Se enfadó con Dios, pero luego sanó su relación
Becky era pro-aborto, agnóstica, y decía que Cristo es un mito... hoy es católica y pro-vida
Propone un feminismo nuevo, que defienda a hombres, mujeres y niños. La Teología del Cuerpo y la regulación natural de la fertilidad son las herramientas que cambiarán la cultura.
Becky Bowers-Greene es en la actualidad una importante activista provida, católica convencida, promotora de la regulación natural de la fertilidad, de la Teología del Cuerpo de Juan Pablo II y de un feminismo que proteja la vida, la familia y la complementariedad del hombre y la mujer. Su blog www.reclaimingthewomb.com desarrolla todos esos temas.
Pero no siempre fue así. Se bautizó en 2001 en Phoenix, EEUU. Antes era feminista, pro-aborto, daba la anticoncepción por supuesta y el matrimonio del mismo sexo le parecía perfectamente correcto. Su viaje espiritual y vivencial ha sido intenso.
Sin educación cristiana
"No me educaron en ninguna religión, y aunque nunca se me animó a ser antirreligiosa di por hecho que al no practicar ninguna fe debía ser hostil a la religión en general", explica Becky a ReL sobre su infancia y juventud.
"Pensaba que la religión era sólo una muleta que los hipócritas usaban para excusar sus acciones juzgando y señalando con el dedo a los demás. Yo no era atea, pero sí una agnóstica orgullosa. Siempre sentí que debía haber un Dios, pero me burlaba de la idea de que a Dios le interesase nuestra vida. Me parecía ridículo que la gente rezase antes de un partido, cuando en África se pasaba hambre o había niños muriendo de leucemia. Creo que ya entonces tenía algún tipo de diálogo con ese dios", recuerda Becky.
Sin ninguna formación cristiana, Becky pensaba que Cristo nunca existió, que todo lo que había en la Biblia y a su alrededor eran mitos.
Feminista, abortista... y un novio católico
A los 20 años era feminista, "pro-choice" (defensora del aborto) y desde luego "no pensaba dedicar ni un segundo a considerar que la anticoncepción tuviese nada de malo".
Pero le pasó algo que no es infrecuente en los países con diversidad religiosa: se sacó un novio creyente, un chico católico que se tomaba muy en serio la fe. Tan en serio, que ya la primera vez que salieron juntos, él le dijo que iba a entrar en el seminario, a discernir una posible vocación sacerdotal. Pero quería verse con ella, conocerla, mientras llegaba el momento. Becky quedó muy intrigada, quiso conocerle mejor, entenderlo, y para eso tenía que entender esa fe que tanto lo emocionaba.
Leyendo "Mero Cristianismo"
Becky se apuntó al curso de iniciación cristiana para adultos común en las parroquias de EEUU. Mientras él entraba en el seminario, ella estudiaba la fe. Leyó mucho C.S. Lewis y especialmente su libro "Mero Cristianismo" le abrió los ojos. Se dio cuenta de que tenía 24 años y no sabía casi nada de ética, de moral, y menos de Dios y su voluntad.
Además, "empecé a conocer más y más gente inteligente, amable, amorosa y realmente creyente". Ella de niña sólo había conocido malos cristianos, malos ejemplos: las personas que conocía ahora le impactaban.
La Escritura, la tradición, la ley moral natural... todo parecía encajar bien en la Iglesia Católica. Y se preparó para bautizarse en la Vigilia Pascual de 2001. Pero no pudo ser.
Una tragedia y un fuerte enfado
El Jueves Santo, dos días antes del gran momento, su padre murió de un ataque al corazón cuando se preparaba para acudir al bautismo de su hija. "En el día que se supone que yo debía entrar en la Iglesia, me encontraba eligiendo ataúd para mi padre. Odié a Dios. Odié a la Iglesia. A mi padre, mi primer amor, se lo había llevado la muerte, y a mi novio se lo había llevado Dios al seminario. Estaba enfadada y me dije que nunca perdonaría a Dios por esto".
Pero pasaron los días y entendió una cosa: "la muerte de mi padre habría sido en vano, porque él murió viniendo a ver mi bautizo, y yo lo había dejado. Aún enfadada, decidí recibir los sacramentos unos meses después".
Entonces salió su novio del seminario, y retomaron su relación. Los dos habían cambiado, tenían que aprender a conocerse de nuevo. Y se volcaron en ello.
Regulación natural y visión católica
En la preparación para el matrimonio, tomaron un curso de regulación natural de la fertilidad. Y eso les ayudó a fortalecer su relación y su fe. Para Becky, además, fue un paso para profundizar y re-descubrir la visión católica de la vida para ella misma, no sólo por él. Seguía enfadada con Dios, durante 9 meses no fue a comulgar. No se fiaba de Dios y de sus intenciones.
Pero la enseñanza de la Iglesia, de la fe, de su moral hermosa y exigente, le fascinaba. Y su defensa de la vida, de la mujer y de los más débiles. Sus heridas se fueron sanando, y se reconcilió con el Señor.
"Hoy sé lo que es el verdadero feminismo: asumir la feminidad y el designio con que Dios me creó. Es estar casada con alguien que lo honra y respeta, educar niños para que entiendan la dignidad de la persona".
Becky y su marido hoy tienen tres niños, otro en camino, y un bebé en el Cielo. "Hablamos a novios y matrimonios sobre la Teología del Cuerpo, la enseñanza de la Iglesia sobre la vida, la familia, la vida y la fertilidad; escribo y doy charlas en el movimiento pro-vida. Y es para mí un honor presentar esta verdad a tanta gente que nunca la escuchó".
Pero no siempre fue así. Se bautizó en 2001 en Phoenix, EEUU. Antes era feminista, pro-aborto, daba la anticoncepción por supuesta y el matrimonio del mismo sexo le parecía perfectamente correcto. Su viaje espiritual y vivencial ha sido intenso.
Sin educación cristiana
"No me educaron en ninguna religión, y aunque nunca se me animó a ser antirreligiosa di por hecho que al no practicar ninguna fe debía ser hostil a la religión en general", explica Becky a ReL sobre su infancia y juventud.
"Pensaba que la religión era sólo una muleta que los hipócritas usaban para excusar sus acciones juzgando y señalando con el dedo a los demás. Yo no era atea, pero sí una agnóstica orgullosa. Siempre sentí que debía haber un Dios, pero me burlaba de la idea de que a Dios le interesase nuestra vida. Me parecía ridículo que la gente rezase antes de un partido, cuando en África se pasaba hambre o había niños muriendo de leucemia. Creo que ya entonces tenía algún tipo de diálogo con ese dios", recuerda Becky.
Sin ninguna formación cristiana, Becky pensaba que Cristo nunca existió, que todo lo que había en la Biblia y a su alrededor eran mitos.
Feminista, abortista... y un novio católico
A los 20 años era feminista, "pro-choice" (defensora del aborto) y desde luego "no pensaba dedicar ni un segundo a considerar que la anticoncepción tuviese nada de malo".
Pero le pasó algo que no es infrecuente en los países con diversidad religiosa: se sacó un novio creyente, un chico católico que se tomaba muy en serio la fe. Tan en serio, que ya la primera vez que salieron juntos, él le dijo que iba a entrar en el seminario, a discernir una posible vocación sacerdotal. Pero quería verse con ella, conocerla, mientras llegaba el momento. Becky quedó muy intrigada, quiso conocerle mejor, entenderlo, y para eso tenía que entender esa fe que tanto lo emocionaba.
Leyendo "Mero Cristianismo"
Becky se apuntó al curso de iniciación cristiana para adultos común en las parroquias de EEUU. Mientras él entraba en el seminario, ella estudiaba la fe. Leyó mucho C.S. Lewis y especialmente su libro "Mero Cristianismo" le abrió los ojos. Se dio cuenta de que tenía 24 años y no sabía casi nada de ética, de moral, y menos de Dios y su voluntad.
Además, "empecé a conocer más y más gente inteligente, amable, amorosa y realmente creyente". Ella de niña sólo había conocido malos cristianos, malos ejemplos: las personas que conocía ahora le impactaban.
La Escritura, la tradición, la ley moral natural... todo parecía encajar bien en la Iglesia Católica. Y se preparó para bautizarse en la Vigilia Pascual de 2001. Pero no pudo ser.
Una tragedia y un fuerte enfado
El Jueves Santo, dos días antes del gran momento, su padre murió de un ataque al corazón cuando se preparaba para acudir al bautismo de su hija. "En el día que se supone que yo debía entrar en la Iglesia, me encontraba eligiendo ataúd para mi padre. Odié a Dios. Odié a la Iglesia. A mi padre, mi primer amor, se lo había llevado la muerte, y a mi novio se lo había llevado Dios al seminario. Estaba enfadada y me dije que nunca perdonaría a Dios por esto".
Pero pasaron los días y entendió una cosa: "la muerte de mi padre habría sido en vano, porque él murió viniendo a ver mi bautizo, y yo lo había dejado. Aún enfadada, decidí recibir los sacramentos unos meses después".
Entonces salió su novio del seminario, y retomaron su relación. Los dos habían cambiado, tenían que aprender a conocerse de nuevo. Y se volcaron en ello.
Regulación natural y visión católica
En la preparación para el matrimonio, tomaron un curso de regulación natural de la fertilidad. Y eso les ayudó a fortalecer su relación y su fe. Para Becky, además, fue un paso para profundizar y re-descubrir la visión católica de la vida para ella misma, no sólo por él. Seguía enfadada con Dios, durante 9 meses no fue a comulgar. No se fiaba de Dios y de sus intenciones.
Pero la enseñanza de la Iglesia, de la fe, de su moral hermosa y exigente, le fascinaba. Y su defensa de la vida, de la mujer y de los más débiles. Sus heridas se fueron sanando, y se reconcilió con el Señor.
"Hoy sé lo que es el verdadero feminismo: asumir la feminidad y el designio con que Dios me creó. Es estar casada con alguien que lo honra y respeta, educar niños para que entiendan la dignidad de la persona".
Becky y su marido hoy tienen tres niños, otro en camino, y un bebé en el Cielo. "Hablamos a novios y matrimonios sobre la Teología del Cuerpo, la enseñanza de la Iglesia sobre la vida, la familia, la vida y la fertilidad; escribo y doy charlas en el movimiento pro-vida. Y es para mí un honor presentar esta verdad a tanta gente que nunca la escuchó".
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