Este sábado -el hasta ahora diácono permanente- será ordenado por el cardenal Osoro
Santiago, un viudo de 69 años, inminente sacerdote en Madrid: «Dios me ha sacado de cosas duras»
Cuando muchos compatriotas suyos ya disfrutan de la jubilación un madrileño de 69 años se embarca este sábado en un nuevo desafío y una gran aventura de la mano del Señor. En la parroquia del Espíritu Santo de la capital de España el cardenal Osoro le ordenará sacerdote.
Muchas pruebas ha vivido Santiago Pérez a lo largo de su vida. Casado, viudo, diácono permanente y finalmente sacerdote en un momento en el que muchos ya buscan descanso. Él, sin embargo, se embarca en una vocación de servicio total y completo.
“Hay cosas en mi vida duras, duras, pero Dios me ha sacado de todo, me ha devuelto la salud, la alegría. La vida es maravillosa aunque pasemos por cruces”, explica Santiago al Arzobispado de Madrid.
Una de estas duras pruebas fue la muerte de su mujer, Mari Luz, en 2010 debido a un cáncer de mama. Durante 14 años estuvo casado con ella, aunque antes de conocer a la que fue su esposa ya tuvo inquietudes sobre su vocación y tuvo una experiencia de discernimiento para el sacerdocio.
“Sentí la llamada en una convivencia de mi comunidad [neocatecumenal] con la parroquia, y pasé tres años en vocacional, pero el rector me dijo que me esperara”, cuenta el fututo sacerdote.
Durante un tiempo de su vida, Santiago no sabía qué quería Dios de él por lo que en un encuentro en Loreto con el Papa San Juan Pablo II, le pidió “al Señor, a través de la Virgen de Loreto, una novia cristiana”.
Como Santiago no le especificó de dónde debía ser esta novia le llegó de Valencia. Después de 15 meses de noviazgo, se casaron. “Fuimos un matrimonio feliz”, afirma. No llegaron los hijos, pues -como reconoce- “nos casamos mayores”.
Tan solo siete años después de casarse Mari Luz enfermó. Pocos meses antes de morir, le dejó dos encargos: “’Santi, ponte a preparar para diácono permanente" –algo que ya habían hablado con un padre carmelita– y que me viniera a Madrid con mis padres, Anita y Santiago, que no estaríamos solos”.
La vida de fe del futuro sacerdote era ya muy profunda. “Algunos ya me decían páter en el trabajo", ríe, en Telefónica, donde fue operador técnico, incluidos tres años desplazado a Bilbao. Años muy complicados “porque era la época más difícil de la ETA”, en los que nació su devoción por la Virgen de Begoña (‘¿Tú sabes de dónde viene tu nombre?’, pregunta nada más descolgar el teléfono]. Y cuenta que sus compañeros le decían: ‘Cuando te marches de aquí, nos vamos a acordar de ti porque siempre nos preguntas por nuestras familias’”.
Santiago hizo caso a su esposa y, de vuelta a Madrid, se terminó de preparar para el diaconado permanente, ordenación que recibió en 2016 de manos del cardenal Carlos Osoro. “Lo había conocido en Valencia, cuando él era arzobispo, porque hice allí el primer cuatrimestre”, explica.
Ya siendo diácono, Santiago no cerró nunca la puerta a la posibilidad del presbiterado. Explica: “Yo era viudo, había hecho la promesa del celibato” y aunque era diácono sentía la llamada a administrar los sacramentos reservados a los presbíteros como eran los de la Eucaristía, la Penitencia y la Unción de enfermos.
De hecho, hace dos años, durante la Unción a un familiar, pensó: “qué hermoso es ser sacerdote y poder administrar el viático, cómo me gustaría”. Este acabó siendo el impulso definitivo para solicitárselo por escrito al arzobispo. En este deseo, que fue tan evidente aquel día, ha tenido también que ver su labor como coordinador de exequias en el cementerio de la Almudena, servicio en el que lleva los cinco años de diaconado permanente.
La preparación de Santiago al sacerdocio ha sido en estos dos años continuación de toda la formación recibida para el diaconado, sin vivir en el seminario, pero acudiendo a diario. En este tiempo ha ido descubriendo el sacerdote que le gustaría ser: “Me he sentido muy identificado con el ‘dejad que los niños se acerquen a mí’”.
Así es como dice querer sentirse, “como esos niños pequeños, con esa pureza, con ese amor, con ese cariño por Jesús”. De hecho, ha elegido como lema sacerdotal Servirte con amor sea mi gozo, Señor, “pidiendo a Dios que nos ayude a todos a que estemos más unidos en la Iglesia, a dar testimonio de amor y de unidad”.
Ante esta nueva aventura que se aproxima y echando la vista atrás, Santiago tiene claro que está “agradecido a Dios que me ha llamado” y también que “merece la pena seguir a Jesús, a María y a José e imitar a la santa familia de Nazaret”.
“En casa a veces hay problemillas”, pero no por eso hay que dejar de “ser fieles a Jesús y seguir el mandato de amarnos los unos a los otros como Él nos ama”.
La ordenación presbiteral de Santiago Pérez se celebrará a las 17:00 horas en la parroquia Espíritu Santo, presidida por el cardenal Osoro. El futuro sacerdote echará de menos a su padre, fallecido hace dos años y medio, y a su madre, que murió, de forma sorpresiva, el pasado 23 de mayo, solemnidad de Pentecostés. “Se fue con la alegría de mi ordenación, pero sin poder estar físicamente, aunque sí espiritualmente”. Una cruz más en su vida, aunque, como él mismo sostiene, “la cruz siempre es gloriosa; después del sufrimiento, de las heridas... la gloria de la vida nueva”.