En las agustinas de Talavera desde los 18 años: «Mis amigos no me apoyaban, pero me daba igual»
Concepción Palacios es religiosa en el colegio de las Madres Agustinas de Talavera de la Reina y ha concedido una entrevista a Paula Salinas, de Mirada 21, la revista de la Universidad Francisco de Vitoria, donde ella estudió. Ha hablado de su vocación, de su vida como religiosa y de sus estudios como enfermera en la Universidad.
Agradece el tiempo que pasó en la Universidad Francisco de Vitoria, con su ambiente "acogedor, cercano, cariñoso". "No he tenido una mala experiencia allí, solo lo puedo definir con adjetivos positivos", asegura. "Yo fui de las primeras monjas en ir a esa universidad y la gente se tenía que acostumbrar. Ese proceso fue muy corto y la gente se portaba muy bien conmigo".
Explica que su vocación religiosa empezó a intuirla en el verano de 2º de la ESO a 3º de la ESO, con unos 15 años. "Algo intuía de antes, pero lo dejé pasar. Fue con esa edad cuando realmente me di cuenta. Tenía la necesidad de responder al amor que Dios me tenía, vi que Dios me quería realmente y yo tenía que responderle y Él quería que mi respuesta fuese entregándome plenamente. Me acuerdo de que entré un 31 de julio y en agosto cumplía los 19".
Explica que a su familia al principio les costó aceptarlo, pero luego la apoyaron completamente. "Al principio no me sentí apoyada al completo por mis amigos, pero realmente me daba igual. Yo estaba segura de que mi decisión me iba a hacer muy feliz. Me daba igual lo que dijesen los demás".
De la vida fuera del convento echa de menos "pasar ratos con toda mi familia, cuando se juntan en las bodas o en los bautizos. Además, mi familia entera se reúne una vez al año y yo no puedo estar ahí. Eso es sin duda lo que más echo de menos".
No hay convicción previa al cien por cien
¿Es posible estar convencido al cien por cien de que la decisión es correcta? "Creo que no, pero esta decisión yo la comparo con un matrimonio", explica ella. "Tú te fías de que puede ser la decisión correcta, pero no estás 100% segura, y nunca lo vas a estar. Con más motivo, en este tipo de vocación, ya que no ves a la persona. Somos incapaces de ver a Dios, pero yo de lo que sí estaba segura era de que, si entraba, era para siempre. Toda vocación, no solo el matrimonio o el convento, no conlleva seguridad. Es como cuando estudias una carrera, piensas que realmente es lo que te gusta, pero puede que a medida que la estudias, te das cuenta de que no, pero te fías, te lanzas, y al final lo descubres". El año de postulante debe servir para explorar esa posibilidad.
Ahora es profesora en el colegio de las Madres Agustinas y, como enfermera, atiende a las enfermas. "Soy una amante de la enfermería, me encanta, así que lo hago porque realmente me gusta", afirma. De niña ya quería ser enfermera.
Explica que en la vida de oración "la soledad la veo positiva. Si no sientes soledad, es muy difícil encontrarte con Dios y estar a solas con Él. Se necesita soledad para descubrirle. Pero esta soledad no es negativa, la que yo misma he descubierto aquí es positiva para mi encuentro con Dios".
No cree que por haber renunciado a otras cosas de la vida haya renunciado a la felicidad. "Creo que lo que realmente te da la felicidad es estar en lo que tienes que estar en cada momento, y yo pienso que la voluntad que Dios tiene para mí me da la felicidad. Es cierto que hay momentos que no he vivido, pero otros muchos sí, y ahí me daba cuenta de que no era feliz". apunta.
Describe así su día a día: "Nos levantamos y lo primero que hacemos es ir a misa y rezar, y después ya estamos toda la mañana en el colegio. Antes y después de comer también rezamos, pero el de después es muy breve. Por la tarde, tenemos visitas o reuniones, además de estar todas juntas. Al final de la tarde, también rezamos, pero no nos basamos en eso. Además, como soy la enfermera, estoy muy pendiente de las monjas que ya son mayores".
La entrevista completa se puede leer aquí.