Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Cuando el cardenal Pell debatió en televisión con el ateo Dawkins

Richard Dawkins, Tony Jones, George Pell.
El debate entre Richard Dawkins (en primer término) y el cardenal George Pell, moderado por Tony Jones, tuvo lugar en el programa Q&A [Questions and Answers, Preguntas y Respuestas] de la ABC el 9 de abril de 2012.

por Alfonso V. Carrascosa

Opinión

Nombrado por Juan Pablo II obispo de Melbourne (1996-2001) y Sidney (2001-2014), George Pell fue creado cardenal (2003) por Benedicto XVI, a quien recibió en la Jornada Mundial de la Juventud de Sidney en 2008. Se deduce de lo anterior que en cuestiones sobre conciliación ciencia-fe estaba más que en comunión con los mencionados Papas. Baste la lectura de lo dicho recientemente en ReL sobre Benedicto XVI para hacerse una idea.

Sin embargo, interesa traer a colación aquello de que "por su frutos los conoceréis", ya que en conciliación ciencia-fe el cardenal Pell hizo algo verdaderamente extraordinario que paso a comentar.

Se trata nada más y nada menos de que consintió tomar parte en un debate en televisión, nada menos que con Richard Dawkins. Para hacerse una idea sobre semejante individuo basta buscar en internet. Digamos aquí, como mínimo, que es un destacado representante del denominado ateísmo científico, que se prodiga en hacerlo público y notorio, al menos en parte, atacando con ferocidad a la Iglesia católica. Es decir, el cardenal Pell "bajó a la arena" de una manera, vamos a decir así, bastante arriesgada, bastante expuesta… seguramente confiado en las palabras del Señor: "No os preocupéis de lo que vais a decir, porque el Espíritu Santo os lo comunicará en el momento" (Mt 10, 19). Fue el 9 de abril de 2012.

No obstante la posible espectacularidad de la puesta en escena de Richard Dawkins, la debilidad de su pensamiento está más que contrastada. Se trata del clásico biólogo que al hablar se sale absolutamente del ámbito de su especialización y se adentra de un modo bastante reduccionista en temas filosóficos, metafísicos… sobre los que no tiene suficiente criterio. Es más que interesante a este respecto leer los excelentes artículos de Javier Sánchez Cañizares o Mariano Artigas. Esgrimir, como hace Dawkins, argumentos que circunscriben a Dios al manido "Dios de los agujeros", al que supuestamente la ciencia va robando terreno al describir cómo ocurren los fenómenos, es algo bastante pobre y superado.

El debate, completo y subtitulado en español.

Pero Pell en ese debate estuvo por momentos sembrao. A una indicación de Dawkins señalando la brutalidad humana como casi exclusivamente circunscrita al cristianismo, proponiendo en cierto modo la decadente idea del buen salvaje, el cardenal le espetó: "Bueno, hay algunas cosas que podrían decirse. En primer lugar nuestra tradición se remonta a unos 4.000 años, así que para valorar lo que estos valores que hemos adoptado sean tenemos que retroceder un poco en la distancia. Y es interesante mirar a la Roma pagana antes de que existiera la influencia cristiana. El cuarenta por ciento eran esclavos. Los hombres y mujeres luchaban entre sí hasta la muerte en el Circo Máximo o el Coliseo. Las mujeres no tenían derechos de ningún tipo. El infanticidio era una práctica regular. Las familias de la nobleza no quería niñas. El cristianismo cambió eso. Tal vez no solo él, pero sí en gran medida. En cuanto a la historia cristiana… somos cristianos, somos gente del Nuevo Testamento. Hubo una evolución en el Antiguo Testamento. Hay algunas cosas horribles allí. Evolucionó. La noción de Dios fue purificada al pasar por el Antiguo Testamento... Hay un poeta polaco, Milosz, que dice que el opio de los pueblos de hoy en día es la creencia de que no serán juzgados por Dios cuando mueran, los que hayan cometido grandes crímenes y hecho cosas terribles van a salirse con la suya".

En relación a la supuesta capacidad ilimitada de la ciencia en dar sentido a la vida, el cardenal le señaló lo siguiente: "‘Bueno, ¿cuál es la razón que la ciencia nos da de porqué estamos aquí? La ciencia nos dice cómo suceden las cosas, pero la ciencia no nos dice nada acerca de por qué se produjo el Big Bang. ¿Por qué hay una transición desde la materia inanimada a la materia viva? La ciencia calla…. Podríamos resolver la mayoría de las preguntas de la ciencia y aún quedarían todos los problemas de la vida casi completamente intactos. ¿Por qué ser buenos?"

Preguntado el cardenal por el presentador en el sentido de si podría dar alguna prueba a Dawkins para creer, Pell contestó: "No, porque creo que él sólo acepta la prueba basada en la experiencia sensorial. En otras palabras, excluye el mundo de la metafísica, como por ejemplo el principio de contradicción, y excluye la posibilidad de argumentos que van no en contra de la razón, sino más allá de ella".

Al hecho cierto de que los ateos pueden ser buenos y llevar una vida buena, el cardenal indicó que eso es según nosotros señal de la existencia de Dios, supongo que en el sentido de que sus creaturas, hechas a su imagen y semejanza, reproducen su impronta en cierto modo, no estando obligados por ello a ser asesinos, etc. Sorprendente de todo punto puede resultar ver cómo Dawkins exculpaba en cierto modo a los ateos Stalin o Hitler, ¡indicando que sus crímenes no tenían nada que ver con su forma de pensar! Todo el debate está transcrito y se puede leer completo y ver aquí.

Preguntado el cardenal por la evolución, señaló algo que aquí en ReL ya hemos comentado más de una vez: "Ciencia y religión son dos actividades diferentes y en la Iglesia católica se puede creer, en cierta medida, lo que a uno le guste acerca de la evolución. Creo que Darwin hizo una gran contribución. Recuerdo haber hablado con Julius Kornberg, un biólogo muy distinguido, que ha trabajado con las hormigas durante años: él dijo que ha logrado cambiarlas, alterando sus condiciones, pero hay una serie de cosas que la evolución no explica. Darwin se dio cuenta de eso. Darwin era un teísta, porque dijo que no podía creer que el inmenso cosmos y todas las cosas bellas del mundo se produjeron por mero azar o por necesidad. Dijo: «Tengo que ser clasificado como un teísta»".

Llegado el momento se refirió al infierno, y hablo de él trayendo a colación una conversación con un niño de primera comunión, del siguiente modo: "Le dije simplemente: «Hitler… ¿Crees que Hitler podría estar en el infierno? Inició la Segunda Guerra Mundial, causó la muerte de 50 millones… ¿O prefieres un sistema en el que Hitler se salió con la suya gratuitamente?» De todos modos el pequeño era muy patriota y dijo: «Hum…». Se dio cuenta, el infierno podía tener sentido, si Hitler iba a ir allí… Creo que, a favor de las víctimas inocentes en la historia, las escalas de la justicia deberían funcionar. Y si no lo hacen, la vida es radicalmente injusta. La ley del más fuerte prevalece".

También se pronunció sobre el espinoso tema del género, y lo hizo, como no podía ser de otra manera, hacia donde la ciencia indica. A la pregunta de cómo se puede estar en contra de dar a nuestros prójimos homosexuales derechos matrimoniales, cuando la igualdad y el respeto son las bases fundamentales de amar y difundir el amor, Pell contestó: "Bueno, es bastante engañoso y desleal sugerir que los cristianos odian a los homosexuales. Los cristianos aman a todos. Nosotros creemos que el matrimonio es entre un hombre y una mujer, y que sirve para la continuidad de la raza humana. Creemos que los hombres y las mujeres fueron hechos el uno para el otro, espiritual, psicológica y físicamente. Creemos que un hombre y una mujer, un padre con sus hijos, es de lejos el mejor sistema, el más eficiente y económico para criar a los niños, y los gobiernos deberían apoyarlo... En demostrar compasión hacia estas personas, la Iglesia católica tiene grandes antecedentes allí. Cuidamos más afectados por el VIH que cualquier otra organización no gubernamental, pero no creemos que sea posible tener un matrimonio homosexual".

Y podríamos seguir, pero mejor que cada cual lo haga si lo desea en el blog de Javier Smaldonde, donde se encuentra íntegramente transcrito y traducido el texto de dicho debate.

¡Descanse en paz, cardenal, y gracias por haberse expuesto tanto y no rehuir este cara a cara que ha quedado para ayuda de todos nosotros hoy!

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