Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

«Todos necesitamos a Cristo»

Lesbiana, casta pero no célibe, con marido, cinco hijos y feliz católica, cuenta su testimonio

«No soy distinta a un heterosexual que se esfuerza por no usar a la mujer como objeto, o a una heterosexual tentada a fornicar».

Pablo Ginés/ReL

Madre e hijo.
Madre e hijo.
Es un testimonio anónimo pero muy detallado y personal. Se trata de una mujer de 37 años, felizmente casada, con cinco hijos, católica convencida, enamorada de su marido, con una dificultad: es lesbiana, le atraen sexualmente las mujeres.

"Permanezco fiel a Dios y a mi marido porque trabajo duro para evitar las ocasiones de pecado. Por ejemplo, evito amistades profundamente emocionales con mujeres que eclipsen mi amistad con mi marido. No veo películas de temática gay o lesbiana. He entrenado mi imaginación para evitar fantasías impuras. Puede ser tentador caer en los viejos patrones de pensamiento, sobre todo cuando estoy cansada. Pero si es necesario, me cerraré física y emocionalmente para no ofender a Dios", explica con claridad un testimonio publicado en Catholicsistas.com, una comunidad de mujeres blogueras católicas estadounidenses.

"Me ayuda también saber que lo que tengo con mi marido supera todo lo que podría darme una relación homosexual. La cualidad más asombrosa de nuestra unión es el don que Dios nos ha dado para cooperar con él creando una persona única que posee un alma inmortal. Es un privilegio trascendente, espiritual, que fascina, y que me habría perdido como lesbiana", añade.

"Siento, claro, una gran compasión por la gente que forcejea con situaciones como la mía. Pero no creo que debamos ser blandos con la atracción por el mismo sexo, si la experimentamos. Mi situación no es distinta a la de un hombre heterosexual que se esfuerza por no tratar a la mujer como un objeto, o la de una mujer hetero tentada a fornicar. Todos somos personas heridas, que es la razón por la que necesitamos a Cristo. No soy capaz de re-ordenar mi sexualidad quebrada, pero puedo dar testimonio de que con la Gracia y confianza en Cristo se reordena. Sólo requiere tiempo y deseo de ser sanada. La santificación es un proceso que dura una vida", expone.

Al ofrecer su testimonio en un blog abierto, una comentarista le planteó que a lo mejor "no era realmente lesbiana". La protagonista le respondió también en los comentarios del blog: "Me siento atraida de forma primaria por mujeres; sin la Gracia de Dios no dudaría en interesarme exclusivamente por mujeres. Es una tentación constante para mí. No me atrae en absoluto ni me tienta engañar a mi marido con otros hombres. Si a usted le hace más feliz, podría considerarme una ´bisexual en recuperación´, pero dada mi atracción abrumadora por las mujeres no sería exacto. Esta es mi experiencia y no aprecio que alguien que no soy yo me diga qué es lo que soy".

Descubriendo su tendencia
Nuestra protagonista supo que era lesbiana en la universidad. Por entonces no tenía intereses religiosos, tenía un novio y una compañera de piso y de clase, Nora. Al cabo de unos meses de pasar tiempo con Nora, "un asombroso pensamiento cruzó mi mente: estaba enamorada de ella. Me asustó terriblemente tener ese pensamiento, lloré durante horas. Pero era el mismo sentimiento que había experimentado respecto a hombres antes, la atracción emocional y física".

Cuando se lo confesó a Nora, ella le respondió que sentía lo mismo. "Y no, ninguna de nosotras antes se había sentido atraída por mujeres". ¿Significa eso que es arbitrario, que cualquier mujer puede de repente enamorarse de otra? Ella no lo cree, piensa que hay una serie de factores, sobre todo en la infancia, que suscitan esos sentimientos.

"Un primo acosó sexualmente a Nora de forma repetitiva cuando ella era niña. A mí me abandonó mi madre biológica y crecí con una madre adoptiva mentalmente desequilibrada que me pegaba. Para Nora, yo era ´segura´. Para mí, Nora ofrecía una feminidad nutricia que nunca tuve de niña. Nadie nos había dado ninguna educación sobre la sexualidad que no fuese un ´no te quedes embarazada´. Ni teníamos fe en Dios".

Su relación duró tres años aunque "de forma extraña, también quedábamos cada una con hombres". Se deseaban, pero también soñaban con "una familia real". "Cuidábamos profundamente una de otra, pero aún deseábamos la boda de cuento de hadas, el matrimonio, los hijos, la valla blanca del jardín... y en nuestra mente nada de eso era posible como pareja lesbiana".

"Quizá por eso nos esforzamos en ocultar nuestra relación de amigos y parientes. Aunque no podíamos imaginar una vida sin la otra, tampoco podíamos imaginarla juntas. Ambas sentíamos una gran vergüenza por nuestro comportamiento, pese a que la mayoría de nuestros amigos eran liberales y no nos habrían juzgado. La mitad de ellos eran gays o lesbianas, de hecho. Pero instintivamente protegíamos nuestra imagen de heterosexuales".

La ruptura y el fin del secreto
Entonces ella se enamoró de un hombre (no quien llegaría a ser su marido), o más en concreto, de su "mente brillante y sentido del humor". Cortó con Nora y se embarcó en una relación con él. "Me ofrecía la sensación de normalidad que me faltaba desde que me involucré con una mujer", explica. Pero Nora no se lo tomó bien y decidió declararse lesbiana ante su familia, y acabar con el secreto de las dos. La familia de Nora, que durante tres años había acogido a nuestra protagonista como una amiga, ahora la veía como una "desviada sexual" que había corrompido a su hija.

"Nunca salí con otra mujer después de Nora porque nunca he encontrado otra que me atrajese con tanta emoción, pero la atracción sexual hacia las mujeres nunca se me fue. Descubrí que mientras me podía interesar algún hombre individual, lo que me atraía primariamente eran las mujeres, tanto sexual como emocionalmente".

El marido y la Iglesia
Dos años después encontró a su marido: un hombre que le hizo sentir todo eso, y mucho más. Fue al matrimonio contenta de alcanzar una vida "normal", escribe. Cuando viajaba por motivos de trabajo se sentía tentada a ir a bares de lesbianas, pero no lo hacía porque había prometido fidelidad a su marido "y tenía que honrar eso. Sabía de alguna manera que si engañaba a mi marido me perdería como persona".

Después se hicieron católicos.

"Si nuestros votos antes eran sagrados, ahora eran sacramentales". Aprendió la Teología del Cuerpo de Juan Pablo II, la sacralidad del matrimonio, la necesidad de una pureza de corazón. Por ejemplo, fantasear con relaciones lésbicas, y más en el lecho con su esposo, algo que antes se permitía, no era respetuoso para con la entrega completa que el cónyuge merece. "La castidad va más allá de cumplir la letra de la ley: pide una conversión del corazón".

Leyendo libros como "Beyond gay" o aprendiendo del movimiento católico de homosexuales castos Courage (http://couragerc.org ) descubrió que "la llamada de Dios va más allá del celibato o seguir las reglas sexuales: habla de cambiar tu corazón y tu alma y reordenar los deseos que se han distorsionado tanto. Subestimamos a Dios si imaginamos que lo mejor que podemos hacer con Su Gracia es el celibato", afirma esta mujer, madre de 5 hijos, esposa feliz, pese a las dificultades.
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