Miércoles, 25 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

El Chesterton de Oriente

Cómo un ministro chino se convirtió por un sencillo folleto de Santa Teresa de Lisieux

Intelectual, jurista y escritor, John CH Wu fue el autor de la Constitución china. Tras su conversión, llegó la de su mujer y la curación de su hija por intercesión de la santa.

Javier Lozano / ReL

John CH Wu
John CH Wu
“He estado buscando toda mi vida una madre y la encontré en la Iglesia Católica”. John CH Wu ha sido uno de los intelectuales chinos más brillantes del siglo XX. Estudió Derecho en Europa y América y fue escritor, profesor en distintas universidades chinas y de EEUU así como jurista de prestigio internacional siendo el redactor principal de la Constitución de China. Incluso llegó a ser ministro plenipotenciario de China ante la Santa Sede antes del régimen comunista.

El doctor Wu vivió una auténtica odisea espiritual que le llevó finalmente a su casa, la Iglesia Católica. Siempre en busca de la verdad este erudito acabó encontrando a Dios gracias a una sencilla religiosa carmelita, Santa Teresa de Lisieux.

Del confucionismo al metodismo y de ahí…
Su historia es la de una búsqueda de Dios. Criado en el confucionismo pasó más tarde por el taoísmo hasta que fue bautizado como cristiano metodista. Sin embargo, su camino estaba lejos de acabar aquí.

Tras realizar sus estudios en China más tarde gracias a una beca prosiguió su formación en Estados Unidos, París y Berlín. Fue en EEUU donde se desencantó con el protestantismo por lo que comienza a alejarse hasta rozar el ateísmo.

Dante y Newnan, instrumentos para su conversión
Sin embargo, cuando su fe estaba en su punto más bajo se produjo el encuentro que cambiaría su vida para siempre y que influiría tanto en su persona como en su obra. La Divina Comedia de Dante inició en él un cambio espiritual pero que tuvo como principal instrumento un folleto de Santa Teresa de Lisieux. Más tarde la lectura casual del cardenal Newnan sobre la infalibilidad del Papa le terminó de disipar cualquier duda. Por ello, para Wu comenzó a ser evidente que una Iglesia que había tenido a personas como San Agustín, santo Tomás de Aquino, Dante o Pascal eran los lógicos herederos de la Iglesia fundada por Cristo.

Pero, ¿cómo fue la conversión de John CH Wu? Lo contó él mismo en una memorable conferencia en la Santa Sede en 1948 cuando era ministro plenipotenciario chino. Todo comenzó cuando estando hospedado en casa de un amigo, que no conocía su lucha interna en busca de Dios, observó que esta familia rezaba todas las noches junta el Rosario.

El folleto de Santa Teresa que cambió su vida
“Una vez, viendo un retrato de una señora, le pregunte: ¿es Santa María, verdad? ¡Pareció sorprendido de mi ignorancia! No –dijo-, no es la Santísima Virgen, es Santa Teresa de Lisieux, la florecilla de Jesús. Pero, ¿quién es esta florecilla?; nunca he oído hablar de ella. Entonces me dio un folleto en francés sobre santa Teresa del Niño Jesús”.

El doctor Wu abrió este folleto al azar y procedió a leerlo encontrándose con estas palabras: “ah, estoy persuadida de ello, aun cuando tuviera en mi conciencia todos los crímenes que se pueden cometer, no perdería nada de mi confianza; iría con el corazón desgarrado de arrepentimiento a echarme en los brazos de mi Salvador. Sé que esta multitud de ofensas se abismaría en un instante como una gota de agua echada en una hoguera ardiente”.

“Me ha enseñado a amar a Jesús”
Estas palabras cambiaron su vida e “hicieron decidirme a volver a mi Padre como el hijo pródigo, pues la gracia había tocado mi corazón”. Desde este primer encuentro, relata Wu, mi amor por la santa fue en aumento. Ella me ha enseñado a amar a Jesús y amar a nuestra Madre la Virgen Santísima”. Cuando le comunicó al amigo que le albergó esos días que había decidido ser católico casi se desmaya pues llevaba ya diez años rezando por su conversión.

“La verdad que Dante fue mi guía hasta la puerta de la Iglesia. ¿Pero quién me hizo entrar por la puerta? La Santísima Virgen y su humilde hija Santa Teresa de Lisieux”, afirmó este intelectual chino que falleció en 1986.

Fue bautizado en Sanghai el 18 de diciembre de 1937. “Desde entonces Dios prodigó sobre mí y sobre mi familia gracias imposibles de contar. Solamente puedo decir con Santa Teresa: ‘oh, Dios mío, habéis sobrepasado mi esperanza y quiero cantar vuestras misericordias”.

La conversión de su mujer y la curación de su hija
Estas gracias de las que habla Wu realmente fueron innumerables. Tales que él mismo las atribuye a la conversión de su esposa y la curación de su hija Teresa. En el estudio que hizo sobre la santa, La Ciencia del amor, contaba estos hechos.

Su hija estaba muy enferma de pulmonía y el médico les había advertido de los riesgos. “Su fiebre era alta y el médico nos dijo que era sólo el comienzo y que todo dependería de desarrollos futuros. Tras consultar a mi mujer llamé al padre Maestrini, pidiéndole que viniera y bautizara a la niña. Lo hizo y poco después mi mujer se arrodilló ante Santa Teresa con el bebé en sus brazos y rezó con gran fervor. No pude oír sus palabras. Cuando se levantó, le pregunte lo que había dicho a la santa. Ella dijo: ‘sólo le dije que es demasiado difícil de criar pues no soy digna de ser su madre, por lo que le he pedido a Santa Teresa que se sea su madre”.

La mañana siguiente el médico volvió a casa de los Wu y para sorpresa de todos la pulmonía de la pequeña había desaparecido totalmente. El médico sólo podía decir: “maravilloso, maravilloso”.

La curación de la niña y la intercesión de la “florecilla de Jesús” fue el instrumento que ahora utilizaba el Señor para la conversión de la mujer del escritor y jurista chino. El camino de conversión era lento pero constante. “Hace algún tiempo –cuenta Wu en el prefacio de La Ciencia del Amor- mi mujer conoció a H.H. Kung, y al crecer su amistad, la nobleza de su carácter le impresionó profundamente y le abrió los ojos a las hermosuras del cristianismo aunque fue Santa Teresa la que confirmó por completo su fe en Cristo. De mi parte, mi única función fue enseñarle el Catecismo. Nunca he querido imponer mi propia fe a mi familia, pero Dios nos ama tanto que Él se dignó en ser Anfitrión de nuestro humilde hogar”.
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