Dios había puesto otro “sueño” en su corazón y que ahora le llamaba a realizarlo.
Con gran sorpresa y no menos desconcierto por parte de los que le conocían, decidió dejarlo todo para seguir a Cristo como franciscano, cambiando el equipamiento deportivo por el hábito de San Francisco, el campo de fútbol por el convento, la pasión por el balón por la pasión por el Evangelio.
Este pasado mes de abril, en la catedral de su ciudad natal -Gravina de Pulla-, fue ordenado sacerdote rodeado de su familia, de tantos hermanos franciscanos y de numerosos amigos, y se hicieron eco la prensa local y las webs de vocaciones franciscanas.
También estaban algunos ex-compañeros y entrenadores de los equipos en los que jugó. Lleno de emoción, al final de la celebración, reconoció: “Ahora sí que soy feliz de verdad, entregando totalmente mi vida a Cristo y pudiendo servir a la Iglesia. No echo en falta nada de lo que dejé, al contrario: ahora puedo decir que realmente se está cumpliendo mi verdadero sueño, el sueño de Dios para mí. ¡Ahora juego en el mejor equipo y con el mejor Capitán!”.