Sábado, 21 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Que mi voto dé gloria a Dios

Persona votando en una urna.
También a la hora de votar es obligado para el cristiano un discernimiento: ¿qué quiere Dios que haga?

por Álex Navajas

Opinión

Por si le sirve a la hora de ir a votar.

1. Que mi voto dé gloria a Dios. Esto, realmente, debiera ser siempre la motivación de cualquier cristiano, desde que amanece hasta que se acuesta, y no solo a la hora de votar, pero no está de más recordarlo. Mi participación en la vida pública o política no está aislada de mi vida de fe. A la hora de votar, quiero hacer lo que Él desea, secundar su plan, aunque sea mínimamente. Mi vida es una constante conversión, no solo intelectual o de ideas, sino muy especialmente de mi corazón. Y el Señor está presente en cada una de mis acciones y decisiones para guiarme con su Amor.

2. Los partidos políticos no salvan. Ni las siglas, ni los candidatos, ni los programas electorales. Solo salva Dios. De nuevo, algo de Perogrullo para cualquier cristiano, pero que olvidamos con demasiada frecuencia. Por supuesto que hay políticos e ideologías mejores o peores, y habrá que apoyar a los que más se acerquen al bien, pero sin convertirles en mesías. Sin darles un cheque en blanco. Sin confiar en que, si sale mi candidato, todo estará resuelto. O que, si triunfa el adversario, todo está perdido. “La victoria es de nuestro Dios” (Ap 7, 10), y sólo de Él. ¿Lo creemos? Cuando todo parece perdido, Él no está ausente. Él jamás se desentiende de nuestras vidas. Tampoco de nuestra vida pública. Esto no es una batalla de siglas, sino una pugna mucho más antigua, la primigenia de todas: la lucha del bien contra el mal. Y, de nuevo, sólo hay un Salvador. El resto, podemos ser o no sus instrumentos, podemos colaborar más o menos, pero nunca seremos salvadores. Las manifestaciones excesivas de júbilo o de abatimiento en las noches de resultados electorales creo que son, en el caso de un cristiano, propias de alguien que ha olvidado todo esto.

3. No tener una mentalidad mundana. ¿Votar al partido que más se acerca al bien y a la verdad, o votar a otro que está más alejado, pero que tiene más opciones de triunfo? De nuevo, confiar en el único que salva. El cristiano maduro en su fe buscará discernir, no sólo en función de cálculos y pactos electorales (que sería lo propio de un mundano), sino de descubrir qué es lo que el Señor le pide en ese momento concreto. Para ese discernimiento hay que escuchar la voz de los pastores, de los obispos y del Magisterio, y menos a las encuestas y los mítines. No se trata de subirse al caballo ganador -a todos nos gusta sentirnos parte de un proyecto victorioso-, sino de defender el bien y la verdad, aunque uno quede en minoría. Es mejor quedarse solo en el terreno de la verdad que acompañado en el de la mentira.

4. Nuestro voto puede ser una muestra de confianza en Dios. Confiar en que Él es el Señor de la vida y de la historia. "Creemos firmemente que Dios es el Señor del mundo y de la historia. Pero los caminos de su providencia nos son con frecuencia desconocidos. Sólo al final, cuando tenga fin nuestro conocimiento parcial, cuando veamos a Dios 'cara a cara' (1 Cor 13, 12), nos serán plenamente conocidos los caminos por los cuales, incluso a través de los dramas del mal y del pecado, Dios habrá conducido su creación hasta el reposo de ese Sabbat (cf. Gén 2, 2) definitivo, en vista del cual creó el cielo y la tierra" (Catecismo, 314). Pero, a la vez, Él pide nuestro concurso para secundar su plan. Claro que tenemos una responsabilidad en la vida pública, aunque sepamos que todo está en su mano. Y escabullirse de ese deber constituiría una grave omisión. La indiferencia, la apatía o, peor aún, la cobardía y la tibieza, son incompatibles con el Evangelio.

* * *

-“Pues vaya. Yo pensaba que este artículo me iba a decir a quién debería votar un cristiano o que iba a defender a tal o cual partido político”. Siento, entonces, decepcionarle, pero le sugeriría amablemente que se vuelva a leer el punto 3, especialmente en lo referente al discernimiento y a la madurez espiritual.

-“Déjese de misticismos. La situación es muy grave y es urgente sacar a esta gente del Gobierno. Es lo único que importa ahora”. Quizás ahí estribe gran parte del problema: que, en el fondo, no creemos que Dios tiene la capacidad para cambiar la historia, y nos echamos en manos de otros mesías, depositando en ellos toda nuestra confianza. Y, los becerros de oro, desde antiguo, no funcionan. Convirtamos la “jornada de reflexión” en “jornada de discernimiento a la luz del Evangelio”. Y entonces veremos cambiar las cosas.

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