Una peligrosa imposición de la OMS
La Organización Mundial de la Salud (OMS), aprovechó los ajetreados días decembrinos (el 18 de diciembre de 2023) para anunciar la lista completa de los miembros que analizarán y formularán “nuevas directrices” que tienen como objetivo “proporcionar evidencia y orientación para la implementación de intervenciones en el sector de la salud destinadas a aumentar el acceso y la utilización de servicios de salud respetuosos y de calidad para las personas trans y de género diverso”.
El momento del anuncio (que buscó de evadir lo más posible el escrutinio público), la composición arbitraria de los 21 miembros del panel (mayoritariamente a favor de las llamadas transiciones de género), así como las nuevas directrices de la OMS (dirigidas a promover políticas de salud que apoyen y reconozcan legalmente la identidad de género autodeterminada), movilizaron tanto a profesionales como organizaciones que advierten que dicho proyecto es totalmente tendencioso y anticientífico, pues ha evitado el debate abierto respecto al tema y ha ignorado, de antemano, las innumerables evidencias negativas de la llamada transición de género, especialmente en niños y adolescentes.
A pesar de esto, el proyecto sigue su curso y de aprobarse dichas directrices, antes del 21 de febrero, como se prevé, los peligrosos tratamientos tanto hormonales como quirúrgicos se generalizarán aún más, pues contarán con la expresa aprobación de este influyente organismo internacional.
Esto, desafortunadamente, es solo un paso más en la imposición, a nivel global, de la ideología de género a través de poderosas organizaciones internacionales. Pues esta nueva propuesta se suma al informe que presentase en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU Víctor Madrigal-Borloz en julio del año pasado acerca del "derecho a la libertad de religión o creencias y su relación con la orientación sexual y la identidad de género”. Dicho informe ataca directamente la sexualidad natural y acusa a algunas narrativas religiosas de ser "utilizadas para justificar la violencia y la discriminación que constituyen acciones contrarias a los derechos humanos de las personas LGBT", y a las nociones de "valores tradicionales", "moral pública" y "valores nacionales" de ser "utilizadas comúnmente en discursos hostiles a los derechos humanos de las mujeres, las personas LGBT y las minorías religiosas y de creencias, basándose, a menudo, implícita o explícitamente, en normas religiosas y de creencias vinculados con el patriotismo y las normas patriarcales de género y familia".
Asimismo la Unesco, con el apoyo financiero de poderosos gobiernos e importantes compañías, promueve, bajo el pomposo nombre de educación integral, tanto la promiscuidad como la anticoncepción y el aborto en todo el mundo. A esto se suma la clasificación de la ONU de la educación sexual integral como derecho humano y (según sus promotores) como “medio eficaz para abordar los sistemas de dominación patriarcal y masculinidad tóxica mediante el cambio de patrones de comportamiento sociales y culturales”. De este modo, se presiona a los diferentes gobiernos para "garantizar que los planes de estudio de educación integral, además de los temas de riesgos y enfermedades, incluyan y pongan especial atención en el respeto, el consentimiento, la autonomía, las relaciones, la sexualidad, la igualdad de género y la diversidad sexual y de género, el placer, la paternidad responsable, así como el desmantelamiento de los estereotipos de género y las normas sociales nocivas, la prevención de embarazos precoces, las infecciones de transmisión sexual, la violencia y la discriminación sexual y de género".
Desafortunadamente, la gran mayoría de los medios de entretenimiento y de comunicación, la mayor parte de las institutos educativos, casi todas las organizaciones e instituciones internacionales y la mayoría de los partidos políticos en el poder se han unido en un mismo fin: promover una sexualidad adulterada que, bajo diferentes letras, colores y formas busca deformar la sana sexualidad alentando a niños y adolescentes a cuestionar los valores que han aprendido de sus padres, a experimentar todo tipo de perversidades y a adherirse a los principios de la ideología de género; la cual no solo es anticientífica sino perversa, pues invierte el orden natural creado y querido por Dios.
Además, como toda ideología que va contra la ley de Dios, acaba hiriendo en lo más profundo a quien dice defender. Si en los adultos es destructiva, aplicada a los niños es mortal. Mancilla su inocencia, traiciona su confianza, escarnece su dignidad, mutila su cuerpo y amenaza con robar hasta su alma. Así, en nombre de nuevos derechos estas organizaciones están eliminando el derecho natural de los padres de inculcar en sus hijos una verdadera formación moral sexual basada en la virtud de la pureza y la castidad a fin de que, preservándolos de los peligros de la promiscuidad, puedan convertirse en adultos sanos, nobles y virtuosos que formen esas familias fuertes, estables y felices que tanto necesita nuestra sociedad.
Actualmente, padres e hijos libramos una difícil y desigual batalla contra fuerzas sumamente poderosas que nos rebasan en número, medios, dinero e influencia. Sin embargo, nosotros tenemos la fuerza que solo Dios puede dar. Resistamos fuertes en la fe, iluminados por la caridad y con la esperanza de que la victoria siempre está de la parte de Dios. Y recordemos que, como señala Castellani, “Dios no nos pedirá cuentas de las batallas ganadas, sino de las cicatrices de la lucha”.