Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Progresismo conservador

Trump habla en la Marcha por la Vida de 2020.
En enero de 2020, Trump fue el primer presidente en ejercicio que asistía a la Marcha por la Vida de Washington. Cuatro años y medio después, claramente se ha despegado de ese espíritu.

por Angélica Barragán

Opinión

Debido al poder e influencia de los Estados Unidos, la contienda electoral que se determinará en las urnas el siguiente 5 de noviembre es seguida con gran interés a nivel mundial. Más ahora, que están en juego temas de gran importancia (aborto, familia, libertad religiosa, conflictos mundiales, agenda 2030, globalismo, inmigración, etc.). Si bien en varios temas las plataformas de los dos grandes partidos son muy diferentes, en las cuestiones relacionadas con la defensa de la vida y el matrimonio natural y la familia la posición del conservador partido republicano se ha ido acercando peligrosamente a la del progresista partido demócrata.

Si la plataforma del partido republicano de 2016-2020 especificaba que “el niño no nacido tiene un derecho individual fundamental a la vida que no puede ser violado”, la nueva plataforma, abandonando su política nacional de protección a los no nacidos, ha dejado el asunto enteramente en manos de los estados y solo se opone explícitamente al aborto tardío. También se han eliminado varias disposiciones que prohibían que el dinero de los contribuyentes se destinase al aborto. A esto se suma que los candidatos a la presidencia y vicepresidencia, Donald Trump y J.D. Vance, respectivamente, hayan declarado que el acceso a la abortiva píldora del día después (responsable de más del 50% de los abortos en los Estados Unidos) debe generalizarse. Por si fuese poco, la nueva plataforma promueve el acceso a la fertilización in vitro pasando por alto los innumerables embriones que son eliminados como parte de dicho procedimiento. Para colmo, su ejemplo ha arrastrado a otros republicanos (Marco Rubio entre otros), que han reculado de su anterior y apasionada defensa de la vida.

También dicho partido ha claudicado en su defensa del matrimonio y la familia. Si la plataforma de 2016-2020 afirmaba que la piedra angular de la familia es el matrimonio natural, la unión de un hombre y una mujer, actualmente se omite dicha definición y solo afirma que se promoverá una cultura que valore el matrimonio y el papel fundamental de la familia, aceptando tácitamente la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo. Y si bien Trump se ha pronunciado en diversas ocasiones contrario a la ideología de género, también ha hecho público su apoyo a los “derechos” de la comunidad de la bandera del arcoíris.

Estos cambios, entre otros, muestran un claro giro del partido republicano hacia un progresismo más abierto. Desafortunadamente, la agenda del partido demócrata es aún más perversa. Además, su candidata a la presidencia, Kamala Harris, es conocida, entre otras cosas, por sus posturas sumamente liberales, su abierta hostilidad hacia los principios cristianos así como por su feroz apoyo a la agenda abortista. En cargos anteriores investigó a personas que a su vez indagaban la venta de órganos de bebés abortados realizada por Planned Parenthood; votó dos veces (2018 y 2020) en contra de la Ley de Protección del Niño No Nacido Capaz de Sentir Dolor y votó (2019 y 2020) en contra de la Ley de Protección de los Sobrevivientes del Aborto Nacidos Vivos. Harris también ha sido una firme defensora de la llamada Ley de Igualdad (The Equality Act), considerada la amenaza más grave a la libertad religiosa presentada ante el Congreso, ya que añadiría la orientación sexual y la identidad de género a la Ley de Derechos Civiles de 1964. Además, cuando era senadora (2019) Harris patrocinó la ley “No Hacer Daño” (Do No Harm) que hubiese limitado peligrosamente la objeción por motivos religiosos y de conciencia. Sobra decir que también es una acérrima promotora de la llamada diversidad sexual y es tal su popularidad entre los grupos del abecedario que los activistas de la ideología de género esperan que, de ser elegida, Harris redoble el apoyo del partido a dicha agenda (aun entre los menores), lo cual es más que probable.

Ante esto, el votante de buena voluntad tiene la terrible disyuntiva entre no votar (y beneficiar con ello a los demócratas) o votar al partido que representa el tan cacareado “mal menor” y cuya agenda, aunque deplorablemente promueve males intrínsecos (aborto, fertilización in vitro, “matrimonio homosexual”), presenta ciertas beneficiosas “excepciones o limitaciones” y apoya ciertas cuestiones de gran importancia como son los derechos de los padres y la elección de escuela (incluyendo la educación en el hogar (homeschooling), además de otorgar un sólido apoyo a la libertad religiosa. Sin embargo, aun cuando, en el “mejor” de los casos, ganase el candidato menos malo, debemos estar conscientes de que esto solo nos comprará algo de tiempo, pues de continuar con nuestra tibieza, resignación y pusilanimidad, seguiremos irremediablemente teniendo candidatos “conservadores” cada vez más progresistas.

Además, este gravísimo problema no es imperativo del llamado país de la libertad, pues en la mayoría de Occidente los partidos de la derecha de hoy se diferencian poco a los de la izquierda de ayer, al menos en temas relacionados con la moral. Así, los conservadores, que cada vez tienen menos que conservar, van, aunque algunos pasos atrás, caminando en la misma dirección que los progresistas. Con lo cual no solo no progresamos (en el sentido positivo de la palabra) sino que ni siquiera somos capaces de conservar lo poco que aún nos queda.

Esto se debe a que ambos (conservadores y liberales) comparten el gravísimo error de defender la libertad del hombre con entera independencia de Dios, declarando la voluntad popular (bastante manipulada, por cierto) como fuente de toda legitimidad. Han olvidado que, como bien lo señalara G.K. Chesterton: “El hombre libre no es aquel que piensa que todas las opiniones son igualmente verdaderas o falsas: eso no es libertad, sino debilidad mental. El hombre libre es aquel que ve los errores con la misma claridad con que ve la verdad”.

Se dice, con razón, que es de necios hacer lo mismo una y otra vez buscando obtener un resultado diferente. Así, es importante admitir, antes de que sea demasiado tarde, que mientras los conservadores acepten una política que da la espalda a Dios (a Quien, para colmo, conservadores y liberales mencionan cuando y como les conviene) y no se busque, abrace y defienda la verdad objetiva (que no depende de nuestros gustos, deseos, inclinaciones, ni de la opinión de la mayoría), el movimiento conservador seguirá, irremediablemente, el repulsivo, perverso e impío camino al que nos conducen los progresistas.

Por ello, con suma caridad pero sin complejos, ni tibiezas, ni componendas, debemos defender y proclamar a diestra y a siniestra que una sociedad que se priva voluntariamente de la luz de la verdad y, en nombre de la autonomía, desliga la política de la ley divina y natural, pavimenta el camino a la decadencia, al caos y a la peor tiranía. Esa que disfraza de progreso a la depravación, de derecho al asesinato, de libertad la esclavitud de las pasiones y donde la verdad es perseguida en nombre de la tolerancia. Es hora de recordar que solamente la sociedad que reconoce y acata con humildad la ley divina recibirá, como lo señalase el Papa Pío XI, “increíbles beneficios, como justa libertad, tranquilidad y disciplina, paz y concordia (Quas Primas, n. 17).

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