Esta semana se despide de San Sebastián, el 12 de febrero entra en Orihuela-Alicante
Monseñor Munilla, de ayudar en el colmado familiar a convertirse en el obispo español más mediático
Aizarna es un paraje guipuzcoano en el panorama quebrado del valle del Urola. Recorre este río modesto, y a veces turbulento, la Guipúzcoa profunda desde el macizo de Aitzgorri hasta el Cantábrico. Aizarna, con sus caseríos diseminados por el tapiz verde y su altura, se asoma al Rio Urola a la altura de Cestona, llena esta villa de recuerdos y nostalgias por su famoso balneario, hoy silencioso.
El río, unos pocos kilómetros aguas arriba, ha pasado lamiendo los cimientos del santuario de Loyola, en Azpeitia. Y en un conocido caserío de Aizarna. Potzueta, nació Iñasi, la madre de los Munilla. Iñasi es la versión femenina de ese nombre propio que lo abarca todo en estos lares y que es Ignacio de Loyola.
Nacer en el caserío guipuzcoano en los tiempos de Iñasi era sinónimo de estar marcado por el ambiente de un hogar cristiano y sumamente trabajador. Se crecía al ritmo de la vida agrícola y ganadera que acompañaba la marcha de los días. Se aprendía a rezar con sencillez en el calor del hogar, y a trabajar sin descanso mientras se amontonaba el heno para los animales, y se cuidaba las cosechas.
La madre de los Munilla aterrizó en la capital donostiarra como tantas otras jóvenes de la posguerra buscando una cierta promoción en trabajos relacionados con la asistencia en los hogares, o con el aprendizaje de profesiones como la costura o la peluquería. Con el rudo trabajo del caserío convertido en escuela de la vida se encontraba una joven mujer preparada para cualquier tarea.
Ignacia Aguirre contrajo matrimonio en San Sebastián con un joven llamado Esteban Munilla que procedía de una aldea de la provincia de Soria, limítrofe con la Rioja. Los Munilla Aguirre trabajaban en una pequeña cadena de supermercados. Esteban era el encargado, e Iñasi se responsabilizaba del apartado de frutas y verduras. Algunos de esos productos los conseguía Iñasi en la huerta de casa, en Intxaurrondo, con el oficio bien aprendido en el caserío.
En las tiendas colaboraban los chicos, Esteban, José Ignacio y en menor medida Ana,-mientras estudiaban bachillerato en el colegio del Sagrado Corazón- repartiendo encargos, llevando mercancía, o barriendo cuando hacía falta.
Cuando falleció el padre, a una edad bastante temprana, dejaron la responsabilidad de las tiendas pero Inaxi siguió cultivando verduras en la huerta. Cuidaba especialmente el tomate que es un producto valorado en el mercado de la ciudad. Durante años guardaba sus semillas y hacía su propia planta para asegurarse de que el cultivo fuera de calidad. Su destino era un conocido bar de la parte vieja donostiarra que sólo sirve chuleta y buen tomate.
Largos paseos para venerar a San Ignacio
Los veranos, durante los años de la niñez y adolescencia, los chicos los pasaban en el caserío de Aizarna bajo la complaciente mirada de los tíos y colaborando en las tareas que allí nunca faltan. De allí a Loyola hay un buen paseo pero algún domingo o alguna fiesta recorren el trayecto atraídos por la veneración que se tiene a San Ignacio de Loyola.
Poco a poco se va descubriendo la figura del héroe intrépido. Del santo vasco que se enamora perdidamente de Jesucristo. Ignacio es un caminante incansable. Desde que se le ha encendido en el alma la luz, Ignacio camina y camina sin parar. El historiador Tellechea esculpe al fundador de la Compañía de Jesús con dos palabras: “solo y a pie”. Sí, es bien probable que los Munilla hayan visto desde muy jóvenes a San Ignacio como un caminante abrasado de fuego interior y sin parar de andar, aun cojeando levemente como recuerdo siempre actualizado de su vida mundana. Las capilla de la conversión en la casa de los Loyola tiene un atractivo especial para los muchachos de los Munilla.
Los dos hermanos, al terminar el bachiller toman la determinación de ser sacerdotes. Otean el horizonte desde sus posiciones de chicos relacionados con el ambiente del Apostolado de la Oración. Los Munilla hacen sus pesquisas y hablan con el obispo, en aquel entonces D. Jacinto Argaya. En esos momentos el seminario de Toledo está dirigido por el cardenal D. Marcelo González y ofrece serenidad y un cuadro de profesores de garantía. D. Jacinto aprueba que los dos hermanos acudan a la antigua capital del imperio hispano.
Mons. José Ignacio Munilla saluda a la diócesis tras su nombramiento como obispo de Orihuela-Alicante.
En Toledo D. Marcelo gozaba de una consideración absoluta. Su elocuente palabra y su madura reflexión provoca en los seminaristas una admiración rendida. El seminario atrae a jóvenes de todos los sitios.
Además, por si fueran pocos los alicientes de un seminario floreciente y con seminaristas de sitios muy diversos, José Ignacio Munilla se encuentra allí con una consideración amplia de la dirección espiritual. La formación de Comillas de D. Marcelo facilita la presencia en el Seminario de ilustres jesuitas como Pozo, Videgor, Goenaga y Mendizábal . Especial influencia tiene, excedente de Roma, el profesor de la Gregoriana P. Luis María Mendizábal.
Mendizábal aparece como una personalidad llena de magnetismo que une el ser un vasco genuino, de Vergara y, a la vez, resultar un experto en la espiritualidad cristiana y, muy especialmente, en la espiritualidad ignaciana. Director del Apostolado de la oración y amante de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, muchos seminaristas, entre ellos José Ignacio Munilla, realizan con el P. Mendizábal los famosos ejercicios de San Ignacio, 30 días completos, en la sierra de Hornachuelos.
Sacerdote en San Sebastián
Cuando los cursos de Teología en el Seminario de Toledo van avanzando, en el obispado de San Sebastián hay cambio de titular. Le llega la hora de la jubilación a D. Jacinto Argaya y le sucede D. José María Setién. El nuevo obispo les pide a los seminaristas guipuzcoanos que están en Toledo que se incorporen al seminario de San Sebastián si desean ser sacerdotes en la diócesis vasca. Así lo hacen.
José Ignacio, además de llevar los estudios preceptivos, colabora en la parroquia de Zumaya. Y está bajo la tutela de un sacerdote de indudable seriedad y de la confianza de Setién. D. Ascensio Elustondo le introduce en nuevas perspectivas de la pastoral propia de esta tierra. Se entienden bien mientras comienza el rodaje de José Ignacio y se dedica de la mano del párroco al estudio del euskera.
José Ignacio recibe la ordenación sacerdotal de manos de D. José María Setién en la catedral del Buen Pastor en 1986. Su primer nombramiento es acudir a Zumárraga de coadjutor de la Asunción. En esos años despliega una actividad que poco a poco va adquiriendo precisión en sus líneas básicas y que estarán presentes a través de los años. En primer lugar atiende la actividad sacramental de la parroquia según es habitual. Se pone en el confesionario sin ningún complejo en los momentos en que la confesión sufre una gran caída y se dan con frecuencia absoluciones generales. Descubre el papel pastoral y evangelizador que pueden tener las peregrinaciones a lugares conocidos y fomenta la piedad popular que en muchos ámbitos resulta poco considerada. Basándose en el Catecismo de la Iglesia Católica desarrolla sus propias catequesis que luego le servirán para sus intervenciones en la radio.
Su actitud puede no ser comprendida en ciertos ambientes pero en él no hay ni un atisbo de desobediencia a la autoridad eclesiástica ni, por supuesto, al magisterio de la Iglesia.
"Constructor" de parroquias
El ejemplo más claro de su disposición se puede ver en la respuesta al nombramiento de Setién. En 1990 le nombra párroco de una nueva parroquia erigida en la periferia de Zumárraga, con el título de El Salvador. Zona muy humilde, compuesta básicamente de emigrantes de otras provincias que se emplean en la industria. El barrio, en expansión, contará más tarde con un hospital comarcal. Cuando él llega no hay nada. Un bajo de un edificio de pisos, con las antiguas mesas retiradas de una escuela que hacen de bancos, es todo lo que tiene la parroquia. Se le pide que levante una parroquia de nueva planta. Que dé los pasos para hacer un proyecto y, después que lo apruebe el obispado, lo realice.
Levanta una iglesia de ladrillo visto con su torre. Encuentra a un artista que planta en el frontal de la Iglesia un retablo de arte interesante y material consistente. La Iglesia está dotada a la vez de casa parroquial y de dependencias para la pastoral infantil y juvenil.
En el conjunto hace una inversión nada desdeñable y cuando deja la parroquia en 2006 la deja completamente pagada.
Con todo esto demuestra cierta capacidad para gestionar las cosas. Y lo que está claro es que hay gente que confía en él y le ayuda. No todo el mundo es capaz de concitar a personas que pongan dinero de ese modo y para estos asuntos.
También busca apoyos de personas que son conocidas en el Gobierno de Vitoria con el fin de conseguir licencias de antenas para Radio María. En ella se prodiga sin descanso con programas dedicados a la catequesis. Su nombre es conocido fuera de las fronteras del País Vasco.
José Ignacio Munilla, en una de sus múltiples conferencias impartidas desde Radio María. El obispo es uno de los más mediáticos de España: solo en su canal personal de YouTube -En Ti confío- congrega a 63.000 suscriptores, y 3,7 millones de oyentes únicos le escuchan desde Ivoox.
En conjunto, en Zumárraga, pasa como sacerdote 20 años. Se ha encontrado con gente joven atrapada por la droga y los abusos. No mira para otra parte cuando ve la destrucción de esas plagas o la injusticia en personas de su entorno. Pero lo más insólito que sucede en su ministerio sacerdotal de Zumárraga es que ha encontrado jóvenes que desean ser sacerdotes. Claro que eso plantea un conflicto en su conciencia. Orientar la formación de esos jóvenes ¿ hacia dónde?. El los acompaña espiritualmente y, de acuerdo con ellos, deciden salir para formarse como seminaristas fuera de San Sebastián.
Es posible que esa decisión sea el punto más conflictivo y el reproche más reiterado por parte del clero diocesano.
En esa época de párroco de Zumárraga no ha sido un sacerdote aislado de sus compañeros: ha sido durante 6 años miembro del consejo presbiteral elegido en el arciprestazgo de Zumárraga.
Obispo de San Sebastián
En 2006, con 44 años, es nombrado obispo de Palencia. Su estancia allí es de 3 años.
El 21 de Noviembre de 2009 llega como obispo de San Sebastián. Antes han sucedido múltiples cosas. Se sabe que se ha ofrecido la sede episcopal a diversos obispos de origen vasco. Nadie de los invitados responde de forma positiva para dirigir la diócesis que es vista con evidente preocupación por las dificultades y divisiones que se dan en ella. No hace falta sino enumerarlas. Las más conocidas, y en síntesis, son: la presencia corrosiva en la sociedad vasca de la violencia terrorista, el desplome de la vida cristiana causada por la secularización, y la deriva teológica de una parte del clero.
Por citar algunos ejemplos conocidos, y a modo de muestra no exhaustiva, obispos como el de entonces de Vitoria, Mons. Asurmendi, o el obispo originario de Lazkao, Mons. Garmendia, entonces en el Bronx, y auxiliar de Nueva York, declinan venir.
El anuncio del nombramiento de José Ignacio Munilla provoca una reacción en contra en algunas parroquias. Aparecen los listados de todos los firmantes y la presión entre los sacerdotes, para que firmen, se hace sentir. La lista es larga entre los miembros del clero.
La Misa de toma de posesión, sin embargo, tiene carácter multitudinario con un aplauso al final de la Eucaristía de 5 minutos. Hay que decir que la presencia de los sacerdotes diocesanos y de los religiosos que trabajan en la pastoral en la diócesis, en esta ocasión, es poco relevante.
Reflexión de mons. José Ignacio Munilla en torno a la fecundación in vitro.
Los trabajos y los días
Munilla tiene su modo de ser que podrá entusiasmar más o menos o nada. Pero sí que es verdad que no se encuentra en su ADN encogerse. Tiene esa versatilidad que le lleva a arrostrar de frente la realidad. Uno supone que está apoyado por la fuerza misteriosa que el Cielo proporciona a los que viven con fe y están convencidos. De otro modo no se explican las cosas.
Hace tabla rasa de lo que ha pasado antes en torno a su venida. Forma su equipo de gobierno con todo aquel que quiere sumarse al trabajo de mantener viva la llama del Evangelio y de la caridad. Incorpora sin ningún problema a nombres que han firmado en las listas del rechazo inicial. Hay una evidente realidad y es que, vistas las cosas con ecuanimidad, José Ignacio Munilla es un trabajador sin horas ni días. No sabe lo que es el rencor y aplaude cualquier iniciativa que sea constructiva. Personas muy significadas lo reconocen con nobleza y se suman a la tarea.
Vienen a la diócesis diversos movimientos apostólicos que suponen una esperanza en las flacas fuerzas eclesiales. Lo mismo se puede decir de nuevas instituciones religiosas que ocupan algunos de los monasterios más emblemáticos de la historia de la diócesis en vías de desaparición. No todos pueden ser librados de la piqueta porque no es posible materialmente y también porque hay que contar con las decisiones de las Órdenes religiosas que deciden desprenderse de instalaciones que se venden bien.
Un gran enemigo del invierno religioso
Pero lo cierto es que en esta ola terrible de invierno cultural y religioso que azota la fe considera el obispo, y su equipo, que es imprescindible tomar decisiones que eviten que se desplome la casa diocesana que levantaron generaciones de cristianos vascos convencidos. Después del invierno viene siempre la primavera. Hay que prepararse para vivir en tiempos difíciles y tratar de crecer para adentro.
Se estudian las cosas y se toman medidas realistas. No se busca ninguna especulación con el patrimonio, ni dar un “pelotazo”. Las medidas que se toman se pueden considerar medidas puramente conservadoras pero, al fin y al cabo, medidas.
Conclusión: no se puede esperar con los brazos cruzados a que se desplome la casa. No se vende patrimonio – el día de mañana se podrá ver si no hay necesidad de seguir con los alquileres- pero sí se alquila algún edificio para poder sostener las cosas más vitales y necesarias. Entre estas, cuidar a los sacerdotes ancianos y mantener en píe los templos de zonas rurales que disponen de muy pocos medios.
Los nuevos curas
La situación debida al descenso del número de sacerdotes y de la vida cristiana se puede definir, sin miedo a exagerar, como dramática. Aunque no sea exclusiva de esta tierra quizá se sienta más por haber tenido antes una situación muy floreciente.
La Guía diocesana de 1986 ofrece estas cifras: se cuentan en la pastoral diocesana 560 sacerdotes diocesanos, y además 86 religiosos. En ese momento hay ya 117 jubilados. Y, por otra parte, no se contabilizan en este resumen los sacerdotes ni las actividades que se consideran que están fuera de la pastoral estrictamente dirigida por Mons. Setién como, por ejemplo, son los centros importantes de culto de Jesuitas y Capuchinos de la plaza de Guipúzcoa.
Hoy la situación tiende a estabilizarse y ha comenzado una cierta recuperación. La previsión que se hace en el año 2021 es que la diócesis en pocos años tendrá que mantenerse con 50-55 sacerdotes.
Con Uriarte hay alguna vocación que llega. También con Munilla, poco a poco, fueron creciendo los candidatos al sacerdocio. El Seminario estaba en Vitoria y, pasados unos años, el obispo Munilla decidió que los seminaristas pasaran al seminario de Pamplona. Había unas razones que se explicaron más y otras que menos, como pasa siempre, aunque la gente normal puede hacerse su composición de lugar sin mucho esfuerzo.
En los años que Munilla ha estado en San Sebastián se han incorporado al presbiterio un grupo de jóvenes sacerdotes que puede considerarse interesante. Unos proceden del seminario, y otros, en general de origen vasco, se han incorporado a la diócesis provenientes mayoritariamente de Navarra y que decidieron ser sacerdotes cuando Munilla estaba en Zumárraga.
Preocupado por sus sacerdotes y seminaristas
Munilla cada lunes por la mañana se sube a su Volkswagen Golf y se traslada a Pamplona. Pasa el día con sus seminaristas en el seminario de la capital navarra. El Seminario le interesa mucho y trata de convivir con sus seminaristas cuanto puede. El ambiente allí es enriquecedor porque se coincide con seminaristas navarros y con los aspirantes al sacerdocio del instituto Redemptoris Mater. Además los seminaristas regresan al seminario de San Sebastián cada fin de semana para estar en permanente contacto con la diócesis y con su actividad pastoral. Cada domingo participan en la Eucaristía del obispo en la catedral del Buen Pastor.
Munilla se curra a sus curas, se podría decir en el argot actual. Son pocos y cuesta lo suyo sacarlos adelante. Por eso el 21 de Junio de 2018 está marcado en su agenda íntima con una espinita en el corazón .
Son las 9:50 y el párroco de Zumaya, de 43 años, se mata en un trágico accidente en la A15, dirección San Sebastián. El sacerdote es natural de Oñate, euskaldún, de la escuela de Munilla, se había ordenado en Pamplona, y en Navarra era recordado con inmenso afecto en todos los sitios por donde había pasado antes de ser recuperado por Munilla para San Sebastián. Parece que Mikel Biain, a esa hora, y con la Eucaristía a la que tenía que llegar en Zumaya, iba justo de tiempo. La prisa parece que es la explicación de tan luctuoso hecho.
Munilla va camino de Oñate a celebrar el funeral y a encontrarse con los padres de Mikel. En el coche va pensando en lo que dirá en la homilía. Tira, como hará otras veces, del lema de su pontificado “In te Confido, En ti confío”. Predica: no somos los dueños de la Iglesia, ni de la diócesis. El dueño es el Señor. El sabes más.
No estoy seguro de que, en la capilla que tiene en su domicilio, no se le ha escapado alguna pequeña queja delante del Sagrario, y ha planteado una pregunta: ¿Quién irá ahora a Zumaya?- De todos modos a última hora del día ha recibido una pequeña caricia de los seminaristas vía WhatsApp. Le muestran su afecto y su unidad, y le prometen rezar y trabajar más para buscar reemplazo a D. Mikel.
No les temas, no vaya a ser que yo te haga temerles
Este es un texto de un profeta del Antiguo Testamento pero se puede aplicar a los profetas de todos los tiempos. No es fácil rebasar la línea de lo políticamente correcto. Por eso los profetas no son frecuentes ni bien recibidos. El Evangelio también habla de eso: de buscar el aplauso y el ser acogido por la opinión mayoritaria. En los momentos que vivimos hay una cultura donde se presume de que todo es opinable. Todo, menos decir la verdad. Al que se atreve a discrepar de la dictadura del relativismo le llueven las descalificaciones y los insultos.
Lo más relevante de la actividad de Munilla está sin duda en su aparición en las redes sociales. Desde muy pronto se dio cuenta de la importancia que para la expansión y refuerzo de la fe tienen hoy los medios nuevos de comunicación. Es un youtuber que aparece continuamente a través de homilías o conferencias. En Radio María lleva años abordando la actualidad diaria y explicando el Catecismo social en el programa Sexto Continente . Solo en el canal Enticonfio tiene 7,6 millones de reproducciones. El de Ivoox cuenta con 3,7 millones de reproducciones.
En este mundo se prodiga sin parar aunque también es cierto que hay medios que buscan acallar su voz con campañas que persiguen su destrucción y lo presentan como un conservador anacrónico.
No es el obispo Munilla precisamente un personaje aburrido. No hay asunto donde la presencia misionera sea necesaria al que no acuda. Probablemente el lugar donde tenga mejor acogida sea la cárcel de Martutene. Su presencia allí es recibida siempre como la llegada de un personaje esperado. Pero algo parecido se puede decir de sus colaboraciones y ayudas a los países más desfavorecidos, o donde las diócesis vascas trabajaron años atrás.
En medio de la pandemia los medios de comunicación dieron como un considerable escándalo que el obispo Munilla había incumplido el estado de alarma. Una noche fue detenido conduciendo y llevando a una persona sin los debidos requisitos. Se le impuso una multa de 600 €. Se vio en la obligación de pedir disculpas a la vez que perdonaba a quienes habían divulgado la noticia sin su consentimiento.
Hasta en las pantallas de los autobuses locales se puso la noticia debidamente manipulada. En realidad llevaba al dentista, al que previamente le había pedido que atendiera gratis, para que atendiera a una persona emigrante con una grave infección y que no tenía medios. Al final ha resultado que la prohibición y las multas eran ilegales!!!
El día 6 de febrero se despide de la diócesis de San Sebastián. No hay que se ser un águila para predecir el ambiente rebosante de cristianos que sienten pena con su marcha y un gran afecto por el que ha sido un obispo cercano y valiente.
Superviviente de tormentas
La Iglesia no está atada a ninguna persona concreta por valiosa que sea. Los hombres pasan y Dios permanece. Su sustitución hemos de pensar que está motivada por el deseo de encender ambientes del cristianismo euskaldún que han sido durante siglos alma cristiana de esta tierra. Se considera quizá que es el momento de atender y alentar su delicado estado. Otro estilo con sensibilidad y entendimiento para este cristianismo que Munilla no ha podido encender o no le han permitido encender. Quizá más los segundo.
Dos cosas podrían resumir estas ideas: José Ignacio ha sobrevivido a las tormentas sin más medios que sus propias expensas, y sin tener que acudir a la consulta de la clínica, lo cual demuestra que posee una psique más que apañada. Por otra parte, se abre para el Sr. Nuncio, o para su eminencia el cardenal Omella una bonita tarea. Veamos pues, a ser posible, cuanto antes.
El 12 de febrero D. José Ignacio llega a Orihuela-Alicante. De haber estado allí su amada madre, Iñasi, fallecida no hace tanto, habría puesto cara divertida al ver a José Ignacio entrar en Orihuela a lomos de una mula siguiendo los pasos de Jesús al entrar en Jerusalén. Pero lo que le habría, de verdad fascinado, habría sido ver la maravillosa huerta que allí se cultiva y la sabiduría de los hortelanos del Segura. Sobre todo aspirar el increíble y sutil encanto del azahar y de la albahaca.