«Extiburón» del Bank of America, hoy cura misionero: «El mejor modelo de negocio es el Evangelio»

No todos los días se escucha a grandes economistas decir que "el mejor modelo de negocio es el Evangelio". Si alguno lo hiciese, probablemente ocuparía los titulares de las secciones salmón de los diarios y periódicos. Pero si quien lo hace es además sacerdote y misionero, la cosa cambia.

Se trata de una de las afirmaciones de mayor peso que Álvaro Ramos  ha pronunciado recientemente a El periódico de España, muchos años después de ser un tiburón de las finanzas. A sus 46 años, Ramos ha trabajado para Freshfields Bruckhaus Deringer, el banco de inversión Bank of America o el gigante inmobiliario español Azora. Ahora, trabaja con Dios y ayudando a miles de niños como sacerdote misionero en Honduras.

En su entrevista, expresó como desde muy temprano le persiguió el sentimiento de que no podía quedarse en Madrid "ganando dinero" sin más, así que hace 16 años comenzó a dedicarse a la inversión de impacto para "ayudar a la gente de una manera profesional". Pronto supo que los protagonistas de este sector "no iban a las profundidades de la pobreza" ni estaban "enfocados en la raíz del problema".

"Puestos a poner una escala de impacto, el mayor impacto es conseguir que nadie muera por falta de comida, que todo el mundo tenga acceso a agua y que niños y niñas tengan acceso a la educación. Está bien que haya energía que no contamine; pero el mundo de verdad es la cantidad de gente que no come y la que no tiene acceso al agua. Hay que cuidar el planeta, perfecto, pero hay que cuidar primero a las personas", expresa.

Ser consciente de ello le fue llevando poco a poco a su actual vocación misionera. Siguiendo con términos de inversión, explica que "cuando quieres invertir en algo, buscar el mejor operador". Y en el caso de la pobreza, "el mejor son los misioneros. Porque cuando hay una revuelta, se van todas las INGs y se queda la monja María y el padre Paco".

“Me había dedicado toda mi vida al mundo de la inversión pero siempre tuve una inquietud por la pobreza. Me gusta el mundo de la empresa, el rigor, el orden, la agilidad, pero tenía remordimiento de conciencia y me decía a mí mismo: gano mucho dinero, gano más de lo que necesito. ¿Qué estoy haciendo yo por las personas que no han tenido las oportunidades ni la suerte que he tenido yo?”, se preguntaba.

"Dios, el mejor empresario de la historia"

Entonces Ramos lo dejó todo, sus hobbies, su trabajo, y se fue a Honduras junto a ACOES y su fundador, el padre Patricio, tras probar algunos proyectos por su cuenta. Fue allí -confesó en otra ocasión- donde “descubrí mi vocación. Hasta entonces era cristiano normal, tirando a regular. Allí, motivado por la experiencia de la misión y motivado por la pobreza, entendí el Evangelio”.

"Me fui dando cuenta que los misioneros tienen el mejor modelo de negocio que hay, que es el Evangelio. Dios es el primer y mejor empresario de la historia. ¿A quién se le ocurre montar un universo y montar un planeta? Dios es el primer gran emprendedor y el primer gran economista. La economía es gestionar una casa para que todo el mundo esté bien", explica.

Algo muy distinto a lo que se entiende actualmente por economía, -"crematística", según sus palabras- marcada por "la competitividad por la competitividad, siempre con la intención de ganar más".

"El mundo capitalista nos ha metido el desarrollo sin corazón, sin ver la realidad. Somos la famosa frase de que el peor ciego es el que no quiere ver. Se nos ha metido el egoísmo, el individualismo, no complicarnos la vida, la competitividad… Tiene que ver mucho con la educación, que cada vez es más técnica", agrega.  

El "click": "Cuando confié en Dios, se me quitó el miedo"

Entonces dio con el "click" definitivo para comenzar su nuevo camino: "Me di cuenta de que Dios tenía razón. De que la mejor manera de que el mundo cambie es lo que Dios ha dicho y escrito, que es el Evangelio".  

En 2018 fue ordenado sacerdote en Tegucigalpa y ahora desde allí intenta poner todos sus talentos para ayudar a los más pobres de este país americano.

A medida que profundizaba en la pobreza, temía "quedarse solo", pero pronto descubrió que "no lo estaba". "A Dios le interesaba lo que hacía. Cuando confié en Dios, se me quitó el miedo. Tenemos ejemplos increíbles de la Divina providencia", afirma.

Su labor junto a ACOES está cosechando enormes frutos, especialmente en el ámbito educativo. Por su experiencia, sabe que proporcionar una buena educación a los jóvenes es una de las mejores ayudas que se pueden prestar en lo material: "Eso fue lo que hizo España en los años 40, 50 y 60; que, con una gran inversión en educación, prosperó".

Y ahora, como sacerdote y misionero es lo que pretende seguir llevando a cabo en Honduras. Su organización ya ha ayudado a 11.700 niños, que comienzan recibiendo la ayuda en la guardería y en todo el colegio, hasta que llegan a bachillerato, cuando les invitan a formar parte del programa. "Es decir, a ser ellos los que ayudan".

"Lo que es increíble es que esta gente da pasta a sus padres y también beca a otros niños. No sé cómo le salen los números. ¿Cuánto vale una persona así? Por eso, vuelvo a lo mismo: no se entiende por qué no hay una estructura de financiación para el mejor activo, que alguien me diga si hay algo mejor que hacer una buena persona", concluye.