Enrique Shaw, lector de Hilaire Belloc
Entre los años 1940 y 1947, el siervo de Dios Enrique Shaw llevó nota de las lecturas que hacía en unos Cuadernos. Además, en algunos casos, se detuvo a comentar aquellas que le presentaban especial interés. Fueron años en los que Enrique Shaw, de oficial de la Armada Argentina, se convirtió en dirigente de empresa inspirado en la Doctrina Social de la Iglesia, en particular, en la Rerum Novarum de León XIII y la Quadragesimo Anno de Pío XI.
En 1942, como destaca Mónica Aranda Baulero en su libro La empresa: comunidad de vida y relaciones humanas. El caso ejemplar de Enrique Shaw, Enrique Shaw lee y comenta La crisis de nuestra civilización de Hilaire Belloc. Según él mismo “es uno de los libros que más le habrían influenciado. Aunque reconoció que las ideas ya las tenía, en esta obra las encontró unidas, relacionadas unas con otras, apoyadas por un autor como Hilaire Belloc y todo muy bien escrito. Algunos conceptos le impactaron de modo especial, por ejemplo que la cristiandad salvó al Imperio romano, el vigor que dio a la historia la mezcla de sangre durante dos o tres generaciones, el fundamental concepto de que la gente prefiere un sueldo a las responsabilidades de la propiedad. Tomó del autor la idea de reformarnos para cosechar los frutos que la cultura católica produjo mediante: «(1) una amplia distribución de la propiedad privada, (2) restringiendo el monopolio y doblegando el poder del dinero y (3) el restablecimiento de aquellas organizaciones y principios que sustentan el concepto de la cooperación (y la estricta restricción de la usura y de la competencia). Estas condiciones fruto de la Iglesia católica no podrían crearse ni mantenerse en una atmósfera desprovista de la filosofía católica»”.
Es interesante destacar cómo Enrique Shaw se detiene en la última parte de La crisis de nuestra civilización, es decir, en la de la restauración de civilización cristiana. Efectivamente, Belloc postula y explica –con los detalles del caso que tienen algo de permanente, de circunstancial y de “inglés”– tres grandes ideas que giran en torno a la vida económica (difusión de la propiedad; control del monopolio; el orden corporativo) pero, además, agrega que para que esta reforma social pueda llevarse a cabo hace falta un requisito cuyo carácter “tiene importancia tan fundamental que determina en conjunto. (…). Ese requisito o calificación consiste en el restablecimiento, en nuestro medio, de la Cultura Católica, y con ese objeto, el avance hasta cierto límite necesario, y más allá, de hombres católicos y de prácticas católicas en la comunidad” (Belloc, La crisis de nuestra civilización). Es importante también reparar en que Enrique Shaw comparte también, con Belloc, este nexo causal.
Belloc agrega, además, que la Cultura Católica “no significa ni implica la universalidad. Una nación o toda una civilización pertenece a la Cultura Católica, no cuando está enteramente compuesta por creyentes fervorosos practicando minuciosamente su religión, ni siquiera cuando se jacta de tener una mayoría de ellos, sino cuando tiene en su seno un número determinante de unidades, instituciones familiares, individuos inspirados y tenaces en el espíritu católico. (…). En el caso de una religión o más bien de una atmósfera religiosa, la condición principal del número determinante es la de que imponga su contextura o colorido sobre la Sociedad”.
Esta idea del Número Determinante que, como puede apreciarse, tiene mucha substancia para determinar, también es razonable pensar que Enrique Shaw la hizo propia y, además, encarnada. Efectivamente, con el correr de los años, Enrique Shaw, como dirigente de empresa, estuvo a la cabeza de numerosas iniciativas sociales bajo la inspiración de la Doctrina Social de la Iglesia, entre otras: fue el principal impulsor de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa en la Argentina; para la difusión de la lectura como factor de formación intelectual, moral y espiritual, en Buenos Aires compró con un compañero de Acción Católica la librería La Casa del Libro, a la que le agregó "Centro de cultura cristiana”, con el objetivo de traer muchos libros católicos extranjeros, en particular franceses; fue miembro y tesorero del Consejo de Administración de la Universidad Católica Argentina recientemente fundada en 1958; fue el principal impulsor de la primera Ley Nacional de Asignaciones Familiares en la Argentina... él, que llegó a tener 9 hijos. A propósito dijo: “Para que haya justicia y paz y se avance en la calidad de vida de la población es necesario hacer acciones concretas, que se resuelvan problemas de la vida cotidiana. La implantación legal del salario familiar requirió muchos estudios técnicos, jurídicos y económicos. No había oposición a este proyecto, pero nadie se molestaba en hacer los estudios previos”.
La Cultura Católica como causa y nutriente de la renovación social que se necesita en nuestro días mediante la “puesta en valor” de ese Número Determinante católico que influya en la sociedad es un buen punto de coincidencia entre dos grandes católicos contemporáneos, uno inglés, como Hillaire Belloc y otro argentino, como Enrique Shaw.
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