Benedicto XVI y los nuevos zelotas
Esta ha sido la primera Pascua sin el Papa emérito Benedicto XVI físicamente entre nosotros, pero con sus escritos más vivos que nunca y de rabiosa actualidad.
Me refiero a su extraordinario Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, de más que recomendable lectura por estas fechas. Precisamente refiriéndose a la ‘Entrada en Jerusalén y Purificación del Templo’, algo directamente relacionado con el Domingo de Ramos recientemente celebrado, hace referencia a algo a mi parecer de tremenda actualidad.
Tras desentrañar el significado de los gestos de Jesús al entrar en Jerusalén hasta hacerlos cercanos y, por lo mismo, útiles para cada cual, pasa a comentar la escena de la Purificación del Templo, en la que derriba las mesas de los cambistas y vuelca los puestos de los vendedores de palomas, según la narración de San Marcos. El Papa señala como acertada la interpretación dada por Vittorio Messori según la cual lo malo no era que hubiera cambistas de dinero o vendedores de palomas para hacer las ofrendas, si no el lugar donde estaban: se habían metido dentro del Templo y debían estar fuera de él. Esta escena ha sido interpretada en clave revolucionaria, llegándose a justificar con ella la violencia e incluso a señalar a Jesús como un rebelde que terminaría siendo ajusticiado por el Imperio Romano. Pero de la mano de Benedicto XVI queda claro que esta no es la interpretación correcta.
La clave, nos dice él, nos la da el texto de Juan 2,17 en el que los discípulos de Jesús, al verle derribar las mesas y los puestos, recordaron la Escritura: "El celo por tu casa me devorará". Dice Benedicto XVI refiriéndose a Jesús: "Ha transformado el celo de servir a Dios mediante la violencia en el celo de la cruz. De este modo ha establecido definitivamente el criterio para el verdadero celo, el celo del amor que se entrega. El cristianismo ha de orientarse por este celo; en eso reside la respuesta auténtica a la cuestión sobre el zelotismo de Jesús". Señala además el Papa, abundando en lo comentado, que en San Mateo la escena de la Purificación del Templo termina con Jesús curando a ciegos y tullidos.
La situación que vivimos tanto a nivel internacional con la propagación de la ideología de género, la persecución a la familia cristiana, la imposición de la cultura de la muerte (aborto y eutanasia) y la situación de la Iglesia católica en cuanto a la adopción de criterios contra el Magisterio, la Revelación y la sana doctrina por conferencias episcopales de la vieja Europa, hacen que una y otra vez nos planteemos: ¿qué tenemos que hacer?
De algún modo, los de fuera "vienen a por nosotros", y algunos de dentro están más con los de fuera que con quienes deberían estar. En el prendimiento o traición de Judas los discípulos preguntan "Señor, ¿herimos a espada?" (Lucas 22, 47-50; Mateo 26, 52-56). San Pedro mismo dirá: "Convertíos, y que cada uno de vosotros se bautice en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa es para vosotros, para vuestros hijos y para todos los que están lejos, para todos los que quiera llamar el Señor Dios nuestro" (Hch 2, 38-39).
En Jesús de Nazaret, Benedicto XVI dirá: "Si observamos en los Evangelios las enconadas divergencias entre Jesús y los fariseos y cómo su muerte en la cruz era diametralmente lo opuesto al programa de los zelotes, no debemos olvidar sin embargo que muchas personas de diversas corrientes encontraron el camino de Cristo y que en la comunidad cristiana primitiva había también bastantes sacerdotes y antiguos fariseos". También señala Benedicto XVI que entre los apóstoles había probablemente alguno proveniente de los zelotas, como Simón el Zelote, también llamado el cananeo, y Judas Iscariote… ¡conviviendo con Mateo, el publicano recaudador de impuestos para Roma!
¡Bendita Pascua 2023! ¡Una nueva llamada a ser verdaderos zelotas que adoren al Padre en espíritu y verdad!... "No nos cansemos de obrar el bien, que a su debido tiempo podremos cosechar, si no desfallecemos" (Gál 6, 9).
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