Messori, el apologeta, está vivo y lucha a nuestro lado
Quien le conoce no cree que Messori no tenga ya nada que decir. Esperemos sorpresas.
por Rino Cammilleri
Aurelio Porfiri es un personaje singular. Músico y escritor, y también, desde hace poco, editor. Nacido en Roma y compositor, vivió durante años en China, en Macao, donde enseñó en los niveles más altos. Tiene en su haber numerosísimas composiciones musicales, la mayor parte de ellas dedicadas al servicio litúrgico, muchas publicadas en China, pero también en varios países europeos e incluso Estados Unidos. Ha publicado también una veintena de libros y abundantes artículos en diversas lenguas sobre la música sagrada.
Su último esfuerzo es particularmente interesante para los lectores de este periódico, porque se centra sobre un personaje bien conocido para nosotros: Vittorio Messori. Se trata de Et-et. Ipotesi su Vittorio Messori [Y-Y. Hipótesis sobre Vittorio Messori] (Chorabooks), con prólogo de Marco Tosatti.
Normalmente, cuando se escribe un libro sobre un personaje famoso, es porque ha muerto o porque se lo considera en el atardecer (tipo “premio a toda una carrera”). Messori, sin embargo, aún vive (y, por decirlo de alguna manera, lucha a nuestro lado) y quien le quiere bien le desea una larga vida. También, porque no parece que haya terminado de decir lo que tiene que decir, que ahí está su siempre potente rúbrica “Vivaio” en el mensual Il Timone, y ahí está también lo que él mismo dice en la entrevista que cierra el libro: tiene todavía un par de libros por escribir, libros que ha anunciado aquí y allá y considera, por tanto, una obligación para con sus lectores. Solo que, a los 76 años recién cumplidos, advierte con realismo que ha llegado la hora de hacer balance.
Ahora bien, alguien que, prácticamente en solitario, resucitó la apologética católica, una disciplina que, en el inacabable periodo postconciliar, se daba como “superada” en beneficio del activismo “en lo social”, no podía, siendo coherente, sino recordarnos que aquí estamos de paso. He combatido el buen combate, dice San Pablo, y es hora de prepararse para el encuentro con el Creador. ¿Perspectiva lúgubre? No, es el mismo Messori quien nos da la última lección de apologética. Esto es lo que dice: “Naturalmente, mientras me sea concedida fuerza suficiente y un poco de salud, cumpliré con mi deber: intentaré concluir un par de libros que llevan en gestación desde hace muchos años. Querría publicarlos, también, para no desilusionar a tantos lectores a quienes, tal vez con imprudencia, se los prometí”. Sin embargo, “dejo a otros jugar a fingir ser jóvenes, intentando borrar una partida de nacimiento que en realidad es implacable”. El tiempo pasa y lo que hoy se denomina púdicamente “tercera edad” llega a todos antes o después.
Pero Messori, a diferencia de muchos otros, tuvo una sensación precisa de su llegada: “En el fondo, el 11 de febrero de 2013 –no por casualidad, creo, en la festividad de Nuestra Señora de Lourdes-, aquel día en el que Joseph Ratzinger renunció a su mandato como Pontífice, sentí que mi tiempo se había acabado”. Tenía que ser así: “Acabó, sobre todo, porque mis Papas han sido Juan Pablo II y luego Benedicto XVI”. De hecho, de Messori se recuerda que fue el primer periodista del mundo en entrevistar a un Papa, Wojtyla, con el bestseller Cruzando el umbral de la esperanza. Más bien a dos: a Ratzinger con Informe sobre la fe, la primera vez que el jefe del Santo Oficio (así se llamaba antes de que Pablo VI le cambiase el nombre por el de Congregación para la Doctrina de la Fe) se dejaba entrevistar. Y justo Ratzinger fue llamado a suceder a Wojtyla.
Mucha agua ha pasado bajo los puentes del mítico Hipótesis sobre Jesús que batió todos los récords en aquel lejano 1976, en plenos años del plomo, mientras en Italia el Partido Comunista Italiano llevaba a cabo el histórico sorpasso sobre la Democracia Cristiana. Messori lo tiene muy claro: “Ahora le toca a otros medirse con otros pontificados. Del escenario (al cual, por otro lado, nunca quise subirme) hay que bajar voluntariamente, antes de que otros te bajen, hartos de viejos aferrados a un tiempo que ya no es el suyo”.
¿Se baja el telón, pues? No. Quien tiene el don de escribir nunca queda desarmado. Se ralentiza un poco, quizá alarga los tiempos de producción. Pero quien le conoce no cree que Messori no tenga ya nada que decir. Esperemos sorpresas.
Publicado en La Nuova Bussola Quotidiana.
Traducción de Carmelo López-Arias.
Su último esfuerzo es particularmente interesante para los lectores de este periódico, porque se centra sobre un personaje bien conocido para nosotros: Vittorio Messori. Se trata de Et-et. Ipotesi su Vittorio Messori [Y-Y. Hipótesis sobre Vittorio Messori] (Chorabooks), con prólogo de Marco Tosatti.
Normalmente, cuando se escribe un libro sobre un personaje famoso, es porque ha muerto o porque se lo considera en el atardecer (tipo “premio a toda una carrera”). Messori, sin embargo, aún vive (y, por decirlo de alguna manera, lucha a nuestro lado) y quien le quiere bien le desea una larga vida. También, porque no parece que haya terminado de decir lo que tiene que decir, que ahí está su siempre potente rúbrica “Vivaio” en el mensual Il Timone, y ahí está también lo que él mismo dice en la entrevista que cierra el libro: tiene todavía un par de libros por escribir, libros que ha anunciado aquí y allá y considera, por tanto, una obligación para con sus lectores. Solo que, a los 76 años recién cumplidos, advierte con realismo que ha llegado la hora de hacer balance.
Ahora bien, alguien que, prácticamente en solitario, resucitó la apologética católica, una disciplina que, en el inacabable periodo postconciliar, se daba como “superada” en beneficio del activismo “en lo social”, no podía, siendo coherente, sino recordarnos que aquí estamos de paso. He combatido el buen combate, dice San Pablo, y es hora de prepararse para el encuentro con el Creador. ¿Perspectiva lúgubre? No, es el mismo Messori quien nos da la última lección de apologética. Esto es lo que dice: “Naturalmente, mientras me sea concedida fuerza suficiente y un poco de salud, cumpliré con mi deber: intentaré concluir un par de libros que llevan en gestación desde hace muchos años. Querría publicarlos, también, para no desilusionar a tantos lectores a quienes, tal vez con imprudencia, se los prometí”. Sin embargo, “dejo a otros jugar a fingir ser jóvenes, intentando borrar una partida de nacimiento que en realidad es implacable”. El tiempo pasa y lo que hoy se denomina púdicamente “tercera edad” llega a todos antes o después.
Pero Messori, a diferencia de muchos otros, tuvo una sensación precisa de su llegada: “En el fondo, el 11 de febrero de 2013 –no por casualidad, creo, en la festividad de Nuestra Señora de Lourdes-, aquel día en el que Joseph Ratzinger renunció a su mandato como Pontífice, sentí que mi tiempo se había acabado”. Tenía que ser así: “Acabó, sobre todo, porque mis Papas han sido Juan Pablo II y luego Benedicto XVI”. De hecho, de Messori se recuerda que fue el primer periodista del mundo en entrevistar a un Papa, Wojtyla, con el bestseller Cruzando el umbral de la esperanza. Más bien a dos: a Ratzinger con Informe sobre la fe, la primera vez que el jefe del Santo Oficio (así se llamaba antes de que Pablo VI le cambiase el nombre por el de Congregación para la Doctrina de la Fe) se dejaba entrevistar. Y justo Ratzinger fue llamado a suceder a Wojtyla.
Mucha agua ha pasado bajo los puentes del mítico Hipótesis sobre Jesús que batió todos los récords en aquel lejano 1976, en plenos años del plomo, mientras en Italia el Partido Comunista Italiano llevaba a cabo el histórico sorpasso sobre la Democracia Cristiana. Messori lo tiene muy claro: “Ahora le toca a otros medirse con otros pontificados. Del escenario (al cual, por otro lado, nunca quise subirme) hay que bajar voluntariamente, antes de que otros te bajen, hartos de viejos aferrados a un tiempo que ya no es el suyo”.
¿Se baja el telón, pues? No. Quien tiene el don de escribir nunca queda desarmado. Se ralentiza un poco, quizá alarga los tiempos de producción. Pero quien le conoce no cree que Messori no tenga ya nada que decir. Esperemos sorpresas.
Publicado en La Nuova Bussola Quotidiana.
Traducción de Carmelo López-Arias.
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