Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Nuestro refugio y fortaleza

Una monja rezando el rosario.
"El rosario es escudo contra los poderes del infierno, destruye el vicio, libra de los pecados y nos defiende de las herejías".

por Angélica Barragán

Opinión

En una de sus famosas pláticas, el arzobispo Fulton Sheen afirmó: “Si no fuera católico y estuviera en búsqueda de la auténtica Iglesia en el mundo actual, buscaría la Iglesia que no se lleva bien con el mundo; en otras palabras, buscaría la Iglesia que el mundo odia. Mi razón para esto sería que, si Cristo está en cualquiera de las iglesias del mundo de hoy, Él debería ser odiado igual que cuando estuvo en el mundo en carne y hueso”. En efecto, dicha persecución fue anunciada por el mismo Cristo: “Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Jn:15:20). Por ello, la santa iglesia católica, desde sus orígenes hasta la fecha, ha sido hostigada, continuamente, de diversas maneras.

Iglesia perseguida

A partir de su nacimiento y durante los tres primeros siglos, la guerra contra Cristo y Su iglesia por parte del imperio romano fue tan abierta y feroz que derramó abundantemente la fecunda sangre de los mártires en diez grandes persecuciones. Siglos más tarde, al tiempo que se expandía, la Iglesia se hacía más fuerte y bella y fue atacada, en múltiples ocasiones y en diversos frentes, por el islam.

Este logró dominar en el medio oriente e intentó en innumerables ocasiones conquistar la cristiandad, a la cual no pudo vencer debido al arrojo de miles de cristianos que, de Covadonga a Granada, lucharon heroicamente por más de siete siglos por reconquistar España para Dios. En varias batallas, entre las cuales destacan, la célebre batalla de Lepanto (1571) y la Batalla de Viena (1683) los musulmanes fueron detenidos gracias al extraordinario valor y a la fervorosa fe de los ejércitos cristianos.

Además de luchar contra el islam, los católicos tuvieron que hacer frente a la encarnizada persecución de varios de los llamados “reformistas”, entre los que destaca Enrique VIII y su hija natural, Elizabeth I así como la guerra contra los hugonotes (asedio de La Rochelle en 1627).

Con la llegada del “siglo de las luces” las cosas no mejoraron pues la revolución francesa persiguió ferozmente a los cristianos, especialmente en la región de la Vendée. Por si fuese poco, el siglo XX, llamado por algunos el siglo de los mártires, fue testigo de crueles y cruentas persecuciones religiosas entre las que destaca la de México (guerra cristera 1926-1929) y la de España (que comenzase con la segunda república en 1931 y continuase en la guerra civil 1936-1939).

Los ataques a la fe

Asimismo, en la actualidad, aunque generalmente no es “noticia”, varios católicos siguen sufriendo persecuciones en: India, Pakistán, Egipto, Nigeria, Sri Lanka, Somalia y China, por mencionar solo algunos lugares.

Estas, son solo algunas de las innumerables persecuciones que ha sufrido la iglesia a lo largo de la historia, a las cuales se suma el progresivo anticatolicismo en occidente.

De ahí: el aumento del vandalismo a las iglesias católicas; la multiplicación de las blasfemias y sacrilegios públicos, entre los que sobresale la representación sacrílega de la última cena durante la ceremonia de inauguración de los juegos olímpicos en París el pasado verano; el aumento de las restricciones de rezos públicos, como el rosario en Ferraz (Madrid) por el gobierno de Pedro Sánchez; la criminalización de los rezos frente a los abortorios, como en el Reino Unido donde, a partir del 31 de octubre se prohibirá cualquier tipo de oración, incluida la silenciosa, frente a dichas “clínicas” y la sanción y hasta amenazas de cárcel a los curas que predican la verdad sobre la moral sexual.

"Como león rugiente buscando a quién devorar"

El demonio que no descansa y anda, como lo advirtiese San Pablo, como un león rugiente buscando a quien devorar, también ha utilizado una táctica más sutil y de probada efectividad para dañar a la iglesia a través de las herejías las cuales, aparecieron desde los primeros siglos, y cuya suma, el modernismo, ha logrado infiltrarse en nuestras mismas filas.

Por ello estamos viendo, como lo profetizase Nuestra Señora de Akita, cardenales contra cardenales y obispos contra obispos. Ni que decir de varios católicos de a pie que, con hirientes calificativos en lugar de argumentos, predican una falsa caridad que rechaza la verdad. Desafortunadamente, también hay algunos que, en su defensa de la verdad, parecen olvidar la caridad.

Ante esto, debemos estar conscientes de que, de todas las persecuciones, la desatada entre nosotros mismos, como católicos, es la más peligrosa y la más perversa pues tiene como consecuencia, entre otros males, que nuestra fe vacile, nuestra esperanza decaiga y nuestra caridad se enfríe gravemente. Por ello, en estos tiempos tan confusos y turbulentos necesitamos recurrir a la Santísima Virgen, refugio y esperanza nuestra.

La Virgen y el rosario, "poderosa protección"

Y ahora que estamos en octubre, mes dedicado al Santo Rosario, practiquemos y promovamos la devoción del rezo diario, preferentemente en familia, de la oración que; es escudo contra los poderes del infierno, destruye el vicio, libra de los pecados y nos defiende de las herejías. Devoción a través de la cual la Santísima Virgen nos promete Su poderosa y maternal protección tanto a lo largo de nuestra vida como a la hora de nuestra muerte.

El rosario, arma otorgada por la Virgen contra las fuerzas de las tinieblas, hace temblar y huir a los demonios, transforma vidas, salva almas y conquista el cielo. Que la meditación de sus santos misterios, alumbre nuestra fe, aliente nuestra esperanza e inflame nuestra caridad con el fuego del Inmaculado Corazón de la siempre Virgen María. Y, en este tiempo de prueba pongámonos bajo el mando y el manto de María, quien, “levantándose como la aurora, hermosa cual la luna, resplandeciente como el sol y temible como un ejército que marcha hacia a la guerra”, nos protege y libra, en todo tiempo y lugar, de quienes nos combaten y persiguen. Nuestra Señora de la Victoria, rogad por nosotros.

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