Humilde superioridad
La izquierda, que arrastra tantas culpas históricas, no la tiene de su superioridad moral. Esa se la regala la derecha. Pensar que lo que uno piensa es lo correcto científica, social y moralmente es natural, porque, si no, pensaría lo contrario. Si usted, querido lector, es de izquierdas, pues claro que cree que tiene razón y que yo ando penosamente equivocado. Demasiado favor es que, al menos, condescienda a leerme, muchas gracias.
Lo raro es al revés; que pasa. Ahora que la izquierda está perdiendo a chorros su superioridad electoral, sería buen momento para darle una vuelta a la intelectual y moral, porque, si no se le encara también ahí, al cabo de unos años, cuando se arregle este desbarajuste económico e institucional, volverá la burra (con perdón) al trigo.
Esa superioridad hay que discutirla sin ofender, ejerciendo la propia. Pondré ejemplos. Tuvo el detalle de ficharme El Debate de hoy para escribir una columna semanal. Como la vida no me da, dejé otro medio que me trataba con menos cariño y que tiene menos lectores. Pero resulta que El Debate es un periódico de derechas, tal y como lo soy yo, y que el otro progreaba. Bastantes amigos lamentaron que me fuera a un medio mucho más afín a mí ¡y a ellos! Lo veían como un descenso.
Más. Hablan bien de mi libro, titulado Gracia de Cristo, la revista Misión o Mundo Cristiano, y no se valora tanto la reseña como si saliese publicada en Cosmopolitan o El País. Son sutiles señales de una subconsciente inferioridad asumida. Yo agradezco cualquier crítica, incluso buena, en cualquier medio, pero prefiero que, habiendo escrito de Jesús de Nazaret, y siendo yo tan partidario, profundicen en el libro quienes tienen a Cristo literalmente en un altar. Lo van a entender mejor.
Nos hemos tomado muy a pecho lo de que hay mayor alegría por la oveja perdida que se encuentra que por las noventa y nueve que están en la gloria en el redil, pero humanamente hablando el deslumbramiento de la Iglesia por todo aquel que desde lejos dice algo medio amable de la fe da la sensación de poco aprecio a los que hablan y viven dentro de la ortodoxia.
No saldremos de la situación de inferioridad intelectual hasta que no interioricemos nuestras convicciones religiosas y políticas, y seamos capaces de ver las supuestas superioridades intelectuales de los otros con simpatía y cierto humor distante: naturales… para ellos. Nosotros tenemos las nuestras.
Publicado en Diario de Cádiz.