Vigencia del «Catecismo de la Iglesia Católica»
por Jorge Piñol, CR
A más de uno se le ocurre preguntarse: ¿Qué pasó con el Catecismo de la Iglesia Católica? ¿Tiene vigencia o está “cancelado”?
Estas cuestiones se plantean ante el siguiente hecho: el 11 de octubre de 1992 el santo Papa Juan Pablo II promulgaba el Catecismo de la Iglesia Católica. La primera edición fue en diciembre de ese mismo año. Es decir, estamos conmemorando treinta años de la aparición de aquel “instrumento válido y autorizado al servicio de la comunión eclesial… norma segura para la enseñanza de la fe”, según las palabras del mismo Pontífice en la constitución apostólica Fidei depositum. Además, Juan Pablo II añadía: “Pido a los pastores de la Iglesia y a los fieles que reciban este Catecismo con un espíritu de comunión y lo utilicen constantemente cuando realizan su misión de anunciar la fe y llamar a la vida evangélica. Este Catecismo les es dado para que les sirva de texto de referencia seguro y auténtico para la enseñanza de la doctrina católica”.
Más adelante, al presentar la edición típica en latín del Catecismo (15 de agosto de 1997), el Papa decía que se trata de “una exposición completa e íntegra de la doctrina católica, por la que cualquiera puede conocer aquello que la Iglesia profesa y celebra, lo que vive y ora en su quehacer diario”. Y exhortaba a los obispos de toda la Iglesia a acoger cordialmente el texto y a promoverlo con decisión.
Como es sabido, la idea del Catecismo surgió con fuerza en el Sínodo de los Obispos convocado por Juan Pablo II para 1985, a veinte años de la clausura del Concilio Vaticano II.
Era demasiado evidente la crisis generalizada en la catequesis, que venía acentuándose desde fines de los años sesenta.
Como afirmó el entonces cardenal Ratzinger, en la catequesis de los años setenta y ochenta “se difundió cierta aversión a los contenidos permanentes y el antropocentrismo lo dominó todo”.
Cuando en diciembre de 1992 se publicó el Catecismo, la acogida fue inmediata y amplísima, sobre todo por parte del pueblo sencillo; y muchos pastores lo recomendaron abiertamente.
No faltaron, por supuesto, las críticas. Algunos llegaban a negar la misma posibilidad de un catecismo doctrinal válido para todos los fieles del mundo. Otros discutían la elaboración del texto, pensando que respondía sólo a la “facción romana” de la Iglesia (ver, por ejemplo, el artículo de Hans Küng "¿Un Catecismo universal?", publicado en la revista Concilium en 1993). En general estas críticas amargas provenían de ambientes académicos de Europa y de América del Norte, seguros de reflejar la mentalidad dominante en la cultura contemporánea. Parecían tener más empeño en ser “fieles” al “mundo” que en dar testimonio de la verdad del Evangelio.
Sin embargo, el Papa Juan Pablo II aprovechó numerosas ocasiones para promover aquel Catecismo -tan legítimo, completo y seguro- para presentar la fe y la moral de la Iglesia.
Durante el año 2005 se publicó el Compendio del Catecismo, según el deseo y la determinación de Juan Pablo II, recientemente fallecido. Dicho Compendio “pretende despertar un renovado interés y aprecio por el Catecismo, que, con su sabiduría expositiva y unción espiritual, continúa siendo el texto de base de la catequesis eclesial de hoy”, según las palabras escritas por el entonces cardenal Ratzinger (marzo de 2005).
Un poco más adelante el Papa Benedicto XVI decide acoger a los anglicanos que corporativamente se convierten a la Iglesia católica y constituye para ellos “ordinariatos personales”, que les facilitan la comunión plena con la Iglesia, pero en continuidad con sus legítimas tradiciones (como ya ha sucedido en Inglaterra, Estados Unidos, Australia…). A ellos se les dice: “El Catecismo de la Iglesia Católica es la expresión auténtica de la fe católica profesada por los miembros del Ordinariato” (Anglicanorum coetibus, 2009).
En el 2010 Benedicto XVI aprobó el YouCat, con la intención de hacer más accesible el Catecismo de la Iglesia Católica y entusiasmar a los jóvenes en su profundización:
El mismo Papa escribió su prólogo con tono de exhortación paternal. Les dice a los jóvenes lectores del YouCat: “¡Estudiad el Catecismo! Es mi deseo más ardiente. (…) ¡Estudiad el Catecismo con pasión y constancia! ¡Dedicadle tiempo! Estudiadlo en el silencio de vuestro cuarto, leedlo con un amigo, formad grupos de trabajo y redes, Intercambiad opiniones en Internet. ¡De cualquier forma, mantened conversaciones acerca de la fe!”
Las recomendaciones de los últimos Papas son muy numerosas. La autoridad doctrinal del texto es incuestionable.
Sin embargo, ¿qué ha pasado?
En grandes regiones del mapa pastoral de la Iglesia en nuestros días el Catecismo parece “cancelado”, como algo incómodo, inadecuado y tal vez peligroso. Se percibe un silencio extraño.
Seguramente pueden darse muchas explicaciones.
Pero hay hechos que son claros.
En los ambientes en los que el Catecismo ha sido más o menos resistido y despreciado, precisamente en esos ambientes –permeables a la cultura relativista dominante– languidecen la fe y la vida cristiana, personal y social, de los bautizados.
El alto número de católicos que año tras año abandonan su fe en países de larga historia cristiana y católica tiene alguna importante proporción con la actitud de esas mismas personas en relación con su fe bautismal y con las ideologías del mundo. Las confusiones y la debilidad de la fe van de la mano con la desidia por profundizar con la oración, el estudio y la vida la fe recibida en el bautismo. La mentalidad del mundo, en muchos casos, ha sido más “interesante” que Dios y su designio de salvación. En lugar de la alegría de la fe, se advierte la incertidumbre general, la pesadez de una vida sin caridad ni claridad, el miedo de no ser suficientemente gratos a las poderosas corrientes del “progreso” sin Dios.
Pero, gracias a Dios, el Catecismo de la Iglesia Católica está vigente y es capaz de iluminar nuestras tinieblas. Su mensaje sustancial –expresión completa y orgánica de la Palabra de Dios– trasciende los tiempos y las ideologías. Y sigue siendo un instrumento valioso y necesario para saber qué cree, celebra, vive y ora un católico de verdad.
El padre Jorge Piñol es asistente para la Legión de Cristo Rey del Instituto Cristo Rey.
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