Martes, 05 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

La adicción a la pornografía


por Enrique Rojas

Opinión

Más del 80 por ciento de los jóvenes del mundo civilizado ven pornografía casi a diario. Son muchos los estudios estadísticos al respecto, realizados desde diversos ángulos, los que nos ponen frente a esta realidad. Los jóvenes que vienen a nuestra consulta me comentan esto como de pasada y otros vienen a consultarnos por este asunto, que no pueden decírselo a nadie, porque el tema descalifica, es inconfesable.

Veo hace unos días a un chico de veinte años, que me lo envía su madre, lectora de mis libros, y me dice que no sabe bien lo que le pasa, que cree que es ansiedad o una especie de obsesión… Se trata de un estudiante universitario, que me dice literalmente lo siguiente: «Doctor, todo lo que le voy a contar es supersecreto profesional, pues mi madre no sabe nada de esto: desde hace unos tres años soy adicto a la pornografía. Es a diario, y los fines de semana paso muchas horas con esto… al principio pensé que era una cosa normal, casi todos mis amigos ven pornografía, pero un rato a la semana, lo mío es terrible… yo estoy mal, ayúdeme, haga lo que sea para sacarme de aquí». Este relato deja bien a las claras lo que le sucede a esta persona.

Me dice una persona de mi equipo en la consulta, psiquiatra en torno a los treinta años: doctor Rojas, tú cometes un error cuando a la gente joven que viene a nuestra consulta, por el motivo que sea, le preguntas: ¿tú ves pornografía? El asunto hay que formularlo de otro modo: ¿tú cuánta pornografía ves? Porque casi todos la ven, por no decir todos. La pornografía fue aprobada en 1973 en Estados Unidos. Desde esa fecha su expansión como negocio ha sido exponencial. Hoy es una lacra terrible que tiene una enorme influencia no solo en los jóvenes, sino también en los adultos.

La pornografía consiste en la presentación de imágenes sexuales directas, explícitas, que invitan al consumo de sexo. Es el deseo sexual sin amor. Un zoco, un mercado persa donde uno elige lo que quiere. Dicen los que saben que en torno al 50% de internet es pornografía. Una oferta sin límites. Las revistas tradicionalmente eróticas o claramente pornográficas han caído en sus ventas, porque conseguir hoy sexo por otros medios es muy fácil. Muchos jóvenes lo llevan en una aplicación en su móvil.

¿Por qué es mala la pornografía? Porque degrada al ser humano, lo rebaja, lo convierte en alguien que solo ve en la mujer la posibilidad de tener algún tipo de contacto sexual, desdibujándose otras muchas posibilidades en la relación hombre-mujer. La pornografía es una mentira sobre el sexo. Es maestra en ofrecer una imagen de la sexualidad utópica, irreal, delirante, absurda… y que se convierte en una obsesión de distintos grados, según el nivel de consumo que esa persona tenga. Voy a verlo en dos planos distintos:

La pornografía en el joven. Es natural que a un adolescente que está descubriendo su sexualidad le interesen todos estos temas. Y que sepa encajarlos en su persona. Hoy, para muchos, la educación sexual la hace la pornografía; así de claro. Y esto lo sé bien como psiquiatra, porque muchos jóvenes me lo explican… a veces les cuesta reconocerlo, pero al final lo cuentan con nitidez. Pornografía y masturbación forman un binomio. Es el sexo con uno mismo viendo escenas de este tipo o tirando del archivo de imágenes que se almacenan en la memoria. Se busca sexo rápido, inmediato, sobre la marcha… que a la larga incapacita para tener una relación de pareja sana, positiva, madura.

Nadie dice que ve pornografía. Los jóvenes sí lo hacen entre ellos y lo comentan con cierta naturalidad. Me decía uno: «Todos estamos en eso, hoy es lo más normal». Y eso conduce a lo que pasa hoy con alguna frecuencia: un sexo desvinculado, de usar y tirar, relaciones íntimas con alguien que pasa cerca y poco más. Placer sin alegría. Gozo sin felicidad. La esclavitud parece libertad. Es un espejismo.

Hoy sabemos por investigaciones recientes que la adicción a la pornografía es más grave que la de la cocaína, pues afecta a circuitos cerebrales concretos, en donde una sustancia llamada dopamina asoma, y, después de un tiempo sin ver ese tipo de imágenes, uno se ve empujado a buscarlas, es como un imán que arrastra en esa dirección. Millones de adolescentes atrapados en esto, desde los 12-14 años sin que sus padres se enteren, lo que cambia su visión de la mujer, de la sexualidad y del amor.

La pornografía en el adulto. Sorprende bastante saber que muchas personas entre cuarenta y sesenta años la ven con bastante frecuencia. Quizá no lleguen a la adicción en sentido estricto, sino que algunas veces a la semana o en horas muertas, la buscan, pasan unas horas entretenidos con este material. El problema es que este tipo de personas, cuando tienen relaciones íntimas con su pareja, le piden «cosas especiales» que han visto escenificadas y la sexualidad deja de ser un acto que empieza por la ternura, por la delicadeza, por una afectividad suave y que termina en el acto sexual… y todo es rápido, brusco, sin liturgia y con peticiones muchas veces degradantes… y la mujer no siente placer y por tanto se retrae de tenerlas y se produce un mecanismo de feed-back, que puede llevar a que esa pareja entre en una cierta crisis conyugal. Una mujer por ese camino termina siendo frígida, porque el hombre no sabe hacer las cosas bien.

La adicción a la pornografía con más o menos intensidad y frecuencia se ha convertido en una epidemia mundial. En las últimas semanas se han descubierto en algunos países de la Unión Europea una red de pornografía infantil y otra homosexual, de enormes proporciones. La pornografía arruina vidas, matrimonios, familias, gente atrapada en estas redes de este drama oculto y enmascarado. Dos libros recientes nos abren los ojos: uno de Peter Kleponis, psicólogo americano, titulado Pornografía: comprender y afrontar el problema, muy bien estructurado y con mucha documentación estadística. Y otro, de Tokumura, en donde analiza el tema en las redes: La pornografía online, que nos da una visión panorámica.

Hay un gran negocio detrás de todo esto… que destruye a la persona y la convierte en esclava. Millones de niños, adolescentes y también adultos, enganchados en esto, que cambia la óptica sobre la mujer, el amor, las relaciones íntimas y el verdadero sentido de una sexualidad sana. De esto no se habla casi en ningún sitio. Y hoy quiero yo traerlo a este artículo de prensa, para reflexionar sobre ello. La sexualidad es un lenguaje del amor comprometido. Es una gran sinfonía en donde se hospedan lo físico, lo psicológico, lo espiritual y lo biográfico. Todo junto, sumado y a la vez. El sexo pasa de ser una relación cuerpo a cuerpo, de usar y tirar, epidérmico y superficial, a una relación de persona a persona, un encuentro profundo y solemne repleto de significado.

La clave está en integrar la sexualidad en el proyecto común de la pareja. Y hacerlo con armonía. Las relaciones íntimas desempeñan un papel muy importante en la vida conyugal: es la entrega total. La pornografía juega un papel importante en el 70% de los divorcios y muchos de los integrantes de las manadas de jóvenes con abusos sexuales, llevan años viendo pornografía y muchos de ellos son verdaderos adictos.

Publicado en ABC.

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