Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Nuevo libro del cardenal Schönborn

«El Padre Pío, lleno de dolores, hizo felices a muchas personas»

«L´Osservatore Romano» ilustra la felicidad con la mirada de Pablito Calvo ante el Cristo de Marcelino Pan y Vino.

C.L. / ReL

Joseph Schoenborn.
Joseph Schoenborn.

Son probablemente las escenas más emocionantes en la historia del cine religioso: Ladisao Vajda llevó a la gran pantalla en 1954 la novela Marcelino Pan y Vino de José María Sánchez Silva, y el mundo entero -porque fue un éxito internacional- lloró con el corazón encogido cuando Marcelino y Jesús hablaban de sus madres en el desván de los frailes, o cuando el niño muere, o cuando le dice al hombre de la Cruz que sabe quién es: "Eres Dios".

Pablito Calvo, en el papel de Marcelino.

L´Osservatore Romano ha escogido justo ese rostro de Pablito Calvo en la película (la visión de Dios, esencia del cielo) para ilustrar lo que es la felicidad, acompañando a unos textos del cardenal Christoph Schönborn como primicia de la publicación en Italia de su último libro: Sobre la felicidad. Meditaciones para los jóvenes.

Creados para ser felices
El arzobispo de Viena la frase que se le quedó grabada en su adolescencia, cuando estaba empezando a discernir su vocación, escuchada a su párroco desde el púlpito: "Hemos sido creados para ser felices". Y confiesa que, años después, interrogándose por qué se le quedó grabada y le afectó con tanta fuerza, encuentra dos motivos.

Uno, que justo en ese momento de discernimiento, esas palabras eran "una liberación": "Sea cual sea mi vocación, mi camino vital, Dios quiere hacerme feliz, me ha creado para eso".

Dos, que él veía encarnada esa felicidad en el sacerdote que pronunciaba la frase. Es más: "Esa felicidad me atrajo. Y seguramente no careció de significado en mi decisión de ser sacerdote".

La felicidad del Padre Pío
¿En qué consistía la felicidad de la que hablaba -y encarnaba también, según cuenta el purpurado- aquel buen párroco? Es aquí donde entra el santo de Pietrelcina. El sacerdote les llevó de peregrinación a Asís, Roma y Loreto, "y el momento culminante del viaje fue una visita al Padre Pío... Me quedó impreso, imborrable, el recuerdo de la celebración de la santa misa y el breve encuentro posterior en la sacristía".

"¿Quién era este hombre que emanaba tal fuerza?", continúa el cardenal Schönborn: "¿Era feliz el Padre Pío? ¿Es ´la felicidad´ la palabra apropiada para describir lo que él irradiaba y por lo que la gente acudía en masa? Su estigmatización, que duró exactamente cincuenta años, ¿no era más bien una desgracia incomparable?".

Lo cierto es que "el Padre Pío hizo felices a muchas personas: les quitó, con la confesión, el peso de sus pecados, les impulsó a la conversión. Alivió, con su gran hospital, el sufrimiento de muchos enfermos. Muchos acudían a él con el ánimo triste y abatido, y volvían a casa libres y contentos. Podemos definir al Padre Pío como un hombre lleno de dolores, ciertamente, pero no como un hombre infeliz".

Un modelo perfecto, pues, para demostrar una "verdad": que "el cristianismo es la vía más segura para alcanzar la felicidad", en uno mismo y en los demás.

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