El padre Gago, clave en COPE, «supo testimoniar que Dios es el mejor soporte para una vida feliz»
José Luis Gago de Val (Palencia,1934 - Valladolid, 2012), director de COPE entre los años 1981 y 1983, está muy presente en la Asociación Padre Gago (registrada en Madrid en septiembre de 2019), que en el pasado febrero presentó, acerca de este dominico periodista, el libro La voz que aún resuena, escrito por sus compañeros dominicos José Antonio Solórzano Pérez y Salus Mateos Gómara, con presentación del cardenal Ricardo Blázquez e introducción del prior fray Jesús Díaz Sariego, OP en el salón de actos de la Cadena COPE.
En el tiempo transcurrido, esta Asociación (que busca "promover la memoria del Padre Gago, referente como predicador y como comunicador, y también aumentar la 'devoción' que siempre ha habido en muchos ambientes hacia su persona"), como nos comenta su presidente, Rafael Ortega Benito, que también lo es de Unión de Católica de Informadores y Periodistas de España, desde que se constituyó la Asociación están trabajando a tope con la postuladora de la causa, con centenares de testimonios, deseando y queriendo ante todo “ver al Padre Gago pronto en los altares, pues estamos en el primer proceso que esperamos no sea largo.”
En el arzobispado de Valladolid se está trabajando para ello con toda esa documentación, para poderla trasladar a Roma, y por eso dan las gracias al cardenal Blázquez por el interés que ha demostrado en el proceso. En la citada presentación dijo el cardenal acerca del padre Gago: “En sus tiempos recios y en los que siempre suceden en la humanidad, era un hombre de esperanza".
Preguntamos a uno de los coautores del libro, el padre Salus, cuándo y cómo fueron sus encuentros más significativos con el P. José Luis Gago: “Mi relación con el padre José Luis Gago venía de lejos, aunque no fue una relación personal directa. Sería por el año 64, cuando yo iniciaba mi noviciado. Fue una relación un tanto institucional. En el noviciado el Maestro, del que él era ayudante, ocupaba todo el espacio. Por eso su ayudante desempañaba labores secundarias: algún retiro, adentrarnos en el mundo de la liturgia, familiarizarnos con el gregoriano, cantos para la liturgia... Como buen músico desempeñaba este oficio con seguridad y alegría. Era un joven inquieto y su ocupación principal era la predicación por toda España.
»El trato personal con él tuvo lugar con mi llegada a Valladolid, año 2008. Él era el prior del convento de San Pablo. Al concluir su mandato fui elegido prior, sustituyéndolo en el cargo. Con ese motivo tuve muchas oportunidades de hablar y contrastar con él muchos temas de la comunidad y, otras veces, de su trabajo como periodista en la televisión y en la radio.
»En esos contactos me admiró su sencillez y su cordialidad. Dos actitudes que definían su estilo personal. Sin ser extrovertido, era alguien que te daba confianza, percibiendo siempre en su actitud, una acogida amable. Para mí en aquellos momentos fue encontrar un asidero a mi condición de prior y contar con alguien que, estaba seguro, me iba a apoyar y ayudar en todo momento. Así fue”.
Y a Rafael Ortega le cuestionamos, como compañero del padre Gago, lo que destacaría de su perfil humano y profesional: “Era una persona que trasmitía un optimismo real ante la vida. Ante cualquier problema siempre estaba su palabra de esperanza y con la palabra 'gracias' en su boca. 'Te doy gracias, Señor, por esta vida mía en la que he sufrido y de la que he disfrutado'. Esta frase suya siempre estará en mi recuerdo”.
Discreción y sencillez
De los santos tenemos frecuentemente la idea que vivieron la cotidianeidad de forma extraordinaria, los sucesos extraordinarios de manera ordinaria, y que poseyeron cualidades en la misma medida, algo así como heroicas, pero el padre Salus no es de la misma opinión…
“Me cuesta hablar de cualidades heroicas o extraordinarias. No me gusta medir la vida de nadie desde esos adjetivos. Creo vivió intensamente su condición de creyente, pero desde la discreción. Quizá lo más extraordinario emerge cuando contemplas su vida, ves su trayectoria y percibes que siempre mantuvo con firmeza una fe exigente, un esfuerzo continuo, un trabajo incansable y una fidelidad real a sus compromisos como dominico. Es lo bueno de las personas extraordinarias, que no dejan aparecer aspectos heroicos de su vida porque los viven desde la discreción. Viven a tope, entregados con entereza a su labor y todo hecho desde la discreción y el silencio. Contemplar su coherencia en todo momento es la mayor heroicidad cuando es tan frágil el caminar de los humanos. Así era él, fuerte y delicado; cordial y respetuoso.
»Siempre admiré en él una enorme sencillez. A ello se unía una cordialidad y un trato exquisito, con su dosis de ironía fraterna. Era el dominico cabal, con un gran sentido comunitario. Desde su cercanía se percibía una sensibilidad religiosa poco alambicada y sí muy real. Lo más sobresaliente es que encarnaba en sus actitudes el ideal dominicano. Estudioso, hombre de fe profunda, reflexivo en medio de una vida ajetreada y, sobre todo, entregado a expandir la Buena Nueva del Evangelio con entusiasmo. Es lo que se veía y es lo que ha quedado reflejado en sus escritos.
»Lo más extraordinario era percibir que vivía su fe con coherencia, pero sin alharacas ni sobresaltos; en profundidad. El final de su vida fue expresión de lo que había sido su historia: sencillo, agradecido, sufriendo con entereza los duros momentos que le tocó vivir y todo ello animado por una fe sincera".
Paciencia en los momentos duros
La participación del padre Salus en el libro se ha centrado en la parte final de su vida, tratando de recordar su labor como fraile dominico en el convento. Especial relieve ha querido dar a su enfermedad, de la que nos comenta que "fue muy larga, desconcertante hasta detectar el origen de sus dolores, y en ella quedó de manifiesto la gran persona que él era. Sufrió mucho, pero jamás le oí expresarse con desagrado ante lo que le tocaba vivir. Practicó la paciencia en los momentos duros por los que le tocó pasar. Supo sufrir con elegancia. Vivió esos momentos con entereza, con humildad al tener que ser ayudado en muchos momentos, y muy unido a Dios. Su trayectoria final fue para mí un ejemplo de hombre religioso, coherente, humano, agradecido a todos los detalles que percibía a su alrededor, y, sobre todo, sufrirlo todo sin expresar quejas desesperanzadas.”
Añade el padre Salus que en sus escritos "se descubre la grandeza de alma que se escondía en aquella vida discreta, pese a vivir expuesto constantemente en los medios.”
Dios, soporte para una vida plena y feliz
Por último, le preguntamos cuál ha sido el principal legado del padre Gago para él y la familia dominicana: “El mejor legado es haber tenido entre nosotros a alguien que supo encarnar el ideal del dominico: hombre de fe sincera, estudioso, batallador, dedicado con ilusión y esfuerzo a predicar la Buena Nueva de Jesús en los medios que tuvo a su disposición y hecho todo ello desde la sencillez, la profesionalidad y la alegría.
»En estos tiempos donde, con cierta altanería, Dios va quedando orillado por nuestra soberbia, él supo testimoniar con su trabajo y su vida que Dios es para los humanos el mejor soporte para tener una vida plena y feliz. Y todo ello sin esquivar las dificultades y los interrogantes en los que todos nos debatimos. Su ejemplo está vivo.
»Recordarlo es un aliciente para dar gracias a Dios que pone en nuestro camino personas generosas que muestran con su vida cómo seguir caminando y hacerlo con alegría, desde una fe real y transformadora".