Francisco critica a los «jesuitas españoles» anti-Arrupe: él hace «lo posible» por canonizarle
Desde su elección como Papa, Francisco ha aprovechado sus viajes apostólicos para mantener un encuentro reservado con los jesuitas locales, sus compañeros de orden. Es tradicional que, pasados unos días, La Civiltà Cattolica publique el texto de lo conversado.
Así ha ocurrido también esta vez con el viaje a cuatro países del sureste asiático, en tres de los cuales (Indonesia, Timor Oriental y Singapur) mantuvo una conversación con los miembros de la Compañía de Jesús que ejercen allí su misión. El 4 de septiembre, en la nunciatura de Yakarta, con doscientos jesuitas, muchos de ellos jóvenes porque se encuentran la fase de formación, en la nunciatura de Yakarta; el 10 de septiembre, en la catedral de Dili, con 42 jesuitas de Timor Oriental; y el 11 de septiembre, en el centro de retiros San Francisco Javier de Singapur.
La vocación jesuita
Francisco lanzó diversos mensajes a los jesuitas sobre lo que implica su vocación específica: “Yo quiero que los jesuitas hagan ‘lío’… El Espíritu nos impulsa a hacer ‘lío’, no a dejar todo quieto… Los jesuitas deben estar en los lugares más difíciles, donde es menos fácil actuar. Es nuestra manera de ‘ir más allá’ para la mayor gloria de Dios”, que es el lema de la orden, Ad maiorem Dei gloriam.
Señaló la “inculturación” como una forma específicamente jesuita del apostolado: “Los jesuitas deben tener la capacidad de inculturarse, como muchos misioneros lo han hecho en los distintos continentes. Y esto implica que el jesuita predique en el idioma adecuado, y en la forma adecuada, según los lugares y los tiempos. Los dos pilares son la inculturación del Evangelio y la evangelización de la cultura”.
“Quisiera subrayar una cosa: nuestro trabajo es inculturar la fe y evangelizar la cultura. Que la cultura sea evangelizada y que la fe sea inculturada: esta fue una hermosa intuición de los primeros jesuitas”, subrayó.
Justicia social: ni comunistas ni socialistas
Otro aspecto especialmente relacionado con la Compañía es la “justicia social”. Ninguno de los “grandes hombres” jesuitas que la defendieron era “comunista”, recordó: “No, eran jesuitas, que llevaban adelante la dimensión social del Evangelio”. Un “afán de justicia social” que, “a lo largo de la historia, fue dando frutos, según las modalidades de los tiempos, de las personas, de los lugares… Es un desafío de creatividad y de justicia social. Así la justicia social tiene que instalarse, no con teorías socialistas. El Evangelio tiene su propia voz”.
También definió como “misión propiamente jesuita, algo realmente nuestro” expandir la devoción al Sagrado Corazón, y anunció para “el próximo mes” una carta sobre ella.
“Pensando en la Compañía, la sueño unida, valiente”, afirmó el Papa: “Prefiero que se equivoque por coraje que por seguridad… ¡Sean valientes en las situaciones difíciles del apostolado! Valientes, pero humildes, con plena apertura de conciencia”.
El padre Arrupe y los "jesuitas españoles"
En varios momentos y lugares en los que hizo referencia a pasados momentos históricos de la Compañía, Francisco criticó a los “jesuitas españoles” que denunciaron la evolución de la orden en el periodo en el que fue general el padre Pedro Arrupe, básicamente el postconcilio: 1965-1983 (él murió en 1991).
Pedro Arrupe fue el general de los jesuitas durante el periodo más convulso de la orden en los tiempos modernos, que la llevó a ser intervenida por San Juan Pablo II.
Dijo que hubo un gran “escándalo” en la Congregación General XXXII, celebrada entre el 2 de diciembre de 1974 y el 7 de marzo de 1975, y en la que él estuvo, porque “un grupo de jesuitas españoles… intentaron desacreditar al padre Arrupe, como si hubiera traicionado la misión de la Compañía. Recuerdo también que el padre Arrupe fue llamado a la Secretaría de Estado por cierta preocupación sobre el camino que estaba tomando la Compañía. Y él siempre fue obediente... El padre Arrupe sufría con perdón y misericordia. Cuando San Juan Pablo II nombró al padre Paolo Dezza como delegado pontificio para la Compañía, quien permaneció en el cargo hasta la elección del nuevo general, Arrupe le besó la mano. El padre Arrupe fue un hombre de Dios. Yo estoy haciendo lo posible para que llegue a los altares. Es realmente un modelo de jesuita: no tenía miedo, nunca hablaba mal de los demás, se entregó por la inculturación de la fe y por la evangelización de la cultura”.
Y en otro momento, vuelve a insistir: “Participé en la elección del padre [Hans] Kolvenbach [en 1983], donde ya ahí había un grupo de jesuitas españoles que acusaban a la Compañía de traición a la Iglesia. En ese momento de crisis de la Compañía fue muy importante tener un Padre General carismático. Y ahí vi tensiones en la Iglesia”.
La oración y el sacerdocio del Papa
Francisco, en estas conversaciones con los jesuitas, también hizo referencias personales: “Les confieso que en 53 años de cura, nunca negué una absolución. Aunque sea incompleta”. Invitó a los sacerdotes a no preguntar mucho, aun a riesgo de no entender, alegando que “Dios entiende todo”: “Por favor, no transformemos el confesionario en una consulta psiquiátrica, no lo transformemos en una tribuna. Si hay que hacer una pregunta, y ojalá sean pocas, se hace y luego se da la absolución”.
Y, a preguntas de un jesuita sobre cómo hace para rezar entre tantos compromisos como implica el cargo, dijo: “Lo necesito, ¿sabes? Lo necesito de verdad. Me levanto temprano, porque soy viejo. Después del descanso, que me sienta bien, me levanto alrededor de las 4, y luego a las 5 empiezo la oración: rezo el breviario y hablo con el Señor. Si la oración es un poco, digamos, ‘aburrida’, entonces rezo el rosario. Luego voy al Palacio para las audiencias. Después almuerzo y descanso un poco. A veces, delante del Señor, hago una oración silenciosa. Rezo, celebro la Eucaristía, por supuesto. Por la noche, rezo un poco más. Es muy importante para la oración hacer lectura espiritual: debemos hacer crecer nuestra espiritualidad con buenas lecturas. Así rezo, simplemente… Es sencillo, ¿sabes? A veces me duermo mientras rezo. Y eso, cuando sucede, no es un problema: para mí es una señal de que estoy bien con el Señor. ¡Descanso mientras rezo! Nunca dejes la oración”.