Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Muchos policías le deben la vida

Anthony Pinizzotto, un sacerdote en el FBI

Casos como los de la serie de televisión «Mentes criminales» han sido resueltos por un agente con alzacuellos.

Carmelo López-Arias / ReL

Anthony Pinizzotto.
Anthony Pinizzotto.

Los seguidores fieles de la serie Mentes criminales conocen bien -aunque sea aderezado por las exigencias de la ficción- en qué consiste el trabajo de un psicólogo criminal o un psicólogo forense del FBI: deducir, a raíz de las características del crimen, las características de la personalidad que lo ha cometido, y con ese perfil buscar otras pruebas que conduzcan al culpable.

No sólo a eso, pero también a eso, se ha dedicado durante más de veinte años Anthony Pinizzotto, un salesiano que compatibilizaba su ministerio sacerdotal en la parroquia de San Guillermo de York en Stafford (Virginia), a sólo quince kilómetros de la central del FBI en Quantico, con su trabajo como profesor para los futuros agentes y como miembro de distintas unidades de investigación.

No hace mucho que abandonó la agencia por jubilación, aunque continúa siendo consultado y mata también el gusanillo impartiendo conferencias para las que suelen agotarse las localidades. No sólo en Estados Unidos, también en Canadá, Suiza, Italia y el Reino Unido.

El comportamiento criminal
El padre Pinizzotto se ordenó sacerdote en 1978. Antes de entrar en el seminario había obtenido un grado en Filología Inglesa, pero ya le interesaba todo lo relativo a la mentalidad criminal, y en Pennsylvania colaboró con un capellán de prisiones, no sólo a nivel espiritual en la atención a los presos, sino estudiando la respuesta del sistema penitenciario a la realidad del delito y los delincuentes. Luego hizo una especialidad en Administración de Justicia y se unió al Departamento de Policía Metropolitana de Washington, DC.

"Mentes criminales": un equipo de especialistas en psicología criminal que muy bien podría estar dirigido por el padre Pinizzotto.

Ya como sacerdote, continuó interesándose por esas áreas. Además de graduarse en Teología por la universidad salesiana de Pennsylvania, hizo un máster de Psicología Forense en Nueva York, y se licenció posteriormente por la Universidad de Georgetown. En 1988 se incorporó a la Unidad de Ciencias del Comportamiento del FBI, sin por ello descuidar sus tareas pastorales, para las que reservaba las últimas horas del día.

En la línea de fuego
Su trabajo inicial, cuenta él mismo, fue "aplicar los principios de la psicología a la escena del crimen y al posterior interrogatorio del acusado".

Pero luego se centró en una especialidad a la que ha consagrado dos libros (Caídos en la línea de fuego y Encuentros violentos): la investigación de las motivaciones y circunstancias del criminal al disparar a los policías, incluso matándolos.

Él y su equipo interrogaron a cincuenta personas que habían matado a algún agente de la ley en sendos tiroteos. Las conclusiones del estudio sirvieron para mejorar la protección de los policías al enfrentarse a situaciones de enfrentamiento armado, y descubrieron una relación entre la personalidad de los servidores públicos y su forma de realizar arrestos, detener vehículos, etc. También estudiaron la valoración de las amenazas, la percepción de criminal y policía en el momento del choque, y las distorsiones sensoriales que suceden en los incidentes críticos.

Algunas pautas de trabajo policiales se modificaron para mejorar la seguridad de los agentes a raíz de la investigación de Pinizzotto, que goza de gran prestigio profesional. Tras los atentados del 11-S su campo de trabajo se amplió al terrorismo.

El psicólogo ayuda al sacerdote, y al revés
Y ¿cómo enjuicia el sacerdote su propio trabajo como miembro del FBI? "Estudio a la persona humana desde diversas perspectivas (psicológica, emocional, ambiental y espiritual) para intentar comprender por qué hacemos las cosas que hacemos", afirma su perfil en la American Psychological Association. Y con particular insistencia en los componentes biológicos del comportamiento, afectados, por ejemplo, por el alcohol o las drogas.

Esos descubrimientos le resultan de utilidad en su labor sacerdotal para comprender mejor "las decisiones que toma la gente", al tiempo que la perspectiva espiritual le permite "soportar los efectos del mal" que ve cada día en su trabajo.

En 2003 Pinizzotto explicó en un artículo publicado en Psychological Science Agenda las fuentes de su forma de entender la criminalidad: "Examino el mal que hacen hombres, mujeres y niños desde una perspectiva teológica, psicológica y legal. El examen es aún más interesante a través del prima con que yo veo el mundo, que combina el humanismo cristiano de San Francisco de Sales con el determinismo de Sigmund Freud, escuela psicológica que he adoptado. A saber, gente básicamente buena que toma decisiones en unos parámetros dados, algunas con efectos maravillosos sobre sí mismos o los demás, algunas absolutamente terribles y con efectos catastróficos sobre los demás".

Pero Pinizzotto es, ante todo, un sacerdote: "Veo la psicología como una profesión que me ayuda, porque es concordante con mi ministerio". Y añade con sinceridad: "Además, siempre me gustaron las novelas policiacas".

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