Prefirió la fe al éxito fácil
Frigide Barjot, la humorista que agita la manifestación francesa contra el matrimonio gay
Todo empezó el día en que fijó una línea roja entre lo que se puede y no se puede tolerar en la televisión.
Hace más o menos una década Frigide Barjot [Virginie Merle] era una de las participantes estrella de uno de los programas más vistos de la televisión francesa, el presentado por Laurent Ruquier. Un día, éste le pidió que rodara un vídeo cuyo guión le obligaba a vestirse de monja y, a continuación, acudir a diferentes sex-shops de la calle Saint-Denis -lugar mítico de la prostitución en París- a pedir trabajo. ¿Para qué? Para comprobar si una prenda religiosa facilitaba o dificultaba una hipotética contratación.
Frigide rechazó participar en semejante operación, en la que veía una burla gratuita de la religión. A consecuencia de esta negativa, empezaron a llamarla cada vez menos del programa hasta desaparecer del todo de la pequeña pantalla.
Pero como no hay mal que por bien no venga, ese episodio sirvió para retomar una fe que tenía algo aparcada. “Cuando a uno le obligan a transmitir mensajes contrarios a sus convicciones, las redescubre después de ver lo estropeadas que aparecen; y la fe cristiana es la única que sufre burlas en la vida pública”, declaraba hace poco más de un año al semanario Alba.
Lo que no imaginaba es que esa fe iba a motivar su resurgimiento mediático varios años después. En 2009, la rehabilitación de los obispos tradicionalistas de la Fraternidad San Pío X por parte de Benedicto XVI -entre los que se encontraba Richard Williamson, negador del Holocausto- generó en los medios franceses una violenta campaña de desprestigio contra el Santo Padre.
Frigide lanzó entonces, con relativo éxito, una campaña en las redes sociales cuyo eslógan era “No toques a mi Papa”.
Pocas semanas después, los medios volvieron a cebarse con Benedicto XVI por unas declaraciones suyas sobre los preservativos durante su viaje a África. A sus responsables de la televisión pública francesa no se les ocurrió otra cosa que colocar un preservativo gigante en plena misa televisada. De nuevo Frigide plantó cara: esta vez tuvo aún más éxito; tanto que se ha convertido en una "opinadora católica". Un estatus que en absoluto le molesta: en 2011 publico un libro que fue todo un éxito de ventas, Confessiones d´une catho branchée [Confesiones de una católica en la onda].
Por eso, no es de extrañar que se haya convertido en la figura relevante de la corriente de opinión que este domingo 13 de enero se manifestará contra el proyecto de ´matrimonio´ homosexual de François Hollande, el mismo que fue profesor de Frigide en el Instituto de Ciencias Políticas de París hace un cuarto de siglo.
Ya entonces, Frigide, que tiene ahora 50 años, era la graciosa de turno en las aulas; hoy lo es de una buena parte de los franceses. Está convencida de que la risa levanta montañas. “Mi límite ético es el falseamiento del mensaje cristiano. Además, si hay alguien que tiene humor es Dios. ¿Qué es el humor sino ese accidente del razonamiento que provoca esa cosa increíble que es la alegría?”.
Palabra de quien eligió su irónico seudónimo -Frigide Barjot significa Frígida Cateta- en honor de una de sus actrices favoritas (Brigitte Bardot), que no tiene mucho de católica pero sí de políticamente incorrecta. Es lo que fuerza la admiración de Virginie Merle, impulsora de la que puede ser la mayor manifestación contra un gobierno en Francia en los últimos treinta años.
Frigide rechazó participar en semejante operación, en la que veía una burla gratuita de la religión. A consecuencia de esta negativa, empezaron a llamarla cada vez menos del programa hasta desaparecer del todo de la pequeña pantalla.
Pero como no hay mal que por bien no venga, ese episodio sirvió para retomar una fe que tenía algo aparcada. “Cuando a uno le obligan a transmitir mensajes contrarios a sus convicciones, las redescubre después de ver lo estropeadas que aparecen; y la fe cristiana es la única que sufre burlas en la vida pública”, declaraba hace poco más de un año al semanario Alba.
Lo que no imaginaba es que esa fe iba a motivar su resurgimiento mediático varios años después. En 2009, la rehabilitación de los obispos tradicionalistas de la Fraternidad San Pío X por parte de Benedicto XVI -entre los que se encontraba Richard Williamson, negador del Holocausto- generó en los medios franceses una violenta campaña de desprestigio contra el Santo Padre.
Frigide lanzó entonces, con relativo éxito, una campaña en las redes sociales cuyo eslógan era “No toques a mi Papa”.
Pocas semanas después, los medios volvieron a cebarse con Benedicto XVI por unas declaraciones suyas sobre los preservativos durante su viaje a África. A sus responsables de la televisión pública francesa no se les ocurrió otra cosa que colocar un preservativo gigante en plena misa televisada. De nuevo Frigide plantó cara: esta vez tuvo aún más éxito; tanto que se ha convertido en una "opinadora católica". Un estatus que en absoluto le molesta: en 2011 publico un libro que fue todo un éxito de ventas, Confessiones d´une catho branchée [Confesiones de una católica en la onda].
Por eso, no es de extrañar que se haya convertido en la figura relevante de la corriente de opinión que este domingo 13 de enero se manifestará contra el proyecto de ´matrimonio´ homosexual de François Hollande, el mismo que fue profesor de Frigide en el Instituto de Ciencias Políticas de París hace un cuarto de siglo.
Ya entonces, Frigide, que tiene ahora 50 años, era la graciosa de turno en las aulas; hoy lo es de una buena parte de los franceses. Está convencida de que la risa levanta montañas. “Mi límite ético es el falseamiento del mensaje cristiano. Además, si hay alguien que tiene humor es Dios. ¿Qué es el humor sino ese accidente del razonamiento que provoca esa cosa increíble que es la alegría?”.
Palabra de quien eligió su irónico seudónimo -Frigide Barjot significa Frígida Cateta- en honor de una de sus actrices favoritas (Brigitte Bardot), que no tiene mucho de católica pero sí de políticamente incorrecta. Es lo que fuerza la admiración de Virginie Merle, impulsora de la que puede ser la mayor manifestación contra un gobierno en Francia en los últimos treinta años.
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