Fallece Abelardo de Armas, Cofundador de los Cruzados de Santa María y predicador de la Inmaculada
En la tarde de ayer y a los 89 años, falleció Abelardo de Armas, el primer director general, durante casi cuarenta años, de los Cruzados de Santa María. De Armas también ha sido muy conocido gracias a sus predicaciones en las vigilias de la Inmaculada en Madrid y en ejercicios espirituales ignacianos.
Nació en Madrid en 1930. Las dificultades de la posguerra española le obligaron a enfrentarse con la vida en plena adolescencia, lo que le hizo madurar prematuramente. A los veintiún años hizo una tanda de ejercicios espirituales con el P. Tomás Morales, S.I., hoy Venerable, y su vida experimentó un giro copernicano: de vivir para sí, puso su vida al servicio de los demás: campamentos de formación juvenil, conferencias a jóvenes trabajadores, clases de orientación profesional y moral a los botones de entidades bancarias. Más de doscientas tandas de ejercicios espirituales internos para jóvenes y adultos, y un largo etc., fueron manifestaciones de la conversión que experimentó en sus primeros ejercicios espirituales.
Abelardo de Armas con el P Tomás Morales S.I.
La mística de las miserias
Auténtico líder natural por las numerosas cualidades innatas que tenía: sentido del humor, gran memoria, prodigiosa voz para el canto, grandes dotes de orador, fundamentó su fuerte espiritualidad en lo que él llamaba la mística de las miserias: subir bajando, las manos vacías.
Se trata de una gracia que recibió de forma especial el 17 de febrero de 1981, en Duruelo, provincia de Ávila, enclave del primer convento de los carmelitas reformados. Muchas veces la ha narrado: “La gracia que yo he recibido es que veo mis manos totalmente vacías. No tengo ningún acto de virtud. Sé que nada de lo bueno que hago es mío. Y no solo no tengo actos de virtud, es que no los quiero. No quiero tener virtudes. Quiero que mi única virtud sea la confianza que nace de la virtud de Él. A partir de ese momento la gracia mayor para mí ha sido quedar inasequible al desaliento. Por mucha miseria que contemple en mí, esa sí que es mía”.
A partir de entonces va a dedicar ya toda su vida a propagar esta idea: las manos vacías, subir bajando, pequeñez y grandeza, el ascensor divino… Se trata de la gracia central de su vida. Gracia que irá cimentando y complementando con las lecturas en profundidad de las obras de san Juan de Ávila y de santa Teresa del Niño Jesús.
Pidió para sí ─y para la institución─ la gracia de la infancia espiritual, el vivir y morir pobre y sin méritos, y parece que se le concedió lo que pedía porque, en sus últimos años, el Alzheimer le fue reduciendo a la dependencia total como al más pequeño de los niños.
Marcaron época aquellas intervenciones suyas en las Vigilias de la Inmaculada, enardeciendo a los asistentes con sus vibrantes charlas en defensa de los valores humanos y espirituales, y en el cálido, confiado y audaz amor a la Inmaculada.
Aquella tanda de ejercicios a sus veintiún años le unió de por vida con el P. Tomás Morales. Desde su conversión, decidió consagrar su vida totalmente a Dios dentro del mundo, uniendo, así, su destino al del P. Morales en la creación del Instituto Secular Cruzados de Santa María, del que fue primer director general durante casi cuarenta años.
Se ha grabado su conversión en un audio titulado Un seglar descubre la oración, donde personalmente narra el proceso de cambio, de lo mundano a lo divino. Sus charlas han sido recogidas en libros, tales como: Rocas en el Oleaje, Luces en la Noche y Agua viva. Las canciones cantadas y compuestas por él, han sido grabadas y editadas profesionalmente en los últimos años. Sus títulos: Manos de Dios, Hijo del hombre y Flor escondida.