Modelo de anuncios y luego sacerdote, Jorge Molino ha descubierto entre los discapacitados su lugar
El padre Jorge Molino es sacerdote diocesano de Madrid, pero además es mucho más. Dentro de su vocación sacerdotal ha encontrado otra vocación, la de servir a las personas más débiles y abandonadas, las que sufren discapacidad. Lo hace a través de la Fundación Proyecto Persona y también viviendo con algunos de ellos en una casa-hogar.
Esta experiencia profunda de encuentro con el Señor a lo largo de su vida y de cómo no hay camino más seguro que fiarse de Dios lo ha plasmado en su libro Jesús y lo que surja (Nueva Eva), una ayuda para conocer la realidad propia y así también mejor a Dios.
El padre Molino quería ser sacerdote desde niño, pero durante años ejerció como modelo en anuncios publicitarios. Sin embargo, su vocación siguió clara, al igual que ahora, donde los últimos, al igual que para Dios, son para él los primeros. En esta entrevista con ReL habla de su vida, de su nuevo libro y también de la obra que realiza con la fundación:
-¿Por qué “Jesús y lo que surja”?
-Tendemos a ser muy protagonistas en todo. Creemos que somos nosotros los primeros en generar los proyectos, los cambios, pero Jesús es mucho más creativo que nosotros. Y el hecho de estar con Él hace que sucedan muchas cosas nuevas, todas debidas a su gracia y su providencia.
- ¿Qué crees que puede aportar el libro?
-Una visión de nosotros mismos, del mundo, de la vida, del amor humano, de todas nuestras realidades desde la gran verdad del amor de Dios. Muchas veces no profundizamos en la fe y no la llevamos a lo más hondo de nuestro interior. Eso hace que vivamos de una manera superficial en lugar de vivir en plenitud. Sin embargo, Dios nos ha creado para la aventura de una vida plena, y su presencia y su gracia nos impulsan hacia esa plenitud.
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- ¿Qué temas tocas en el libro?
-Hay variedad de temas. La vida humana abarca muchos aspectos. Empiezo por la identidad del yo, intentando mostrar lo más profundo que hay en nosotros para vivir a partir de ahí. Vivimos mucho de lo que está fuera de nosotros y caemos en el error de no vivir de dentro hacia fuera. También toco temas como el estrés, la ansiedad, la vulnerabilidad, la oración, el amor humano, el valor del cuerpo, la cruz, etc.
-En su libro Jesús y lo que surja aborda muchos temas que tienen que ver con el yo. ¿Cree que el libro puede servir para conocerse mejor a uno mismo? ¿O es más bien un libro para profundizar en el conocimiento de Jesús?
-Conocer a Jesús y seguirle es el camino para conocerse a uno mismo. Algunas personas que han leído el libro lo están usando para rezar; otras me han dicho que les está haciendo pensar. Una persona me dijo que le habían ayudado las páginas del sufrimiento, y otras la de la vulnerabilidad. Le doy gracias a Dios por todo eso. El Espíritu Santo usa cualquier cosa para iluminar. Por eso, a leerlo… y lo que surja.
- En uno de los últimos capítulos habla de la correspondencia en el amor y pone como ejemplo al joven rico del Evangelio. Dice que «Jesús le pide todo porque la lógica del amor es el todo». Y después añade que «si le pide la totalidad es porque Él le ha amado primero». Esa correspondencia en el amor a la que alude, ¿hace solo referencia a nuestra vida espiritual y a nuestra relación con Jesús? ¿O es extrapolable a la vida matrimonial, a las amistades, etc.? ¿Cuál es la clave para aprender a corresponder en el amor?
-Lo señala brillantemente Benedicto XVI en su encíclica Dios es Amor. La dinámica y la lógica del amor es la misma, tanto en el amor a Dios como en el amor al prójimo. Creo que es un error separar la vida espiritual de la vida matrimonial o de las amistades. El amor de Dios hace posible la vida y el amor humano. Yo creo que por eso el primer mandamiento es amar a Dios. Sin ese amor primero no se llega a fondo en el amor humano.
-¿Cómo surge tu vocación?
-Sin ningún misterio. No recuerdo querer ser otra cosa que sacerdote. Pero no era una simple idea. Era un deseo, una ilusión muy potente que tenía dentro de mí. Me iba a dormir y soñaba con ser sacerdote.
-Me he informado bien y sé que fuiste modelo de publicidad.
-Sí, empecé a hacer anuncios de TV a los 8 años hasta los 18, unos meses antes de irme al seminario.
Antes de ser sacerdote, el padre Jorge participó en diferentes anuncios publicitarios. En este de pantalones vaqueros es el protagonista, el "chico del monopatín".
- ¿Y cómo empezaste?
-Invitaron a mi hermana, que tiene un año más que yo, a ser modelo y yo me colé con ella.
-¿Nunca pensaste dedicarte a la TV, al cine estando ya en ese medio?
-Siempre he sido feliz. Una familia maravillosa, deporte, buenos amigos, cierta fama por lo de la tele, etc. Pero mi gran ilusión era ser sacerdote. Había algo dentro de mí, algo no explícito, que me impulsaba a ser sacerdote. Una promesa de más felicidad.
-Usted, que cuando era niño fue imagen de algunas marcas, ¿qué piensa de la preocupación —quizá incluso habría que decir obsesión— por la imagen que caracteriza a nuestra sociedad?
- Es verdad que vivimos muy preocupados por la opinión de los demás y muchísimas veces nos valoramos según nos valoran los demás. De ahí que muchas personas vivan obsesionadas con las marcas, con las fotos en las redes… En el fondo, lo que buscan es gustar y mostrar a los demás lo maravillosos y felices que son. Pienso que habría que preguntarles si realmente lo son. Que te gusten las marcas no es ningún problema, pero basar el valor de ti mismo en ellas sí lo es.
- ¿Han surgido muchas cosas nuevas en tu vida?
- Sí, y lo mejor de todo es que ninguna estaba en mis planes. He aprendido que Jesús te va mostrando el camino día a día. Por eso hay que ser libre de los propios planes, tener los ojos bien abiertos al mirar la realidad y aprender a discernir en el corazón.
- Una de las cosas que han surgido es la Fundación Proyecto Persona. ¿Cómo se inició?
- Cuando me establezco en Madrid, en el 2009, veo la necesidad de organizar mis vacaciones y qué mejor que hacer una experiencia de misiones… Como ocurre en el evangelio del buen samaritano, yo tenía mi idea, pero por el camino se me cruzó una realidad que «gritaba»: una señora me pidió ayuda para cuidar a unas personas con discapacidad intelectual, y le respondí que sí, claro.
Más adelante creamos la fundación y empezamos a organizar campamentos para personas con discapacidad sin recursos, y cenas para los pobres de la calle. Después continuamos respondiendo a sus necesidades: actividades de respiro, talleres de formación de habilidades socioemocionales, refuerzo escolar, etc. Pero la actividad grande son los campamentos, a los que nos llevamos a unas 100 personas y el 95 % son becados. La verdad es que es una maravilla poder amar a los que Dios más ama, a los más pequeños.
- Tú ahora vives en una casa hogar, ¿cómo surge la idea?
- Me fui unas semanas a Calcuta. Por las mañanas, durante la oración, me preguntaba por lo más grande y trascendente que iba a hacer en el día. Unos días era ir a Kaligat y limpiar la ropa a los moribundos; otros en Prendam era tender las sábanas, limpiar el suelo o acompañar a un anciano. Recuerdo que experimentaba una alegría extraña. Me di cuenta de que lo más grande era hacer lo más sencillo por los que Dios más ama, sin complicarse la vida.
Más adelante, vino a uno de nuestros campamentos un chico con espina bífida. Siempre estaba alegre y nos hablaba de su familia. Sus hermanos eran otros niños con discapacidad intelectual que por diversos problemas no podían vivir con sus padres, o que incluso eran abandonados. Es ahí cuando pensé en mi Calcuta y en la posibilidad de dar a un grupito de niños una especie de hogar que les dé la seguridad en el afecto.